Luiz Hermano
Hilos de significado
Cuando le pregunté a Luiz Hermano en qué piensa mientras trenza sus complejos hilos de alambre que unen toda clase de objetos prosaicos, su respuesta fue que medita. La meditación puede practicarse en distintos niveles que van desde el concentrarse en una forma hasta el ser uno con el cosmos. ¿Qué estación del extenso dial de la meditación sintoniza este artista para pasar horas y horas bordando sus piezas? Luego de comparar su respuesta con su obra, me di cuenta de que la meditación también supone jugar con el tiempo y desafiar la finitud.
Coleccionista de objetos cotidianos, Hermano también colecciona tiempo, la estructura subyacente que sustenta al universo, esa sustancia transparente en la que vivimos inmersos. Así, enlaza y une juguetes de plástico, capacitares eléctricos, abalorios e hilos de tiempo: de ese modo, este último no tiene forma de escapar o disimularse en una línea de tiempo limitada. Mientras Hermano teje tiempo, sus obras adoptan formatos que no pueden dejar de ser asociados con cuestiones cosmológicas. Céu (Cielo), una obra que el artista completó recientemente, es una vasta y compleja red que semeja una noche clara y estrellada. Cuentas en diferentes tonos de azul se ubican en la elaborada cuadrícula, dispersas o agrupadas en círculos de distintos tamaños. La gran escala de la obra y el brillo de las cuentas son una alusión a la búsqueda filosófica primordial que se esconde detrás de la observación de estrellas.
El tema de los orígenes o del significado del mundo ha acompañado a Luiz Hermano desde los años setenta, cuando su producción incluía acuarelas, aguafuertes y pinturas habitadas por seres extravagantes y mitos pertenecientes a diferentes culturas, que abarcaban desde el Arca de Noé hasta la tortuga que en la tradición de la India carga al universo sobre su espalda. Centauros, elefantes voladores, seres mitad peces, mitad humanos, al estilo de Jerónimo Bosch, pueblan las historias creadas por Hermano con acuarelas o, cuando escaseaban los materiales artísticos, con café colado. El grabado en metal, una técnica que insume mucho tiempo y que tiende al desarrollo de fantasiosas narraciones, también desempeñó un papel importante en la obra de comienzos de su carrera. Tanto las aguafuertes como la matriz de cobre permanecen almacenadas en su estudio junto a las fantásticas acuarelas, mientras que en los últimos veinte años se ha enfocado en la escultura.
En 1991, la Bienal de San Pablo reservó una sala para sus esculturas de madera contrachapada laminada y trenzada, misteriosos objetos realzados por las dramáticas luces y sombras que concordaban con la densidad de los temas cosmológicos de Hermano. Algunas de estas esculturas realizadas con tiras de madera, por ejemplo, Figura, de 1998, se asemejan por su forma a los objetos sagrados del candomblé, tal como aquellos introducidos en el mundo del arte contemporáneo por Mestre Didi. En la obra de Hermano, sin embargo, no se observa una religiosidad definida ni se percibe, de hecho, ninguna invocación de lo trascendental. Sus capas de tiras de madera enroscadas parecen afirmar, precisamente, que lo que está aquí – y sólo eso – es lo que existe; este mundo finito lleno de objetos que pueden combinarse de numerosas formas, atados, trenzados, desplazados, originando otro objeto que, siendo nuevo, desea vencer a la finitud.
En su tratamiento del tiempo y la finitud, Hermano parece poner en práctica la teoría de Federico Nietzsche sobre el eterno retorno: el mundo es finito, pero existe en un tiempo infinito. Por lo tanto, las repeticiones son inevitables. ¿Cómo se puede escapar de la sensación de aniquilamiento derivada de la hipótesis de un mundo que es solamente esto, sin ningún cielo trascendente? Al insistir en crear lo nuevo, nacido de la recombinación y el desplazamiento de elementos finitos de este mundo, Luiz Hermano crea un Cielo que está hecho de cuentas de plástico azules y de la captura meditativa del tiempo – del tiempo infinito. El escapar de lo finito y limitado ha sido una especialidad de Hermano desde su infancia en el interior del Estado de Ceará, en el nordeste de Brasil. Construyendo juguetes con huesos de animales o inventando historias acerca de los orígenes de la hacienda donde vivía, Hermano creaba con el fin de escapar. Cuando dejó su ciudad, estudió filosofía hasta que abandonó el curso para recorrer América Latina, aprendiendo las historias y las tradiciones de otros pueblos. Hoy en día, Luiz Hermano recorre cada año varias combinaciones de latitud y longitud en la cuadrícula que representa el mapa de la Tierra.
