16° BIENAL DE LYON – MANIFESTO OF FRAGILITY
Concebida entre una pandemia y una guerra en Europa, la 16a edición de la Bienal de Lyon “Manifesto of fragility”, afirma la fragilidad como intrínsecamente ligada a una forma de resistencia iniciada en el pasado, en sintonía con el presente y capaz de afrontar el futuro.
Imaginada por los curadores Sam Bardaouil y Till Fellrath, como una declaración colectiva formada por palabras, imágenes, sonidos y movimientos de 200 artistas, dando un lugar privilegiado a los de Medio-Oriente, de más de 40 países y dispersa en 12 lugares, convoca a un conjunto de voces resilientes a proponer un manifiesto para un mundo irremediablemente frágil.
Abierta al mundo y a la compleja historia de Lyon, la Bienal reúne obras y objetos creados a lo largo de casi dos milenios que evocan, cada uno a su manera, la vulnerabilidad de las personas y lugares, pasados y presentes, cercanos y lejanos. Se estructura en torno a tres estratos distintos pero interconectados, dentro de los cuales se exploran respectivamente la fragilidad y la resistencia a través del prisma del individuo, la ciudad y el mundo.
En el enorme hangar de la fábrica Fagor, el resultado es grandilocuente pues, las obras son de hecho muy narrativas con historias subyacentes a veces íntimas y a veces históricas. Presenta numerosas obras monumentales como la pieza en tejido elástico y globos inflados de Eva Fábregas (España); a medio camino entre lo humano y lo vegetal estas germinaciones oscilan entre la fragilidad y la resistencia. Un poco más allá, José Dávila (México), hace malabarismo entre lo estable y lo precario. Sus muebles y objetos encontrados en Lyon resisten las fuerzas de la gravedad gracias a rocas o bloques de hormigón que actúan como contrapesos, manteniéndose el conjunto unido por correas. Revelación de esta bienal Sylvie Selig (Francia), nacida en 1941, la decana de esta Bienal presenta su universo de cuentos encantados y chirriantes. Una Weird Family de veintiocho criaturas, lienzos pintados y bordados, y sobre todo Stateless, un fresco de 50 metros de largo. Seguimos a una joven migrante, una liebre y la letra de una canción de Bob Dylan. Avanzando en ese laberinto somos interpelados por la instalación “Virgo” de Pedro Gómez- Egaña (Colombia), el interior de un apartamento con dormitorio, cocina y aseo que recortó. El artista invita a través de esa puesta en escena a repensar los espacios de la vida cotidiana, donde las fronteras que separan las disciplinas –mecánica, música, psicología, historia– son los más problemáticos; exhibe lo que, a primera vista, parecen ser sistemas autónomos que funcionan armoniosamente. ¿Como vivir en un lugar así́? Se ingresa a través de una especie de túnel tranquilizador y a la vez inquietante, no se sabe en que habitación estamos. Sin embargo, al revelar los dispositivos que permiten el funcionamiento de estos sistemas, el artista muestra al público las fallas en la maquinaria y las trayectorias insostenibles que genera y que precipitan los sistemas más globales hacia el colapso.
Néstor Jiménez (México) se interesa por lo que lo rodea para comprender mejor la historia de la evolución de los paisajes ideológicos, que observamos a través de los cambios en las condiciones de vida en la periferia urbana. En “Vieja Disciplina” examina la deteriorización administrativa y económica del sistema de trabajo mexicano después de la introducción del modelo neoliberal de los anos 80. Dominado por sombras oscuras, que evocan la atrofia y la monotonía del trabajador, su instalación es la metáfora del sufrimiento humano. En su enfoque artístico, Daniel Otero Torres (Colombia) cuestiona la forma en que las migraciones multidireccionales –de personas, animales, sistemas de conocimiento– a través de hemisferios, culturas e historias, enriquecen nuestro mundo en innumerables formas de percibir la realidad. Al final del recorrido Hans Op de Beeck (Bélgica) ocupa una nave completa con una instalación inmersiva enteramente gris; que se asemeja a un camping abandonado bajo una capa de cenizas que recuerda a los desastres ecológicos que vemos cada vez más. Como una ciudad fantasma puede ser percibida como un “memento mori” que nos evoca la vanidad de la existencia humana.
Otro lugar de exposición, el antiguo Museo Guimet acoge una serie de obras relacionadas con la etnología y los seres vivos, es el caso de la instalación monumental de Ugo Schiavi (Francia) “Grafted Memory System” un paisaje hibrido, a la vez mecánico y natural donde plantas y ordenadores se escapan de sus jaulas de cristal como una arqueología del futuro; y la obra de Daniel de Paula (Brasil) que imagina una instalación video y escultural en dialogo con una máscara funeraria romana. Leyla Cárdenas (Colombia) recrea la fachada del museo Guimet que evoca su trágica lucha, la de un museo vacío que no tiene más que mostrar que su abandono. Estos vestigios reaparecen en su obra en forma de imágenes espectrales adheridas a telas estiradas y deshilachadas. Cárdenas invita a estos restos arqueológicos a reinvertir la conciencia colectiva como signos culturales y físicos del pasado y pistas sobre el futuro que aguarda a las civilizaciones contemporáneas.
En el MACLyon, la sección de la Bienal titulada “Beirut and the Golden Sixties” vuelve a visitar un período rico y fascinante, pero poco conocido, de la producción artística y del compromiso político en Beirut; repasa un capítulo deslumbrante y desconcertante en el desarrollo del modernismo, entre la crisis libanesa de 1958 y el comienzo de la guerra civil del Líbano en 1975. Con más de 230 obras de arte de 34 artistas y 300 documentos de archivo de más de 40 colecciones privadas, se abren nuevas perspectivas sobre un período crucial de la historia de Beirut. Notable la instalación del dúo de cineastas visuales Joana Hadjithomas y Khalil Joreige que realizaron un montaje increíblemente poderoso en torno a la explosión de agosto del 2020 titulada “Where is My Mind”.
Es evidente detectar a lo largo de toda la Bienal, el proceso de juzgar, construir y destruir los códigos por parte de los artistas. Tomando posesión de los diferentes espacios nos muestran un paisaje construido por una sobrecarga de imágenes fragilizadas por un ecosistema que se impone naturalmente al visitante a medida que avanza; transformado en actor, solo le queda deambular por ese laberinto incierto de estéticas diferentes y utopías plásticas sorprendentes. Dentro de un archipiélago de obras que son sucesivamente escenas o paradas que conducen al paseante a aminorar la marcha, la Bienal, propone un paisaje en transición, una amplia variedad de posiciones que ayudan a construir un mosaico matizado de narrativas al que los artistas, particularmente sensibles a los impactos sociales, políticos, económicos y ambientales, están ansiosos por responder.