COLUMNAS COMO TEXTOS: LEER LA ARQUITECTURA

Por Martín A. Cohen, Arq.

En 1985, Josefina Ludmer dicta un conjunto de clases en forma de seminario en la Universidad de Buenos Aires. Dichas clases marcaron un punto crucial en el modo en que leemos la teoría literaria. En diálogo con el libro Modos de ver de John Berger, Ludmer planteará el problema de los modos de leer la literatura. Ricardo Piglia dicta en 1990 un seminario compuesto de 11 clases que será luego conocido como el seminario de "Las tres vanguardias"; éste se convertirá en un punto de referencia para dar cuenta –entre otros problemas– de cómo ciertos autores construyen su propia tradición confrontándola con otras.

COLUMNAS COMO TEXTOS: LEER LA ARQUITECTURA

Ambos autores nos guiarán para tratar de dilucidar ciertas relaciones y problemáticas de la arquitectura entendida como texto, como lenguaje o como modo de ser leída.

Y es que lejos de ser claras y precisas, las relaciones que vinculan lectura y arquitectura son más bien opacas. Su enlace es enigmático. Desmontar estas relaciones, descubrir de qué modo operan y evidenciar sus correas de transmisión es una tarea de lectura, o más bien un modo de ejercerla. ¿Qué se lee cuando leemos una obra? ¿A quién o qué leemos y desde dónde leemos?

Preguntar desde dónde un arquitecto construye su obra (no sólo su obra material sino también conceptual, teórica) es plantear un problema menos de carácter abstracto o indeterminado que concreto. Es histórico, en tanto y en cuanto se inscribe en un período determinado y no es ajeno a su tiempo (no puede serlo) y es topográfico en tanto puede ser trazado en sus límites, en su forma o su alcance.

 

Cada autor –lo sepa o no– escoge y arma su estantería, es decir su conjunto referencial desde el cual construye su obra o emite su discurso. Así como Borges quiere ser leído desde una tradición y no otra, cada arquitecto construye, jerarquiza, valora, decide y juzga: es esta obra y no esta otra, tal referente y no tal otro, este modo de intervenir en un territorio y no aquél. Es inimaginable (parafraseando a Piglia) una historia de la arquitectura que no suponga una reestructuración de las jerarquías y suplante a un conjunto de referentes por otro. El corpus resultante es un modo de leer la arquitectura que legitima (o no) ciertas prácticas, autores y formas de acción por sobre otras. Estos modos de leer no son eternos, sino que son históricos y todo trabajo sobre la crítica (de y desde la arquitectura) implica una genealogía de ellos.

Se trata ni más ni menos que de un problema de legitimidad. El sentido de una obra no depende únicamente de quien la produce, sino también de quien la recibe: de su lector. De alguna manera, no es tanto la obra quien determina por sí misma su sentido o su función, sino el modo de lectura que empleemos lo que determinará su interpretación. Los modos de lectura actúan como máquinas que operan desplazando y poniendo en circulación el o los sentidos posibles. Lejos de buscar la interpretación correcta, se parte en búsqueda de aquella que sería más pertinente o apropiada según sea el caso. Entonces: qué se lee y desde dónde se lee. Escribir por ejemplo desde Piglia implica actualizar toda una tradición que va desde las clases de Ludmer a John Berger y Walter Benjamin.

 

Si Borges busca ser leído desde Stevenson o Chesterton, y Manuel Puig desde la tradición cinematográfica, podríamos decir que un arquitecto como Louis Kahn busca en cierta medida ser leído desde la tradición occidental de la construcción con mampuestos (es conocida una de sus frases de cabecera: “hay que rodear a los edificios de ruinas”).

Allí donde hay vigas de ladrillo Kahn lee arcos, órdenes y pilastras y desde allí repone o actualiza toda una tradición constructiva de la arquitectura romana. Chesterton es a Borges lo que el anfiteatro de Flavio es a la biblioteca Exeter de Kahn.

Otro arquitecto como Frank Lloyd Wright leerá la arquitectura desde la llanura del desierto americano con sus salientes y planos horizontales y desde allí dará forma a una concepción del espacio que puede remontarse hasta ser hallada en la plasticidad de la arquitectura tradicional japonesa. Podríamos decir que Wright quiere ser leído no sólo desde el territorio americano sino también desde toda una tradición constructiva de oriente. Wright lee en su casa de la cascada la villa imperial de Katsura.

Ahora bien, no toda obra se presta a múltiples lecturas: un espacio que se resiste a ser descifrado o comprendido de manera directa guarda para sí un enigma: la continua posibilidad de ser narrado o interpretado. Estas lecturas se hacen desear o reiterar.

Paul Valéry llama universo poético a tal estado. De manera contraria, un espacio determinado, concluso, vuelto sobre sí, no narra, sino que informa: de allí el tedio que surge frente a cierta espacialidad diáfana, desnuda de lenguaje, cuya lectura se agota rápidamente.

 

Como vemos, no existe algo así como una posición neutral de lectura. Lejos de ser una actividad separada o cientificista, toda lectura (sea de la arquitectura o desde ella) se ejerce desde y hacia un lugar determinado y se enfrenta con otras lecturas posibles por el poder de dar un sentido o una interpretación; ése y no otro. Así, las lecturas –sus modos– se constituyen en disputa con otros modos de lectura que no buscan otra cosa más que disolverse. Toda lectura es agónica en tanto vive en constante tensión con otras que buscan anularla. Entendido de esta manera, el sentido –de una obra de arquitectura o de un texto literario– no es algo dado, sino que son estas confrontaciones las que a lo largo del tiempo definen, re-definen, se alternan y dan forma a las interpretaciones posibles. Lejos de ser inocente, la búsqueda de legitimación de una u otra lectura no es sino la disputa por legitimar uno u otro sentido interpretativo: qué se puede leer y qué no; desde qué tradiciones arquitectónicas nos pensamos y cuales estamos negando.

 

Se trataría entonces menos de entender una obra (lo cual implicaría entrar en un régimen de legalidad o de verdades, una reducción a categorías correctas: esto quiere decir aquello) que dar cuenta de una multiplicidad de sentidos según su proliferación y pluralidad: como un texto, la arquitectura produce y evoca múltiples sentidos en tanto múltiples son los modos de ser leída.

 

Portada: Phillips Exeter Academy Library, Louis I. Kahn. Foto por Aurora Fernández Per y Javier Mozas

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