Paulo Bruscky

Elogio de lo transitorio

Por Jacopo Crivelli Visconti | junio 21, 2010

Una de las varias veces en que, durante el régimen militar que dominó a Brasil a partir de 1964, Paulo Bruscky fue apresado e interrogado, “un agente federal dijo: ‘Entonces, si yo arranco un pedazo de ese piso y lo coloco en la pared, ¿eso es arte?’ Yo respondí: ‘Si usted lo coloca, no. Si yo lo coloco, es que es arte’”.

Você pode conhecer toda a verdade sobre a guerra mundial, 1976. Envelope/collage, 4.3 x 9 in. Sobre/collage, 11 x 23 cm.

La anécdota puede servir bastante bien como introducción a la obra de uno de los artistas brasileños más fecundos y originales de la segunda mitad del siglo XX, al dejar traslucir de manera inequívoca la profunda ironía, el constante compromiso sociopolítico, la coherencia valerosa e inquebrantable de uno de los pioneros del arte conceptual en Brasil. Bruscky nació en 1949 en Recife, capital del estado de Pernambuco, en el norte de Brasil, una ciudad con gran tradición pero bastante descentralizada en relación al eje Río de Janeiro-San Pablo, donde se concentra la gran mayoría de artistas, críticos, instituciones y galerías de arte. A pesar − o tal vez precisamente como resultado − de esta aparente marginalidad, Bruscky logró, aun habiendo iniciado su carrera en los años más opresivos de la dictadura brasileña, crear un conjunto de obras plenamente sintonizadas con las tendencias de la época, a través de su énfasis en el aspecto conceptual o básicamente proyectual, de pura potencia, de la obra de arte. De hecho, sus primeras exposiciones datan de 1966-67, esto es, exactamente el mismo período en que la crítica estadounidense Lucy Lippard, en su clásico, Six Years, sitúa el inicio del proceso de desmaterialización de la obra de arte.

En los últimos años, la obra de Bruscky está siendo masivamente redescubierta, tanto en Brasil como en el exterior, a través de la publicación de algunas monografías, de la participación en eventos importantes (Bienal de San Pablo y de La Habana, entre otras) y de grandes exposiciones individuales, como la que está programada para el año próximo en el Instituto Valenciano de Arte Moderno (IVAM) de Valencia. Pero este interés de la crítica y del mercado no deja de ser una novedad: a causa de la naturaleza efímera y la intangibilidad de gran parte de su producción, muchas de las acciones y experimentaciones más radicales de Paulo Bruscky fueron prácticamente desconocidas por largos años. Incluso en este aspecto podría decirse que su trayectoria ejemplifica y sintetiza la Weltanschauung (contemplación mística) del artista conceptual, aparentemente poco interesado en obtener el reconocimiento de las instituciones o del mercado.

A lo largo de una carrera de más de cuatro décadas, Bruscky jamás dejó de experimentar y de innovar: empleó fotocopiadoras, máquinas heliográficas y mimeógrafos, además de estampillas y matasellos; utilizó los equipos médicos del Hospital Agamenon Magalhães, donde trabajó durante varios años, produciendo, entre otras obras, el libro de artista O meu cérebro desenha assim (1976), creado a partir de una serie de encefalogramas; organizó la primeras exposición de Arte Postal (1976, clausurada por la policía) y de Arte Callejero (1981), en Brasil, ambas presentadas en Recife; creó también obras sonoras, organizando en 1979 un Ra(u)dio Art Show, que llegó a ser transmitido en vivo por radio. Además concibió innumerables proyectos más o menos utópicos, como el que transformara a la ciudad de Recife en una exposición colectiva (compuesta por “obras” como A Avenida Guarapés à noite; A madrugada na Avenida Conde da Boa Vista, etc...), o el extraordinario Cinema de Inversão/Invenção (1982), que propugnaba la transformación del espacio entre los durmientes de una línea férrea en fotogramas retroiluminados de un film que sería proyectado desde dentro de un tren en tránsito, adquiriendo así una impresión de movimiento.

internacional extremadamente dinámica y activa, exponiendo con cierta regularidad en el exterior, además de establecer contactos con miembros de grupos como Gutai y Fluxus, cuyas poéticas tuvieron una influencia bastante evidente sobre su obra. En Brasil, el Museo de Arte Contemporáneo de la USP en San Pablo, dirigido entre 1963 y 1978 por Walter Zanini, se convirtió en punto de referencia fundamental para Bruscky y varios otros artistas, organizando diversas exposiciones de arte postal a pesar de la vigilancia del régimen, muy difidente en relación a una producción tan intangible y que de hecho permitía burlar la censura con frecuencia. En esos mismos años, otras iniciativas debieron ser interrumpidas forzosamente: los anuncios poéticos e inventivos creados a partir de 1977 en colaboración con el artista Daniel Santiago para ser publicados en periódicos de Recife y de otras ciudades brasileras, por ejemplo, tuvieron que ser suspendidos porque los propios periódicos se negaban a proseguir con la publicación. El anuncio de una manguera para apagar palabras (“utilice lo que quiera y apague lo que no le interesa”), o de una Composición Auroral (“El equipo Bruscky- Santiago propone exponer una aurora tropical artificial colorida, provocada por la excitación de los átomos de los componentes atmosféricos a 100 kilómetros de altura...”) no podían dejar de atraer la mirada desconfiada del régimen. A partir de los años noventa, Bruscky amplía su producción de pequeños objetos o poemas visuales, con especial énfasis en una gran serie de libros de artistas, en muchos casos simples cajas con apariencia de libro, adornados con frases que componen juegos de palabras irónicos y cáusticos.

En 2004, Bruscky fue invitado a participar en la 26a Bienal de San Pablo con un conjunto de obras, su atelier, que fue transportado desde Recife y reconstruido en el pabellón de la Bienal. A través de este desplazamiento, el curador alemán Alfons Hug ratificaba la importancia del archivo del artista, señalando de paso la aparente contradicción de una obra que, a pesar de lo que la crítica considera una inmaterialidad ontológica, pide ser apreciada en su fisicalidad. La manera en que las obras postales (mas no meramente postales) de Bruscky y de sus innumerables corresponsales epistolares internacionales ocupan hasta el último rincón del atelier del artista vuelve tangible a la red de relaciones, intercambios, polémicas y luchas instauradas a partir de Recife a lo largo de varias décadas, demostrando en última instancia la persistencia del artista y la relevancia de su obra en ese período tan determinante de la historia reciente del país.

Perfil:

Paulo Bruscky es un artista brasileño residente en Recife, volcado desde los años 70 hacia las acciones de vanguardia y el experimentalismo. En 1981 se hizo acreedor a la Beca Guggenheim de Artes Visuales. Pionero del Arte Postal y del Arte de la Copia en Brasil, realiza proyectos de performance, instalaciones, video y lenguaje multimedia. Lo representa la Galería
Nara Roesler.