MEMORIAL DE ARTURO CUENCA EN EL AMERICAN MUSEUM OF THE CUBAN DIASPORA

Por Adriana Herrera Téllez

El memorial del artista cubano Arturo Cuenca Sigarreta (1955-2021), realizado en el mismo 21 de septiembre de su nacimiento en el American Museum of the Cuban Diaspora, fue un evento simbólico, seguramente el primero de muchos que, tras su temprana muerte, permitirán conciliar al fin en las instituciones artísticas el reconocimiento al conjunto visionario de la obra de este creador indócil y complejo, que encarnó como pocos un modo de crítica al poder, tanto  institucional como político, que no transigió con la conveniencia.

MEMORIAL DE ARTURO CUENCA EN EL AMERICAN MUSEUM OF THE CUBAN DIASPORA

Este gran pionero conceptual ─uno de los avatares de sus posibilidades en un medio como la fotografía, según reconocía en 1993 la crítica Julia Herzberg─ irrumpió con sus trabajos en múltiples medios, tan admirados como incomprendidos, en las prácticas del arte cubano en los ochenta; dejó sus huellas vibrantes en el México de fines de esa década e inicios de los noventa, como “mentor y fundador de la Galería Nina Menocal”, según la galerista que lo considera “pionero del arte contemporáneo en esta ciudad azteca”; e irradió luego su irreverencia creativa en Nueva York y Miami. En esta última ciudad, críticos y artistas admiten el valor de ese sostenido performance de resistencia a todas las formas de poder omnímodo ─desde las tiranías políticas hasta el control absolutista de los medios masivos─ que fue su vida entera.

 

El memorial se inauguró con las palabras de la directora del Museo, Carmen Valdivia, quien destacó la importancia de esa “celebración de la vida de Arturo Cuenca” a la que asistieron cerca de un centenar de personas. La conmemoración surgió como iniciativa de los coleccionistas Arturo y Liza Mosquera que no sólo lo incluyeron en diversas muestras de su colección en museos o en sus espacios alternativos de arte, Farside Gallery y Art @ Work, sino que tuvieron “el privilegio de presentar su último proyecto creativo The Facebook Work, entre noviembre de 2019 y junio de 2020”. Arturo Mosquera recordó que escuchar los brillantes monólogos de este “genio, creador y activista político por excelencia” era hipnotizante.

 

El homenaje, al cual asistió la hermana de Cuenca, Ingrid Carmenate, se inició con un video de Adonis Díaz que incluyó las palabras de su hermano José Antonio Jordán Sigarreta, leídas por la actriz Gretel Trujillo: “Arturo no era un creador de obras de arte; el arte era su vida. Llevaba el arte en sus ideas, en sus gestos, en su forma de vestir, en su sonrisa franca, en la manera inusitada en que abordaba una reunión y se convertía en el centro mismo del suceso; la discusión se trocaba entonces en una fiesta, la fiesta en una razón para magnificar la vida”.

 

La escritora Wendy Guerra lo había despedido poco antes con estas palabras: “…mi profesor de teatro japonés, mi peluquero, mi diseñador privado, el hombre que me enseñó la vía estética en la cual el arte y los vestidos se convierten en escudos. Adiós, saltimbanqui querido. Este es el fin de una era”. “Como todos los que alguna vez conocieron a Cuenca ─escribió la periodista Silvana Paternosto en un artículo publicado por Financial Times─me considero afortunada de haber conocido este espíritu independiente…”. Escribió que el artista que alguna vez se enfrentó al ideólogo de la Revolución, Carlos Aldana, convirtiéndose en "el campeón de la libertad de expresión" que "enfureció a Castro"; ha cobrado una nueva vida tras su reciente muerte, cuando los mismos manifestantes callejeros que el pasado julio reclamaban esa libertad de un modo nunca antes visto en la isla, empezaron a hacer circular un video de los ochenta en el que Cuenca aparecía "pintando, danzando, jugando ajedrez, y, por supuesto, hablando".

Cuenca fue incontenible en su modo de enunciar la verdad desde su época de estudiante, como rememoró un miembro del público, Wifredo Ramos, que espontáneamente evocó una ocasión en la cual, durante un ejercicio crítico en el que él mismo participó, junto con artistas clave de su generación como Consuelo Castañeda y Humberto Castro, Cuenca atribuyó en público el impronunciable calificativo de “dictadura” al régimen y se negó al esfuerzo de sus compañeros por atenuar sus palabras para evitar las fuertes consecuencias.

 

El músico, filósofo y crítico Alfredo Triff corroboró en su intervención que Cuenca, “performativo, jovial, curioso, musical, jodedor”, era, sobre todo, un discutidor que “tenía un apego suicida a la verdad”. “Ir contra el sistema del arte significa desaparecer como artista”, puntualizó en una reseña publicada en Rialta sobre su última exhibición, donde describió que Cuenca, “la teoría hecha carne”, se había estrellado en esa lucha desigual. En su texto comentaba el título de una de sus “fotosofías” ─esa categoría inventada por él─, Holocastro or The Grand Dictraitor: “El manido vocablo holocausto deviene Holocastro, y Great Dictator, título de la película más comercial de Charlie Chaplin (1940), deviene Dictraitor (dictador/traidor)”. En el memorial evocó otros juegos verbales, agudos y peligrosos, como cuando le propuso cambiar el término “pandemia” por “pan-de-media” construyendo esta designación con el doble significado de “media” en inglés. “Son, sencillamente, Cuenquismos para el futuro” augura Triff. Cuenca no fue, como proclamaba teatralmente “el artista más famoso del que hayas oído hablar”, pero sí uno de los mejores artistas cubanos conceptuales y el más valiente en el acto de tragarse el fuego de sus palabras, no sólo abiertas a la polisemia sino capaces de derrumbar los pensamientos monolíticos.

 

En el homenaje ofrecido a la vida y obra de Arturo Cuenca participaron los miembros de la comunidad artística de Miami, entre los cuales se encontraban Heriberto Mora, quien expuso un retrato del artista; Pedro Portal, quien lo fotografió; y compañeros generacionales como José Bedia o Gustavo Acosta, quienes compartieron su exilio en México, además de Ramón Williams, Julio Antonio, o Mariano Costa entre otros. La artista y galerista Charo Oquet envió una nota a los organizadores, destacando la contribución de este “pensador e intelectual carismático admirado por muchos”. “La historia del arte en Miami no sería lo mismo sin él”, escribió.

Cuenca se consumió en los márgenes a los cuales se condena a los verdaderos rebeldes, pero seguirá irradiando el eco de su pensamiento y creación. No sólo como una figura tutelar para los múltiples modos de resistencia en la isla donde nació, sino como el artista que ─según el Colectivo Curatorial Aluna que también lo exhibió─ encarnó en su obra el ideal de la parresia griega: una manera de “decir verdad”, a cualquier precio, defendiendo la libertad de expresión como un modo último de ternura por el mundo.

Temas Relacionados