Liliam Cuenca

Freedom Tower. Miami Dade School for the Arts. Miami

Por Carlos M. Luis | noviembre 01, 2010

La pintura, como nos enseñan tanto los orientales como los románticos y los surrealistas, vale en la medida que le abre una puerta a la imaginación. La imaginación toma las riendas del conocimiento empírico, sustituyendo una realidad que no nos deja satisfechos, por otra de carácter poético. Algo que posee la capacidad de ofrecernos una nueva vía de percepción, surge de ese encuentro. Como nos decía el poeta chino Wang Yu: para que se produzca un efecto maravilloso, debemos jugar con la tinta y la brocha de manera tal que cuando esta se detenga, “algo distinto” súbitamente aparece. Lo que aparece inesperadamente es la poesía, que siempre transfigura nuestra relación con la realidad. Tratándose de la pintura de Liliam Cuenca, su aproximación a la pintura parte de un principio fundamental en ella: su relación entre lo visible y lo invisible. Con el transcurso del tiempo, Liliam Cuenca ha ido adoptando en su pintura formas humanas, como figuras que aparecen lejanamente en un espacio misterioso. Esas figuras sin embargo, no niegan su relación con lo invisible: por el contrario lo subrayan. Lo invisible en su caso, la fuerza a realizar utilizando las sutilezas cromáticas de sus colores, una intensa exploración de las posibilidades del abstraccionismo.

Petit Tyrants, 2010. Acrylic on canvas. 42 x 72 in. Petit Tyrants, 2010. Acrílico sobre tela

En su importante libro: “Zen in the fifties, interaction in art between East and West” (1) Helen Westgeest, traza las influen- cias que el pensamiento Zen aplicado a la pintura, ejerció sobre muchos artistas del siglo XX que practicaron el arte abstracto. Las técnicas Sumi-e y Sho que los pintores Zen utilizaron, constituyeron un manual de enseñanza para otros pintores como Mark Tobey, Jean Degottex, Henri Michaux o Zao Wou- Ki, quienes de una forma u otra, parecen hilvanarle a Liliam Cuenca un idioma plástico. Los lineamientos pues se encuentran en una antigua tradición que esta artista ha sabido asimilar, con sorprendentes resultados que sólo le pertenecen a ella. El abstraccionismo le ha servido a Liliam Cuenca por lo tanto, como un elemento catalizador. ¿En qué consisten esas trans- formaciones suyas? En primer lugar prosiguiendo por el camino dictado por su poética, esta pintora ha podido realizar una síntesis entre la figuración y la no figuración.

Como había indicado antes, la aparición de personajes en sus cuadros, obedece a una necesidad interna de dilatar su horizonte expresivo. Esos personajes están ahí como testimonios de una búsqueda que la impulsa a encontrar una salida a lo que
puede percibirse como el vacío en el que puede caer la abstracción. A pesar de ello, en algunos cuadros suyos un simple gesto con la brocha nos da la sensación de lo contrario. Es decir, que nos revela la unificación que se produce en su obra entre lo lleno y el vacío.

Al salvar entonces el peligro de caer en la pura nada, la pintura de Liliam Cuenca se adentra por los espacios interiores, de esos interiores que el poeta Henri Michaux gustaba de habitar. Pero también existen como pausas de silencio en su obra. El silencio es en última instancia, la gran respuesta que un artista puede ofrecer. En su caso son simples pausas, como las muy breves que escuchamos en las composiciones de Anton Von Webern. Sin embargo, escuchamos en las mismas una plenitud de sentido. Liliam Cuenca ha mostrado en su reciente exposición en el “Freedom Tower” del Miami Dade School for the Arts, que lejos de haber llegado al final de un intenso recorrido, ha comenzado otro. Pienso que sin dejar de serle fiel a los principios que la incitaran a escoger su estilo, la aparición de otros elementos en sus cuadros le añade nuevas interrogaciones a los mismos. ¿Qué mejor manera de proseguir una labor que bajo el signo de la interrogación? Es decir, retando a que otras interpretaciones aparezcan mientras su obra continúa verificándose.