CAMINANDO A TRAVÉS DEL CUERPO: LA INSTALACIÓN DE AD MINOLITI EN MIAMI

La instalación permanente reimagina la circulación de un edificio como el sistema digestivo de un organismo parecido a una nave espacial. “Me invitaron a intervenir en las escaleras y, al principio, las texturas fueron un desafío”, explica. “Pero luego empecé a pensar en la circulación, en cómo los humanos sobrevivimos gracias a la microbiota. Se convirtió en una forma de vincular la ciencia ficción con el propio sistema circulatorio del cuerpo.”

La escalera pasó del blanco al rosa, evocando el interior de un órgano y, al mismo tiempo, realizando un gesto político. “El rosa no es solo el color de la carne, también es una declaración queer y feminista”, señala Minoliti. Para Miami, con sus capas de historias latinoamericanas, el rosa resuena tanto local como simbólicamente.

Este proyecto también dialoga con el legado del arte concreto en Sudamérica, especialmente con el Grupo Madí de Argentina y Uruguay. Sin embargo, Minoliti se acerca a ellos con irreverencia. “Los artistas Madí querían reinventar la geometría, pero seguían atados a sistemas estrictos. Yo uso piernas y formas caricaturescas en lugar de cuadrículas”, dice. “Es una relación de amor y odio. Admiro sus ideas, pero también quiero jugar con ellas.”

Ese humor, combinado con lo queer, es central en la práctica de Minoliti. Desde “furies” hechas de maniquíes hasta híbridos suaves y peluche entre animales y humanos, su obra introduce ternura en la abstracción geométrica. “Me interesa crear espacios que se sientan inclusivos y lúdicos, donde el humor pueda suavizar la rigidez”, agrega.

Trabajar en los cuatro pisos de la escalera presentó tanto desafíos como oportunidades. “La escala implicaba pensar en cómo los personajes habitarían cada nivel, de modo que subir o bajar se convirtiera en parte de la obra en sí”, explica. La elección de materiales, condicionada por el clima de Miami, garantiza la permanencia de la instalación, un giro respecto a sus murales habituales, que suelen ser temporales.

En última instancia, Pink Spatial Microbiota es más que una intervención arquitectónica. Es un ecosistema reimaginado, a la vez político, humorístico y profundamente encarnado, que invita al espectador a pensar más allá de la transformación sino también la circulación del individuo en el espacio público.