Norberto Gómez
Fundación OSDE - 500 p., Buenos Aires
“Lo que más impactó de aquellas obras fue su carácter brutal e inmediato, que revelaba la escasa preocupación del artista por templar a través de recursos retóricos la experiencia que proponía”, señala la curadora Ana María Battistozzi, al referirse al trabajo que Norberto Gómez (Buenos Aires, 1941) comenzó a realizar en 1977. Sin duda, ese núcleo de esculturas biomórficas en resina poliéster, que traducen el dolor por las vidas extinguidas y el desgarramiento del alma de una parte del país en agonía por la dictadura militar argentina (1976-1983), sigue resultando escalofriantemente bestial. Así, aunque los trabajos de Gómez no piden la participación física del espectador, seguramente esas piezas -que se asemejan a fragmentos de esqueletos, vísceras, miembros, músculos, quemados, desollados, retorcidos, a un gran féretro calcinado- habrán de suscitar en el espectador una fuerte respuesta emocional.
La exhibición antológica Norberto Gómez. Obras 1967-2008, con más de 50 obras, desplegada en Espacio de Arte de Fundación OSDE¸ pone en primer plano la notable obra del artista y permite poner su trayectoria en perspectiva, verificar la relevancia y autenticidad de ese trabajo, arduo de realizar, arduo de contemplar. Más cuando se recuerda que esas obras fueron exhibidas en una Galería Arte Nuevo en pleno gobierno militar y, tal como recuerda la Asociación Argentina de Críticos de Arte, en el Museo Nacional de Bellas Arte; una de sus “parillas” de vísceras se mostró en la exposición organizada por la AACA denominada Argentina 78; el año del mundial de fútbol. Entonces el artista trabajó sin boceto previo, con las manos en la “masa”, en resina poliéster, la materia que (aún cuando le resultó tóxica) también le reveló otras posibilidades del trabajo escultórico; para “provocar a la memoria” persistió en esa serie hasta 1983.
Pero con anterioridad, tras su primeros estudios, Gómez partió a París 1965 y trabajó en el taller de Julio Le Parc. Acá se incluyen iniciales piezas escultóricas con planteos geométricos, desarrollos cinéticos y ópticos, otras que muestran su incursión al minimalismo, algunas posteriores que parecieran haber padecido un “derretimiento”, disolviendo sus formas hasta reducirse a una masa informe.
Tras las esculturas con carne maltratada, cuerpos torturados, vísceras desfiguradas, se exhiben armas de aspecto medieval -que quizás representen los elementos que infligieron el dolor exhibido- realizadas con cartón pintado, pese a su aspecto pesado y metálico. Luego, un enigmático pórtico tallado en yeso conduce a las obras de finales de los años ’80. Son esculturas con tonos irónicos y provocativos que encubren falsedades y dan vida a representaciones de personajes híbridos, caricaturescos, con tintes mitológicos, militares y sacros, e ilusoriamente importantes en sus pedestales en resina poliéster, yeso policromado. Asimismo, pueden verse las Manos en yeso del notable artista, que se animó a confrontar al espectador con la fealdad y lo repulsivo, sabiendo, con Arthur Danto, que “una obra de arte actualmente no tiene límites ni mandatos estéticos. (…) El imperativo de la pureza que definió la última fase del modernismo no tiene particular relevancia en la práctica y en la sensibilidad artística actual”. En coincidencia, Castagnino Roldán exhibe una serie de dibujos digitalizados del artista.