ARTBO 2025: CARTOGRAFÍAS DE MERCADO, IDENTIDAD Y NATURALEZA

| octubre 03, 2025

Por Candelaria Penido

ARTBO, la feria internacional de arte de Bogotá que sucedió del 25 al 28 de septiembre, volvió a confirmar su lugar como una de las plataformas más relevantes de América Latina. Reunió 46 galerías y más de 180 artistas en los cinco pisos de Ágora Centro de Convenciones. Con un programa que entrelazó mercado y pensamiento, la edición de este año puso el acento en la diversidad de formatos, trayectorias y geografías, ofreciendo un trazado múltiple de la producción contemporánea regional.

ARTBO 2025: CARTOGRAFÍAS DE MERCADO, IDENTIDAD Y NATURALEZA

Escaleras mecánicas con mensajes iluminados, aroma a café y un murmullo que convive con el tránsito bogotano marcaban el clima de la feria. Al ingresar, sorprendió un gran salón vacío. Una única obra, Estamos acá del Colectivo Mangle, recibió a los visitantes con 40.000 esferas de tierra comprimida. La obra no solo revive una técnica ancestral —la tapia pisada—; también invita a repensar el vínculo con el entorno. Esta pieza es la puerta de entrada a los ejes que atravesaron la feria: la identidad como territorio en disputa, la naturaleza como espacio de resistencia y la violencia como herida que aún late en el continente.

 

A medida que uno ascendía, se iba encontrando con distintos proyectos, exposiciones, stands de galerías y editoriales, salones dedicados a charlas e instituciones. En la serie Palabras Invisibles, Santiago Castro Pulido inscribe “Esto (no) es un voto” bajo una ametralladora, en diálogo crítico con Magritte y con la historia política de Colombia. “El proyecto toca la relación entre realidad, representación y lenguaje, tomando como punto de partida objetos cuyo significado se redefine constantemente a través de su uso diario”, nos explicaron desde la galería Vertigo Contemporary. El cartagenero Fidel Álvarez, por su parte, contrapone economía y fragilidad natural: flores atravesadas por monedas, océanos reducidos a gotas de vidrio, un árbol ensamblado con el salario mínimo. Con humor e ironía revela tensiones que solemos naturalizar.

Más allá de los grandes nombres, ARTBO habilita diferentes miradas del arte latinoamericano, con propuestas que cuestionan los centros hegemónicos de producción artística y abren diálogos inesperados. Desde Costa Rica, Satisfactory Casa de Arte presentó un solo show de Marilyn Boror Bor: esculturas en cerámica de pájaros armaban un pentagrama sobre paredes amarillas —único stand en color—, rostros en barro amenazados por cemento, hojas de chala expulsadas por la urbanización. “Un linaje convertido en supervivencia visual” afirmó Andrés Juan, responsable del puesto. Puerto Rico se hizo presente con Sofía del Mar Collins, que explora la metamorfosis de los insectos a través de pintura y bordado, incorporando fibras como lana, lino y algodón en piezas que hablan de deseo, fragilidad y persistencia.

 

Del Mar Collins es una de las artistas elegidas para la sección Proyectos. Esta, curada por Carla Acevedo-Yates, puso el textil en el centro como lenguaje estético y político. “Muchos artistas contemporáneos están recuperando técnicas ancestrales”, confesó la curadora. Allí, la guatemalteca Andrea Monroy Palacios convierte los procesos textiles tradicionales en registros sensibles de un legado material, evocando ciclos de la tierra y gestos heredados. Desde el pueblo Misak en Colombia, Julieth Morales combina performance, video y ritualidad para explorar sus raíces culturales y sanar heridas históricas en diálogo con su comunidad.

Las secciones especiales también marcaron el pulso de la feria. Trayectoria, dedicada este año a Beatriz González, recuperó el trabajo de una figura clave del arte colombiano. Su práctica —atravesada por la memoria y la reivindicación—, recuerda la capacidad del arte para abrir preguntas sobre conflicto, duelo e identidad colectiva. En Artecámara, bajo curaduría de Carolina Cerón,  se propuso un recorrido intenso y plural: 21 artistas emergentes expandieron los bordes de lo latinoamericano con propuestas que requerían la activación del espectador: desde la instalación de Andrés Felipe Castaño, Coreografías de la imposibilidad que obligaba a atravesarla, tocarla y saltarla para poder salir de la sala, hasta descubrir los mensajes ocultos en viejas computadores en perdón por tanto y gracias por tan poco de Federico Reyes Mesa o el péndulo gigante de Eder Mauricio Gallego.

 

Más allá de la circulación de obras y colecciones, esta edición de ARTBO confirma su papel como un escenario de reflexión cultural, donde los cruces entre memoria, pertenencia y naturaleza dialogan con un presente marcado por tensiones sociales y políticas. Una plataforma cultural que abre el mapa y cuestiona la centralidad de los relatos dominantes. En ese sentido, la feria no solo funciona como vitrina comercial, sino como un laboratorio de estéticas y discursos que revelan cómo el arte latinoamericano sigue ensayando formas de persistencia, cuidado y renovación.

 *Imagen de portada: Marilyn Boror Bor. "Llamado Ancestral", 2020-2025.

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