LEANDRO ERLICH

El delgado umbral entre la realidad y la ficción

Por Batkis, Laura
Argentina
 
Erlich reconstruye la realidad y lo hace a su manera, libremente. Involucra al público en sus obras y lo hace provocando vivencias desconcertantes. Todo lo que aparenta ser natural de pronto es extraño. Juega; nos despista.
LEANDRO ERLICH

Erlich reconstruye la realidad y lo hace a su manera, libremente. Involucra al público en sus obras y lo hace provocando vivencias desconcertantes. Todo lo que aparenta ser natural de pronto es extraño. Juega; nos despista. Nos obliga a perder todas las certezas para luego, simplemente aceptar el nuevo "estado de las cosas". Nos enseña a desaprender lo aprendido para que no nos olvidemos, tampoco nosotros, de jugar.

Leandro Erlich (1973) es hoy uno de los artistas argentinos jóvenes con mayor proyección internacional. Entre las muchas exposiciones en las que participó en el exterior, cabe destacar su participación en la 7ª Bienal de La Habana, Cuba en 2000, la Whitney Biennial en Nueva York el mismo año, Bienal de Venecia (2001), Bienal de Busan, Corea del Sur (2002), y la Bienal de San Pablo (2004). En la reciente Feria Art Basel Miami Beach su obra Ecléctica (la simulación de una vidrierí­a) convocó a una enorme cantidad de espectadores que esperaban para ingresar en la instalación.
Erlich estudió en la Escuela Prilidiano Pueyrredón. En 1994 fue becado por la Fundación Antorchas e ingresó en el Taller de Barracas, donde tuvo como maestros a Luis F. Benedit y Pablo Suárez. A través de la Pan American Cultural Exchange Foundation participa del Core Program en la Glassell School of Arts, Museum of Fine Arts, Houston, Texas, entre 1997-1998. Posteriormente se instala en Nueva York y hoy alterna su residencia entre Parí­s y Buenos Aires.
Las instalaciones de Erlich ponen en cuestión la naturaleza ontológica de lo que usualmente denominamos "realidad". La obra Ascensor, de 1995, consiste en una puerta de ascensor donde la botonera y demás elementos que usualmente van en el interior de la cabina están afuera. A través de las rejas se puede observar el interior del habitáculo. Un juego de espejos da la sensación de profundidad cuando el espectador mira hacia abajo. La inversión de los elementos (interior-exterior) es una constante que estará presente a lo largo de todas sus obras. Como en Vecinos (1997), una puerta con el portero eléctrico colocado en la parte de afuera ya genera cierta extrañeza en el visitante, que se ve tentado a mirar por la mirilla. En esta obra se percibe la seducción que ejerce sobre nosotros el mirar y ser mirado. Y nos hace reflexionar sobre el lugar que ocupa la mirada en el arte, la sensación de realidad vigilada mediante sistemas de control y todo un entramado de connotaciones que son parte del mundo globalizado de hoy. Uno de los aspectos más notorios en los trabajos de Erlich es cómo el artista capta la sensación de pérdida de vida privada en el mundo actual y la imposibilidad de vivir en el anonimato cuando mediante un buscador en la web casi todos los habitantes que circulan por muestras de arte están de algún modo u otro registrados y clasificados. Esta noción de lo privado convertido en público está presente también en La Vista (1997). A través de la persiana de una ventana, se pueden observar escenas de la vida cotidiana de los vecinos que han sido filmados en 7 televisores de 5 pulgadas. La tentación de vivir en un edificio alto, bajar la intensidad lumí­nica y mirar a los vecinos por la ventana es parte de una tradición que es innata en el ser humano. Erlich nos hace sentirnos culpables de cometer el inquietante delito de meternos en la vida del otro sin permiso. Como en Étant Donnés de Duchamp, hay un pequeño orificio para mirar la escena y descubrir el enigma. Un enigma que sitúa al espectador en el lí­mite de la incertidumbre frente a lo que percibe, poniendo en cuestión, por lo tanto, todo el mundo que lo rodea y la manera de entender la realidad.
La idea del doble es marcada en la instalación El Living Room, (1998). El artista construye 2 sets de livings con objetos varios de uso cotidiano, puestos de manera invertida y separados por un muro abierto que recrea falsamente la vista de un espejo. El visitante entra, tiene la sensación de que es todo correcto, y de pronto algo no es ni tan normal, ni tan correcto, porque no percibe su imagen en el espejo. Y esto simplemente por la ausencia del mismo y porque no hay reflejo sino reconstrucción asimétrica de la misma situación.
Las instalaciones de Erlich están ligadas al situacionismo porque ponen en acción situaciones que se generan en el momento en el que el que mira acciona su cuerpo. Es un arte de acción y performativo, pero el performer no es el artista sino el espectador. A él le es dada toda la libertad interpretativa de la obra para decodificar dónde está la realidad y qué es la realidad. Si el sonido en la obra Lluvia (2000) es real o proviene de un sistema de audio, si el agua que ve circular por la ventana es parte de una temible tormenta que invade todo el ambiente con el estruendo de los relámpagos.
Hay algo de juego en este artista, un esquema lúdico de parque temático que nos hace reflexionar sin carga dramática, pero con la intensidad que provoca la sorpresa en cada una de sus obras. Una sorpresa que a veces se convierte en estupor, como en los juegos infantiles. El delgado lí­mite entre la risa y el llanto como cuando el carrito de la montaña rusa está a punto de caer en un parque de diversiones. Las obras de Erlich provocan cierto temor de infancia, sorpresa y fascinación.
Podemos meternos adentro de su Pileta (1999-2001) sin mojarnos, y observando desde abajo del agua, simuladamente, cómo es el mundo en la superficie. Para ello, el artista construyó una pileta de natación tí­pica con escalera, drenaje y paredes curvas. En una de las paredes laterales hay un acceso que permite la entrada del público al interior de la pileta vací­a. En la superficie, sobre un acrí­lico se suspende una lámina de agua dando la apariencia de una pileta llena. La ilusión de estar frente a una pileta llena se quiebra cuando se ve al público recorriendo el interior de la misma.
En Las Puertas (2004) de la Bienal de San Pablo también se ingresaba a un lugar que parecí­a ser muy luminoso desde el exterior pero que se oscurecí­a en el momento de abrir la puerta. En cada momento en el que nos parece entender la realidad, Erlich nos despista y tenemos que volver a realizar todo el camino de desaprender lo aprendido para permitir el acceso a una interpretación diferente de la realidad. Y volver a construir maneras de percibir el mundo que nos devuelvan la capacidad de juego, sorpresa y goce que olvidamos cuando dejamos el Paraí­so.

"Es un arte de acción y preformativo, dónde el performer es el espectador."

Leandro Erlich nace en 1973 en Buenos Aires, Argentina. A pesar de su juventud cuenta con un extenso recorrido por los principales museos, bienales y galerí­as del mundo. En 1999 expone en el Museum of Fine Arts de Houston, E.U.A. Durante el año 2001 obtiene el Prix UNESCO, Bienal de Istanbul. En el 2002 se presenta en la Galerí­a Gabrielle Maubrie de Parí­s y en la Bienal de Busan en Korea. En el 2005 participa en la 49 Bienal de Venecia y en el año 2006 en MACRO de Roma. El 21st Century Art Museum de Kanazawa, Japón cuenta con una instalación permanente de su autorí­a. Erlich divide su tiempo entre Buenos Aires y Paris.