Gabriel Orozco

Centre Pompidou, Paris

Por Patricia Avena Navarro | marzo 22, 2011

Gabriel Orozco − Jalapa, México 1962 − hace del problema de entender e interpretar el arte a través de los límites, un tema principal de su obra. Cada uno de sus actos de expresión y reacción personales frente a un ambiente específico y cada movimiento suyo de un medio, idioma o lugar, parecen introducirse directamente en este problema central. Su obra siempre está fuera de lugar y en su lugar. Describirla es casi imposible, por la simple razón de que no hay nada que podamos llamar “su estilo”. Cada obra es la realización plástica de una idea o de un deseo diferente y responde a una impulsión que viene de una cosa vista, de un lugar o de una situación. Su trabajo se caracteriza por la diversidad de las técnicas que emplea − dibujo, fotografía, video, escultura, instalaciones − trabajadas con libertad, fluidez y soltura.

La DS, 1993. Modified Citroën DS, 55 x 190 x 45,3 in. Citroën DS modificado, 140,1 x 482,5 x 115,1 cm. © Centre national des arts plastiques-ministère de la Culture et de la communication, Paris. Courtesy/Cortesía galerie Chantal Crousel, Paris.

Cuatro instituciones colaboran para producir esta excepcional exposición: el Centre Pompidou de París, el MoMA de Nueva York, el Kunstmuseum de Bâle y la Tate Moderm de Londres, las que muestran un cierto número de obras en común. Sin embargo, cada museo propone desarrollar, en estrecha colaboración con el artista, un aspecto singular de su trabajo. Ocupando la galería sur del Centre Pompidou − que representa la tercera escala de la exposición itinerante − de grandes ventanales vidriados, la
instalación elaborada por Orozco propone un dispositivo inédito basado en la idea del taller. Sin comentarios ni denominaciones, las obras presentadas con sencillez, muestran el instante de creación. Para la ocasión, el artista, que actualmente alterna su residencia entre Nueva York, México y París, se implicó estrechamente en la concepción del recorrido de las ochenta obras, muchas de las cuales jamás fueron mostradas en Francia. En una casi penumbra, los objetos-esculturas son colocados en dos segmentos de líneas paralelas y misma longitud. Uno, compuesto de mesas de trabajo para los pequeños objetos y el otro formado por las obras voluminosas, en el suelo. En el muro, perpendicular a esas dos líneas, una presentación lineal de fotografías, dibujos, collages y pinturas. Obras emblemáticas, piezas menos conocidas o recientes, como las esculturas realizadas a partir de troncos encontrados en el desierto mexicano.

En muchas de sus obras, Orozco enfrenta lo familiar con lo extraño. Objetos encontrados recontextualizados, reconfigurados y manipulados incluyen serpentinas de papel higiénico a medida que forman un remolino en las aspas de un ventilador de techo, un ascensor depositado en el piso del museo, un grupo de bicicletas entrelazadas, un tablero de ajedrez en donde sólo hay figuras de caballería para jugar. El interés por lo orgánico, el círculo, la expansión y el cosmos están presentes en la serie “Atomists” -1996-, fotografías de deportistas, tomadas de diarios británicos sobre la cual el artista imprimió motivos circulares. Estas formas resultan de la ampliación de puntos de Benday individuales de la impresión para crear las composiciones elípticas y circulares de un solo color sobre las imágenes.

Como nómada, Orozco no parece solicitarle fidelidad o un hogar a una cultura o nacionalidad en especial, pero tampoco se aleja ni se coloca por encima de todas las culturas o nacio- nalidades; más bien, se compromete con varias de ellas. En casi todos los casos, insiste en hacer obras que no sean universales ni regionales, sino que puedan involucrar múltiples contextos e interpretaciones. My hands are my heart (Mis manos son micorazón), en la cual el artista deshace un pedazo de terracota y le da forma de corazón, tiene sentido como metáfora que simboliza la conexión con la tierra, que bien puede ser la de México o la de cualquier otro lugar. Orozco no desvía la función original del objeto, la reinterpreta. En La DS, un automóvil Citroën DS al cual le rebanó la parte central para unir luego los dos lados, como en Elevator, una cabina de ascensor desmontada y reducida a talla humana, el artista realiza la reducción de un espacio cotidiano en cuya relación con los objetos hay una actitud que tiende a revertir el orden predecible que se le otorga a éstos, actitud que inquieta al visitante frente a la pérdida visual de su función habitual.

Mezclando arte y realidad, perturbando el límite entre el objeto de arte y el medio ambiente, donde la magia y la transfor- mación toman forma frente al espectador, Orozco hace de este encuentro un instante inolvidable, simple y conmovedor.