Marta Minujín

Malba - Fundación Costantini, Buenos Aires

Por Victoria Verlichak | abril 12, 2011

La merecida retrospectiva de Marta Minujin (Buenos Aires, 1943), en Malba-Fundación Costantini, puso en escena su popularidad y compleja producción artística, que gira principalmente alrededor de la participación masiva del público y la alteración de las percepciones, la modificación del entorno y la creación de arte popular. Antes que muchos, la artista -que se tiñe el pelo rubio blanco, al estilo Warhol a quien conoció en 1966 y con quien realizó el simbólico Pago de la deuda externa argentina a Andy Warhol (1985)-, realizó ambientaciones e instalaciones, trabajó con arte de la tierra y supo darse cuenta de la importancia de los medios de comunicación y de la tecnología.

Marta Minujín

La muestra Marta Minujín. Obras 1959-1989, con curaduría de Victoria Noorthoorn, desplegó más de 100 obras y documentos fílmicos de acciones de los años 60, 70 y 80; junto a esculturas de los últimos 20 años exhibidas en la terraza del museo. Multifacética, la artista se formó en las escuelas de arte del país y en 1959 comenzó a exponer dibujos y pinturas “pseudo futuristas”, para luego viajar a París en 1961 con una beca del gobierno local. Desde el comienzo, instaló su figura en los medios de comunicación cuando junto con Mark Brusse realizó La pieza del amor (1962), una de las primeras obras de arte de participación en el mundo. Luego, en su primer happening La Destrucción (París, 1963) invitó al público a contemplar el incendio de su propia obra, señalando su compromiso con la discusión acerca de la “muerte del arte” y llamando la atención de muchos.

A pesar de tener una pionera trayectoria de 50 años y de haber ganado prestigiosos premios y becas; de haber realizado múltiples happenings, rutinas hippies y tecnológicas, esculturas y videos, trabajos sobre vidrio en relieve, diseños de objetos cotidianos, intervenciones urbanas, decenas de muestras, muchas de sus obras existen sólo como documentación. El concepto y montaje de la muestra resolvieron bien la carencia de obras al disponer espacios individuales dedicados a cada trabajo, enseñando fotos, recortes de periódicos, material fílmico. De modo que, además de sus pinturas iniciales y experien- cias parisinas, sus obras más emblemáticas fueron organizadas de manera cronológica.

El repaso por su obra incluyó La Menesunda (1965) y El Batacazo (1965), ambientaciones transitables en las que el espectador experimentaba emociones a través del recorrido de áreas con múltiples objetos y estímulos sensoriales. Reveló varias obras inspiradas en Marshall McLuhan -el visionario de la sociedad de la información- y en rasgos de la cultura hippie. La muestra incluyó sus proyectos de crítica sobre la realidad latinoamericana de finales de la década del 70 y las obras que desacralizan mitos, como El Obelisco acostado (Bienal San Pablo 1978) y Carlos Gardel de fuego (1981), diseñado e incen- diado para la IV Bienal Medellín. El recorrido se extendió por sus proyectos de participación masiva, en los que distribuyó alimentos entre los espectadores, elemento esencial en la répli- ca del Obelisco de Buenos Aires (1979), recubierto por 10.000 paquetes de pan dulce, y La Venus de Queso (1981) en Buenos Aires y La Torre de James Joyce en Pan (1980) en Dublín.

La muestra sumó la evocación del memorable El Partenón de Libros (1983), réplica del Partenón de Atenas construido para festejar el advenimiento de la democracia en Avenida 9 de Julio, cubierto con 20.000 libros, mayormente prohibidos durante la última dictadura militar (1976-1983) distribuidos entre el público e instituciones tras la exhibición. Las filmaciones de entonces mostraban a Minujin en fecundo diálogo con el público, como ahora, que la quiere y la siente propia.