RELATOS MÁS ALLÁ DE LO HUMANO EN EL MUSEO NACIONAL THYSSEN-BORNEMISZA

Terraphilia —un término que combina terra (tierra) con philia (amor y amistad)— evoca una conexión profunda de afecto, cuidado y responsabilidad hacia la tierra y sus múltiples habitantes. En una época de desintegración planetaria y desigualdades abismales, la exposición recurre al arte para orientarnos hacia formas de ser transformadoras.

RELATOS MÁS ALLÁ DE LO HUMANO EN EL MUSEO NACIONAL THYSSEN-BORNEMISZA

Organizada por el Museo Nacional Thyssen-Bornemisza y TBA21 Thyssen-Bornemisza Art Contemporary, Terraphilia reúne alrededor de 100 obras que abarcan cinco siglos de las colecciones Thyssen-Bornemisza. Estas obras presentan un evocador espectro de exploraciones artísticas e intelectuales, revelando la profundidad y el alcance de relatos más-allá-de-lo-humano e intimidades multiespecie. Al resistir los dualismos empobrecedores de la cosmología moderna, la exposición invita al público a redescubrir el mundo como un pluriverso: un mundo de muchos mundos.

 

En lugar de seguir una cronología, Terraphilia se desplaza por una constelación de corrientes y corrientes subterráneas temáticas, centradas en cosmogramas, mundos animados, el arte de los sueños, las relaciones con la tierra, el tiempo mítico, las cosmogonías oceánicas y el legado disputado de la objetividad. Este enfoque estratificado se refleja en una intervención arquitectónica de Marina Otero Verzier con Andrea Muniáin: una estructura translúcida, con forma de serpiente, que envuelve el espacio expositivo y guía a los visitantes a través de planos cambiantes de transparencia y escenarios entrelazados.

Pinturas de paisaje de Roelant Savery, Joachim Patinir y Jan Bruegel el Viejo ilustran los primeros y más logrados intentos de representar y moralizar la naturaleza, concibiéndola como ordenada, legible y estructurada divinamente. En las pinturas de Jan Jansz. van der Heyden y Melchior de Hondecoeter, el deseo de entender el mundo se convierte en un mandato para dominarlo y normalizarlo. La curiosidad se pliega en la conquista, y la expansión se vuelve destino, como ejemplifican los paisajes de Frans Jansz. Post y Albert Bierstadt. A raíz de este giro, la tierra deja de ser un hogar compartido y cuidado dentro de una cosmología común para convertirse en recurso, territorio y posesión.

 

Terraphilia resiste y complica esta lógica arraigada. La mitología, el misticismo y los espacios oníricos emergen como sitios de resistencia y renovación, donde se desdibujan las fronteras entre lo humano y lo más-que-humano. En La parábola del sembrador de Domenico Fetti, el acto de sembrar se convierte en una alegoría espiritual y un gesto terrenal de cuidado. Pinturas de Yves Tanguy, Natalia Goncharova, Vasili Kandinsky y Rubem Valentim exploran la abstracción y la lógica del sueño para acceder a estructuras profundas de la realidad que desbordan la visibilidad y la razón. La metamorfosis y la hibridez reaparecen como motivos de transformación, apuntando a formas indisciplinadas de devenir. Las criaturas oníricas de Salvador Dalí y los avatares fluidos de Elyla desdibujan los límites entre espíritu, animal y género. Las cerámicas biomórficas de Inês Zenha vibran con rareza y exceso, insistiendo en que la tierra también resiste ser clasificada.

Artistas como Arthur Boyd, Regina de Miguel, Asunción Molinos Gordo y Janaina Tschäpe recurren a agencias fúngicas, microbianas y vegetales para sugerir formas de inteligencia que desafían la lógica antropocéntrica. Sus obras cuestionan la noción del humano como ser excepcional, proponiendo en cambio una subjetividad porosa, transformada por los intercambios con el mundo viviente.

 

Mientras tanto, la tierra se reanima no como propiedad sino como testigo y relación en las obras de Dineo Seshee Bopape, Rashid Johnson y Vivian Suter, quienes trazan memorias, territorios y supervivencia a través de geografías fracturadas y materialidades espectrales. En los homenajes totémicos de Daniel Otero Torres a defensores del territorio, emergen figuras que sostienen lo vivo y lo perdido—no como monumentos al pasado, sino como presencias que perduran.

El océano aparece como una presencia sentiente, espacio de memoria, fluidez y fuga. Obras de The Otolith Group, Josèfa Ntjam y Susanne Winterling evocan al océano como un archivo multiespecie de migración, duelo y renovación planetaria. Siphonophore 1/2 de Ntjam, inspirada en la biología marina y la cosmología africana, imagina el ser colectivo como una figuración mutualista: muchos en uno, devenir-con.

 

La instalación comisionada whereareWEarewhere de Sissel Tolaas anima el espacio de la exposición e integra sus partes distintas. Aprovechando moléculas olorosas extraídas de diversos paisajes y ecologías, infunde una serie de recipientes olfativos de vidrio con las fuerzas elementales de Terraphilia: Océano, Animal, Humano, Estratósfera, Tierra y Naturaleza. El olor se convierte así en un medio de comunicación, conformando cosmogramas moleculares que invitan a una experiencia sensorial más allá de lo visual.

A través de las voces de artistas como Ayrson Heráclito, Brad Kahlhamer, Ana Mendieta y Hervé Yamguen, la exposición afirma la importancia de escuchar historias silenciadas, aprender de cosmologías plurales e imaginar otras formas de vida.

 

La exposición se acompaña de un catálogo monográfico editado por Daniela Zyman y Álex Martín Rod, que reúne voces clave en torno a los temas tratados, incluyendo el perspectivismo amerindio, el trans*feminismo, las ecologías decoloniales, la historia de la ciencia, la ficción crítica y la teoría política.

 

*Imagen de portada: Terraphilia (diseño de TOT Studio)

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