Hugo Zapata
“EL ETERNO RETORNO”
Principio sin discurso,
Principio de todo Principio
Retorno al principio
que remite a un nivel más allá
siempre bajo la vibración de lo Único
conciliado con todo en profundidad
en íntima conjunción
abrazando,
con esfuerzos para abrazar más ampliamente
La nube de ser se condensa Se repliega
Cosmos “Universo”
Cosmos del universo del ‘sí mismo’
Saber. Saber participante
Inmensificante iluminación donde todo con todo
entra en resonancia
contemplado. Reunido
Más allá de las geometrías, geometría.
Líneas, como radiaciones aminoradas
insistentes, clarividentes
cargadas de oculto
Dibujo para regresar a lo absoluto
Dibujo-destino
Henri Michaux (1)
Hugo Zapata es un soñador de utopías que a fuerza de dialogar con la tierra se encontró, de pronto, hablando con la cosmogonía de Los Incas, Los Mayas y Los Aztecas.
Para su comienzo creativo, Hugo Zapata siembra en su casa-taller en las afueras de Medellín, un jardín de piedras. Ellas lo conectan con los propósitos cósmicos. Ellas esperan su turno porque Hugo Zapata va a descubrir su tesoro escondido, el secreto de una luz, la sombra de una penumbra o la trayectoria de un brillo oculto en la geología del paisaje. Todas las piedras tienen una forma inicial. Esa es la premisa del diálogo que Hugo Zapata establece con la naturaleza. Busca mensajes cifrados de la cosmogonía porque sabe que las semillas de su jardín guardan diálogos petrificados cargados de una milenaria distancia entre Marte y Júpiter y La Tierra.
El concepto de que La Tierra es más agua que masa o que el cuerpo humano es en un noventa por ciento líquidos, tiene su correspondencia. Esta proporción conmueve por su contradicción. Por eso, Hugo Zapata busca el óxido que Marte ha dejado en la piedra de La Tierra.
Como lo hicieron los jerarcas antes de los españoles - que se vestían de oro para ser Rey Sol Zapata recoge las estrellas en una laguna sagrada. El azul que busca viene de la tierra y del fuego. Le interesa recrear la densidad del cobalto en medio de la solidez del negro. O, mejor, descubre en la negrura del cosmos, una luz desintoxicada de penumbra.
En su ejercicio artístico, Hugo Zapata explora los terrenos de una geografía mística y examina los mitos Muiscas para encontrar paisajes sagrados; los ritos Mayas para imaginar el símbolo piramidal eterno de la muerte dedicado a El Sol y a La Luna; o la ingeniería de los Incas para interpretar la atadura de El Sol a una piedra sagrada o la premonición que reproduce el perfil de una montaña como un eco estético. Esas voces primigenias que fueron calladas hablan con Hugo Zapata en su silencio cósmico. Sobre el proceso creativo escultórico, Margarite Yourcenar piensa que: El día que una estatua está terminada, su vida, en cierta medida empieza. Se ha salvado la primera etapa que, mediante los cuidados del escultor, la ha llevado desde el bosque hasta la forma humana; una segunda etapa, en el transcurso de los siglos, a través de alternativas de adoración, de admiración, de amor, de desprecio o de indiferencia, por grados sucesivos de erosión y desgaste, la ira volviendo poco a poco el estado del mineral informe al que la había sustraído su escultor.
Hugo Zapata, desde su mundo de escultor que trae sus piedras de los ríos, dice que busca encontrar: una presencia, una intuición y un sonido o material que vibre cerca y al que pueda sentir, amar, trasformar o develar. Así nace cada obra: una memoria, huellas, signos, códigos sin descifrar, ecos contenidos, doy vida a esos seres indagantes, imprecisos. Creo en la no-verdad que los anima, allí se encuentra la libertad de su permanencia.
Zapata cree que la piedra piensa antes que el hombre. La normatividad de las reglas y sus formas florecen, mientras Hugo Zapata siente cómo las estrellas laten en su fondo tan sordo como hermético. Paul Klee, quien también realizaba lecturas cósmicas, anotaba que la visión del mundo es una mera distorsión de la realidad, lo importante es el orden más sencillo y perfecto al que pueda apuntar la mente.
Hugo Zapata trabaja movido por la enorme atracción que siente hacia su relación con la naturaleza. La atracción, anota Michel Foucault: es para Blanchot lo que, sin duda, es para Sade el deseo, para Nietzsche la fuerza, para Artaud la materialización del pensamiento, para Bataille la trasgresión: la experiencia pura más desnuda del afuera. ¿Cómo se mide una geometría que no conoce la escala humana? Resulta tan humanamente incompatible que mejor hablemos de un orden fundamental que busca una decisión en el reflejo del espejo del firmamento humano y en medio de un paisaje inmemorial. Muchas de sus obras siguen el orden de los paisajes montañosos. En estos casos, sus obras tienen una lectura horizontal: la fuerza de la gravedad se conjuga con el ritmo de cada pieza. Una sucesión de motivos sinuosos, van siguiendo una cadena de siluetas que armonizan con el ritmo del rumor de la tierra. Interrumpe el fluido mismo con vidrio o con agua en su búsqueda de la luz ancestral. En las obras de Hugo Zapata también aparece, contenida en sí misma, la geometría humana que se expande y se contrae dentro de sus propios límites. Ese movimiento muestra las huellas a seguir en la ruta del dialogo cósmico. Cada veta es el camino de un brillo y la sugerencia del resto de trayectorias posibles e imposibles. Lo importante es que mientras esculpe Hugo Zapata descubre la sustancia pura.
