CATALYSTA: NUEVAS COORDENADAS PARA EL ARTE LATINOAMERICANO
Por María Paula Suarez
Entrevista a Valerie Cabrera Brugal, fundadora de Catalysta
En un momento en el que el sistema del arte atraviesa profundas transformaciones, marcado por la precarización del trabajo artístico, la crisis de las instituciones tradicionales y la necesidad de repensar los canales de circulación, proyectos como Catalysta emergen como brújulas que señalan nuevas formas de habitar y activar el ecosistema cultural.
Fundada por Valerie Cabrera, una gestora cultural joven que ha construido su trayectoria desde una posición independiente, Catalysta se ha consolidado como una plataforma clave para artistas latinoamericanos, no solo por su capacidad de articular una curaduría comprometida con una estrategia digital ágil y accesible, sino por proponer un modelo de acompañamiento integral que trasciende el formato tradicional de galería.
Desde sus inicios, Catalysta ha apostado por expandir el proyecto de cada artista a través de alianzas estratégicas, participación en ferias internacionales y un acompañamiento personalizado que se adapta a las particularidades de cada práctica. Esta movilidad, que opera sin un espacio físico fijo, ha permitido una relación más fluida con el mercado, explorando modelos alternativos de legitimación y comercialización, sin renunciar a una línea conceptual clara que sostiene y da sentido a sus propuestas curatoriales.
Desde mi lugar como artista vinculada a la galería desde sus comienzos, he sido testigo del modo en que Catalysta ha respondido con agilidad, coherencia y sensibilidad a los desafíos del presente. Su apuesta por una circulación crítica del arte latinoamericano , sin exotismos ni fórmulas exportables, ha abierto nuevas posibilidades de exposición, coleccionismo y diálogo en escenarios como Nueva York, Miami o Bogotá.
En esta conversación con Valerie, me interesa profundizar en las raíces del proyecto: comprender cómo se ha construido esta visión curatorial situada, qué estrategias han sido clave para sostener una presencia internacional sin espacio físico, y cómo imagina el futuro del arte latinoamericano desde una perspectiva joven, feminista y latinoamericana, en el centro mismo del circuito global.
-
Valerie Cabrera Brugal. Foto: Anabella Padula. Cortesía Galería la Cometa, Miami
Catalysta nació en un contexto de transformación cultural, económica y tecnológica dentro del sistema del arte. Más allá de la intuición inicial que motivó su fundación, ¿cómo dialoga hoy la galería con las urgencias y tensiones del presente? ¿Qué lugar busca ocupar Catalysta dentro del ecosistema del arte latinoamericano contemporáneo?
El proyecto nació en un momento de cambio profundo dentro del sistema del arte, en el que se hacían evidentes las limitaciones de los modelos tradicionales de exhibición, representación y comercialización. La necesidad inicial que motivó su creación fue la de visibilizar y apoyar a artistas contemporáneos de América Latina, brindándoles un espacio curado y profesional donde su obra pudiera llegar a nuevas audiencias más allá de los circuitos convencionales.
La intención detrás de Catalysta fue doble: por un lado, responder al creciente interés internacional por el arte latinoamericano, y por otro, facilitar el acceso a la colección de arte para una nueva generación de coleccionistas que buscaban adquirir obras con significado, contexto y calidad, pero sin las barreras muchas veces impuestas por el mundo del arte tradicional.
Desde su lanzamiento en 2020, Catalysta ha evolucionado desde una galería digital hacia un proyecto híbrido que combina presencia online con activaciones físicas como pop-ups, colaboraciones con galerías, y ferias de arte. La visión se ha ampliado para incluir no solo la venta de obra, sino también la transmisión del concepto y del mensaje detrás de cada artista, creando conexiones más profundas entre creadores, coleccionistas. Hoy, Catalysta continúa explorando formas innovadoras de representación, con un fuerte compromiso hacia la equidad, la curaduría rigurosa y la construcción de comunidad.