En Tailandia, en India y en China encontró estatuas de Buda en edificios antiquísimos, erigidos de acuerdo con la geometría sagrada y lo fascinaron los mandalas que trazan el mapa del universo. Pero también deambuló por las calles que bullían con el comercio de una variedad de objetos de plástico, juguetes falsificados, computadoras de origen un tanto dudoso. Lo sagrado entrelazado con lo profano. Así es que, alrededor de 2006, construyó grandes mandalas y caballos celestiales liando alambre y capacitares de potencia. Semejantes, a veces, a capullos o sarcófagos, estas esculturas insisten en plantear preguntas sobre la creación y la finitud. Los capacitores de potencia – reservas de energía – también aparecen en obras en forma de cerebro que Hermano ha titulado Memória (Memoria) y Berçário (Nursery). ¿Cómo nacen los inventos? ¿Y qué hay de la increíble y misteriosa máquina llamada cerebro? ¿Fue creada cuando el tiempo y el azar jugaban juntos? Los juguetes son un elemento clave para comprender el pensamiento de Hermano. Un niño jugando solo con unos pocos objetos entra en un estado de suspensión, como si nada más existiese, un momento de construcción pura de mundos imaginados que, como afirmara Winnicott, constituye un área intermedia de experimentación. Esta zona intermedia equivaldría a un tercio de la vida del ser humano, siendo los demás componentes la realidad psíquica interna y la realidad externa compartida. La porosidad de las piezas de Hermano – la red también es una colección de agujeros – contribuye a esta lectura de su obra como asociada a las teorías de Winnicott sobre la zona intermedia, la gran área entre la subjetividad y la objetividad y su relación con el objeto transicional, el primer objeto que el bebé elige para ser una cosa separada de sí, pero que posee o controla. La primera frustración que experimenta el bebé es el darse cuenta de que el pecho de la madre tal como existe en la realidad externa no es el mismo pecho que consideraba poseer y ser capaz de controlar, es decir, el pecho introyectado. La zona intermedia es una zona de transición que permite la creación de ilusiones que tienden un puente entre estas dos ideas acerca del pecho materno y que se convierte, a medida que el niño crece, en el territorio de la religión, el arte y el trabajo científico creativo. La experiencia cultural es, de hecho, una extensión del juego desarrollado en el área intermedia.
En su obra Clínica, Hermano entrelaza varios juguetes, héroes y animales. En el centro de esta aglomeración, dos mitades de un modelo plástico del cuerpo humano están sujetas a la estructura de alambre. Lo interesante es que las dos mitades no se corresponden, frustrando así el deseo de unirlas para formar un todo integral. El espectador puede ver las entrañas y los huesos que componen estos cuerpos, y puede ver también todos los demás objetos. Si se voltea la obra para exhibir su reverso, ya no es posible observar este núcleo de cuerpos. Del mismo modo, los demás juguetes darán la espalda al espectador. Clínica, por lo tanto, puede ser interpretada como una membrana que brinda acceso, simultáneamente, al mundo interior – representado por las entrañas y huesos – y al mundo exterior – el ámbito cultural, representado por todos los demás objetos. La capacidad de los objetos para relacionar la ilusión (la representación subjetiva del mundo) y la realidad común también está presente en la serie Falso Brilhante (Brillante falso), en la que Luiz Hermano exalta la falsificación descarada, elevándola al nivel de mentira sincera. Uno de estos adornos gigantes es Banda Larga (Banda ancha), una simple red hecha de eslabones color plata, cuyo nombre revela su relación con la producción del año 2007 del artista, que hacía referencia más explícita a la tecnología. Podemos estar de acuerdo en que los abalorios siempre se han relacionado con la idea de comunicación trascendental. Cuando sostiene un rosario en sus manos y recita los Ave Marías y el Padrenuestro, el católico sigue un código de conducta para comunicarse con los santos, vía una transmisión de datos por banda ancha que comienza por iniciar sesión con el signo de la cruz. La religión, el consumismo y la tecnología se fusionan en los abalorios de la serie del Brillante falso. El jugar implica desarrollar una ilusión saludable y reconfortante. Armar joyas con abalorios es un juego de niños. La microelectrónica relaciona la vida cotidiana de los adultos a juguetes de alta tecnología tales como teléfonos móviles y computadoras.
No es de extrañar que Luiz Hermano medite mientras crea sus obras. Entra en un estado mental similar al del niño que juega, y mientras sintoniza el movimiento de sus manos con la frecuencia de sus ondas cerebrales, construye un área donde la ilusión de ser uno con el universo se integra con la conciencia de estar separado de ese mismo universo. En las redes creadas por Hermano – al igual que en la arquitectura sagrada que encontró en antiguas culturas – la ilusión de ser capaz de controlar y trazar el mapa del universo construyendo cosas coexiste armoniosamente con la frustración de ser una entidad finita en un universo que existe en un tiempo infinito. Una de las obras de Hermano de 1999, Todas as Mulheres do Mundo II (Todas las mujeres del mundo II), que muestra varias cabaças, una fruta brasilera que semeja un pecho, unidas con alambre de cobre, resume su proyecto de construir espacios de transición para superar esta frustración primordial.