Con los Espejos Estelares, sigue la historia de cada piedra que define su independencia de la gravedad. El agua que contiene la pieza busca el reflejo del cielo. Las mismas coordenadas de las estrellas, los mapas celestiales - tal como lo hiciera Andreas Cellarius para realizar su Atlas Coelestis seu Armonía Macrocosmica - nos muestran la libertad creadora que establece el hombre en su universo la cual retomó de las teorías de Ptolomeo dos siglos antes de Cristo y de Copérnico.
Cuando Hugo Zapata incluye formas verticales, que también pueden verse como la forma básica de Inti, estas se convierten en Flores del Mal. Ellas, con centro propio, son homenajes a Baudelaire: el más humano de los síntomas que reconoce la dignidad de la transparencia. Las Flores del Mal son “monolitos” compuestos de partes que encajan en una sutil permanencia vertical. Imágenes que trasmiten una gravedad pavorosa. Testigos de la verticalidad humana. La Flor evoca, a través de colores, mitos humanos y ritos divinos que el hombre siempre ha representado, intrigado por las leyes de la naturaleza, del destino y de la muerte. El proceso creativo es tan humano que Hugo Zapata rescata la luz de una sombra y lee los contornos de la geografía interna en busca de un paisaje exterior. Lee sombras en el brillo del cielo primigenio. Sueña con las raíces más profundas y descubre que el Universo es el polo a Tierra, la encrucijada entre el adentro y el afuera, entre lo lleno y lo vacío, y de la masa surgen líneas que muestran que la confusión de la naturaleza con el hombre comienza cuando él aprende que puede hablar de sí mismo. Hugo Zapata pule, moja, raspa al aire libre, buscando el centro de la energía inicial y, cuando esculpe, trabaja con el diamante para que emerja el brillo escondido en la sombra. Busca en las texturas la densidad espiritual de una conciencia que respira por los poros y huele la humedad del óxido.
El sentido del paisaje lo tiene tan adentro, que hizo una línea de árboles alrededor de una represa para que las hojas de los Yarumos reflejen el color plata de la luna en el agua. En la autopista del aeropuerto de Río Negro realizó unos arcos de colores que enmarcan distintos paisajes de valles y montañas. En un espacio universitario, creó una construcción de piedras irregulares en las que, por sus desniveles y su textura áspera y austera, los estudiantes pueden -como lo hizo Cellarius en el siglo XVII-, imaginarse las esferas planetarias hasta completar el circulo final del zodíaco, medir el diámetro del sol para encontrar otras rutas de la luz, o delinear el mapa de las rotaciones de la luna para demarcar el centro de gravedad en el cruce de caminos de los muchos lugares que emanan energía.
En la naturaleza Hugo Zapata ha encontrado las voces del universo y en las entrañas de la tierra la fuerza de la gravedad en penumbra. En su otra lectura, indaga el Yo cósmico y lo traslada a la escultura. Así sus formas abstractas no tienen convenciones implícitas: está lo lleno y lo vacío, el brillo o el reflejo como piel y textura, como límite entre el interior y el exterior. Y lo hace porque busca en la estructura humana del universo el misterio de Dios.
En ese intento de descifrar la ecuación cósmica de los reflejos o la fiebre del fuego original, Hugo Zapata encuentra la expresión de su lenguaje abstracto. Y, cuando lo logra, se acuña bien la frase de Bachelard cuando dice: crees que estas soñando y te acuerdas...
(1) Henri Michaux. Del poema Yantra, en “Hacia la plenitud (Vers la complétude) y otros poemas”. Traducido por Louise Landes Levi. (2) Marguerite Yourcenar. “El tiempo, gran escultor”
Perfil:
En Santiago, Chile, donde creció bajo el régimen dictatorial del General Augusto Pinochet. Entre 1991 y 1995, cursó estudios de arte en la Universidad Católica de Chile, recibiendo el grado de Licenciado en Arte con mención en grabado. En 1997, se trasladó a Nueva York, donde vive y trabaja desde entonces. Durante los últimos 10 años su obra se ha enfocado básicamente en la escultura lumínica. Ha expuesto activamente en toda Latinoamérica, en Estados Unidos y Europa, en sitios como el Museo Whitney, Nueva York; El Museo del Barrio, Nueva York; el Museo Hirshhorn, Washington DC; MOCA, Miami; Museo de Arte de Dakota del Norte, Grand Forks; SITE Santa Fe, Santa Fe; Witte de With, Rotterdam; Bienal de Praga 2, Galería Daniel Templon, París; Towner, Eastbourne; Distrito Cuatro, Madrid; Festival de Adelaida, Adelaida; Museo Nacional de Arte, Lima; Centro Cultural Matucana 100, Santiago; CAB, Burgos. Iván Navarro también fue elegido para representar a Chile en la LIII Bienal de Venecia, 2009.