Nicolás Lobo

Purple-Goo, Miami

Por Gean Moreno | diciembre 12, 2013

El primero de agosto, el artista Nicoláas Lobo y el desarrollador de software Dylan Romer lanzaron Purple-Goo, una aplicación para Iphone y Ipad que prolonga sonidos.

Nicolás Lobo

La misma permite que los usuarios extiendan la duración de una canción 100 mil veces. Es sorprendente como una balada pop de tres minutos puede prolongarse y convertirse en una pieza musical pegajosa que perdura varios días, una especie de zumbido infinito, de reconfortantes gárgaras que se funden y perforan la definición del sentido común sobre la música. La “app” permite esta manipulación del sonido mediante la prolongación de archivos digitales. Es una intensificación y actualización de los procesos análogos que caracterizaron a los años 90, más específicamente en la ciudad de Houston, la técnica chopped-and-screwed para mezclar tracks de hip hop inventada por DJ Screw. Se atenúa el tempo de las canciones de ese género para simular la densidad y viscosidad- y parece volar- del “purple drank”, una mezcla de codeína y jarabe para la tos con soda, la droga que eligen los que escuchan y producen las mezclas.

Lobo, quien siempre ha mostrado interés por las subculturas musicales y el potencial para afectarnos que tiene la distorsión del sonido, suele incluir canciones alargadas como componentes de audio de sus esculturas y proyectos.

La aplicación Purple-Goo facilita el manejo de audio a través de un teléfono móvil y permite que entusiastas y adolescentes aburridos produzcan música.

Además de arrebatarles el control a los productores profesionales, lo que resulta interesante de Purple-Goo es que indica un cambio exponencial en la producción artística. La aplicación fue creada y funciona fuera de los confines del formal mundo artístico y sus diversas instituciones.

El “estudio” está al límite de múltiples campos. También es la porosidad, la apertura de las fronteras. Esto sugiere un cambio, yo creo, un cambio categórico, de los artistas que incursionan en los campos culturales e industriales cercanos; artistas que hacen impresiones para Hugo Boss o diseños a pedido para BMW o hacen películas. Esta nueva categoría de artistas, si es que lo siguen siendo, asume la movilidad irrevocable de diferente modo. No existe un lugar cerrado o establecido para producir arte, física o conceptual (como suele ser para los que practican la estética situacional y post-estudio) al que se pueda regresar luego de incurrir en otros campos. Aquí, todo es inestable, “la práctica del arte” sucede en cualquier momento, aún cuando se pierde lo que el término “arte” supuestamente engloba y protege. El “estudio” representa una serie de oportunidades para modular los flujos contemporáneos más que cualquier locación física.

No es la primera vez que Lobo traspasa los confines preestablecidos en la producción de arte, desafiar los límites puede considerarse como su obra de arte. El año pasado, formó parte de un equipo cuya tarea era diseñar un algoritmo de ordenamiento para las montañas de datos de reconocimiento facial que se registran diariamente. Fue un proyecto desarrollado bajo protección de la aterradora DARPA (Agencia de Proyectos de Investigación Avanzados de Defensa) el ala de experimentos, el frente de vanguardia del Departamento de Defensa de Estados Unidos. Tener conciencia sobre esto, yo creo, genera una gran cantidad de preguntas engorrosas de suma importancia con respecto a la política de este “artista” versátil conocido por traspasar los confines del arte tradicional. Las preguntas están basadas en un gran dilema: cómo los artistas siguen siendo influencias clave del mundo actual, en el que los sitios de producción cultural parecen estar probando los fundamentos para técnicas innovadoras de depredación que el capitalismo genera constantemente.