-
Future Fair Booth
Uno de los ejes de Catalysta ha sido proponer un modelo curatorial que combina acompañamiento artístico con una presencia digital estratégica. ¿Cómo ha evolucionado ese modelo con el tiempo y qué aprendizajes te ha dejado en relación con las dinámicas de visibilidad y mercado, particularmente para artistas jóvenes y emergentes?
Desde el principio quise que Catalysta fuera un proyecto que pudiera habitar con naturalidad tanto el mundo digital como el físico. Después de varios años de experiencia trabajando en el ámbito institucional y privado del arte, veía lo inaccesible que podía ser ese entorno para muchos artistas y también para nuevos coleccionistas. Me interesaba crear una plataforma que ofreciera una curaduría rigurosa y comprometida, pero que al mismo tiempo aprovechara la tecnología para conectar con audiencias más amplias y derribar barreras geográficas.
La idea del modelo híbrido surgió de esa necesidad: el espacio digital nos permite mantener una presencia constante, ágil y global; mientras que las experiencias físicas, como ferias, exhibiciones pop-up o colaboraciones con galerías, nos permiten generar vínculos más íntimos y situar las obras en contextos reales, afectivos.
Implementar este modelo en diferentes escalas y territorios me ha enseñado a ser flexible y a escuchar. Cada lugar tiene su propia dinámica, pero algo que se repite es el deseo genuino de descubrir arte con identidad, con narrativa, con contenido. Ese balance entre lo local y lo global, entre lo curatorial y lo estratégico, es algo que seguimos afinando constantemente en Catalysta.
Desde su origen, Catalysta ha apostado por una relación horizontal con los artistas. ¿Podrías profundizar en cómo se construye el vínculo horizontal entre Catalysta y sus artistas a largo plazo? ¿Qué criterios guían tu decisión de representar a un artista, y cómo se equilibra el acompañamiento simbólico con la sostenibilidad económica de sus carreras?
Para mí, el acompañamiento curatorial no se trata sólo de seleccionar obras o diseñar exhibiciones, sino de construir un diálogo constante con el artista, de estar presente en sus procesos y de entender hacia dónde quiere ir con su práctica. En Catalysta concebimos ese acompañamiento como algo horizontal, donde se genera una confianza mutua que permite pensar juntos estrategias, proyectos y narrativas que fortalezcan tanto el desarrollo simbólico como profesional de cada artista.
El arte no sucede en aislamiento, y muchas veces una mirada externa, sensible y comprometida puede abrir nuevas posibilidades para el artista, ya sea a través del contexto adecuado para una obra, o la forma de presentar su trabajo ante el público y el mercado. Acompañar curatorialmente también implica estar atenta a los tiempos del artista, a sus inquietudes, y a cómo evoluciona su lenguaje.
Desde Catalysta buscamos que ese vínculo sea genuino, duradero y respetuoso, porque creemos que el crecimiento artístico se potencia cuando hay espacio para el diálogo, la escucha y la colaboración real de una forma personal con cada artista que representamos.
Nueva York es un escenario clave pero también competitivo. Desde tu experiencia como curadora y gestora latina en este contexto, ¿cómo percibes actualmente el mercado del arte para artistas latinoamericanos? ¿Qué oportunidades y desafíos específicos enfrentan las galerías independientes al intentar posicionar voces emergentes en el circuito internacional?
El mercado del arte en Nueva York ofrece una visibilidad invaluable para artistas latinoamericanos, pero también impone desafíos importantes. Aunque hay un interés creciente por nuestras voces, muchas veces se filtran a través de estereotipos o lecturas simplificadas.
Para galerías independientes como Catalysta, el reto está en posicionar prácticas auténticas y críticas sin diluir su esencia para encajar en el mercado. Pero también hay oportunidades muy valiosas: la flexibilidad, la cercanía con los artistas y el tipo de relación que podemos construir con ellos. Al mismo tiempo, el contexto de Nueva York nos ofrece un público diverso, curioso y abierto, que es casi como una muestra del mundo. Poder presentar el trabajo de nuestros artistas en ese escenario implica abrir conversaciones que trascienden lo geográfico y activar nuevas formas de conexión que enriquecen tanto al público como a la obra.
Esa es precisamente la misión de Catalysta: ser un puente sólido y sensible entre artistas latinoamericanos y el mundo con una visión humana y contemporánea.
Catalysta ha participado en ferias y establecido alianzas con otras instituciones como La Cometa. Más allá de la visibilidad que estas instancias ofrecen, ¿cómo piensas estratégicamente estas colaboraciones? ¿Qué tipo de redes o complicidades consideras fundamentales para sostener una práctica curatorial crítica y con alcance regional?
Las alianzas han sido fundamentales en la estrategia de Catalysta desde el inicio. Creo profundamente en la colaboración como una herramienta para amplificar, no solo para crecer. Trabajar con espacios como galería La Cometa Miami o participar en ferias como Art on Paper New York ha sido una forma de generar puentes entre distintas escenas y públicos, y de posicionar a nuestros artistas en contextos donde su obra puede tener una resonancia más amplia.
-
Evento en Galería la Cometa, Miami FL, Julio 2025
Estas colaboraciones nos permiten unir fuerzas con otros proyectos que comparten valores similares como el compromiso con la calidad, la experimentación y la representación de voces latinoamericanas contemporáneas. Al mismo tiempo nos obligan a repensar constantemente nuestra forma de operar, de curar, y de conectar con las audiencias.
Mirando hacia el futuro, uno de los proyectos que considero clave es seguir explorando modelos híbridos, tanto en formato como en territorio. Estamos trabajando en iniciativas que combinen residencias, exhibiciones itinerantes y espacios temporales que nos permitan seguir activando distintas ciudades de América Latina y Estados Unidos. Para mí, el reto está en expandir el alcance sin perder la cercanía, y el vínculo humano que nos caracteriza con cada artista y cada cliente.
Como mujer joven que ha construido una trayectoria curatorial desde una posición independiente, ¿Qué obstáculos estructurales has enfrentado en el campo institucional? ¿Cómo crees que tu perspectiva contribuye a transformar los modos en que se concibe la práctica curatorial hoy?
Construir una trayectoria curatorial desde una postura alternativa implica navegar muchas tensiones: la de sostener una visión propia mientras te insertas en un sistema que todavía responde a estructuras muy tradicionales, la de generar impacto sin los recursos institucionales, o incluso la de tener que justificar tu legitimidad constantemente, especialmente siendo mujer joven y caribeña en espacios altamente codificados.
Uno de los mayores desafíos ha sido abrir espacio sin tener que pedir permiso, y al mismo tiempo mantenerme fiel a una ética de trabajo basada en la colaboración, la escucha activa y el compromiso con los artistas. También ha implicado aprender a negociar, a construir redes sostenibles, y a habitar los márgenes sin perder presencia.
Todo esto también ha abierto posibilidades inmensas. La independencia me ha permitido diseñar un modelo propio, más ágil, más experimental y más conectado con los tiempos que vivimos. Me ha dado la libertad de trabajar desde una perspectiva curatorial que no responde a sistemas tradicionales, sino que se construye desde la intuición, la cercanía con los artistas y la voluntad de generar sentido, no sólo exhibiciones.
También me ha permitido tejer redes auténticas, crear espacios de visibilidad para voces que muchas veces quedan fuera del radar, y adaptar cada proyecto al contexto en el que se inserta, con sensibilidad y flexibilidad.
Mi apuesta es seguir ampliando ese campo desde la acción: proponiendo nuevas formas de exhibir y promocionar, de acompañar procesos artísticos, y de construir puentes entre contextos diversos. Porque al final, lo que más me interesa es que el mundo del arte sea más colaborativo, abierto para todos y transparente.
*Imagen de portada: Valerie Cabrera Brugal. Foto: Anabella Padula. Cortesía Galería la Cometa, Miami.

