CASA ARDISSONE INAUGURÓ SU PARTICIPACIÓN EN PINTA ASUNCIÓN ART WEEK 2025

Con una exposición individual de Fernando Allen y una colectiva que reúne a cinco artistas de la región, Casa Ardissone coloca en primer plano las tensiones entre territorio, memoria y la urgencia ecológica del Chaco paraguayo.

CASA ARDISSONE INAUGURÓ SU PARTICIPACIÓN EN PINTA ASUNCIÓN ART WEEK 2025

Este miércoles inauguró en Casa Ardissone la programación de Pinta Asunción Art Week, que este año eligió al emblemático espacio cultural como una de sus sedes principales. Con la presencia de artistas, curadores, gestores y público local, se abrieron al mismo tiempo dos exposiciones que dialogan entre sí a partir de un eje común: el territorio y sus tensiones políticas, ecológicas y sociales.

 

La primera de ellas, El nombre del mundo es ‘bosque’, presenta el trabajo del artista Fernando Allen bajo la curaduría de Adriana Almada. El proyecto toma como punto de partida la célebre novela de ciencia ficción de Ursula K. Le Guin publicada en 1972, en la que un planeta cubierto de bosques y habitado por comunidades en armonía con la naturaleza es arrasado por colonizadores terrestres. Allen traslada esa metáfora a un paisaje que conoce de cerca: el Chaco paraguayo, una de las regiones con mayor índice de deforestación en el mundo.

En los últimos quince años, el Chaco ha perdido alrededor de cuatro millones de hectáreas de bosque. A través de fotografías, textiles, mapas satelitales, videos y audios, Allen expone el choque entre una forma de vida equilibrada y otra basada en la explotación y la dominación. Un aspecto central de su investigación es la similitud entre los patrones de camuflaje de uniformes militares y policiales y los registros satelitales de tierras deforestadas: en ambos casos, la fragmentación y la discontinuidad operan como signos de poder y control sobre cuerpos y ecosistemas. La muestra busca, así, reconstituir la imagen del bosque en transformación y reflexionar sobre las huellas que deja la devastación ambiental.

 

En paralelo, el primer piso de Casa Ardissone reúne una exposición colectiva con cinco artistas que amplían y complejizan la mirada sobre territorio, memoria y materialidad.

 

Mónica González (Asunción, 1952) presenta Últimas aguadas, 2025, una instalación realizada con huellas de aves y mamíferos en riesgo de extinción impresas sobre arcilla sin cocer. La obra da cuenta de la crisis ecológica del Chaco, donde la escasez de agua obliga a distintas especies a compartir los mismos espacios, borrando sus rastros unas a otras y revelando la fragilidad de un ecosistema en tensión.

Claudia Casarino (Asunción, 1974) exhibe Aquello que hacemos para que no sepan lo que hacemos, 2025, piezas de tul que continúan su exploración sobre transparencia, capas y formas suspendidas en el espacio. La artista desplaza su trabajo hacia lo visible y lo procesual, proponiendo una experiencia entre lo perceptible y lo que se resiste a ser capturado.

 

Joaquín Sánchez (Barrero Grande, 1977) muestra Pullira, 2014–2025, una instalación que conecta la memoria de las mujeres aymaras con la cosecha comunitaria de papa en Isla Pariti, en el lago Titicaca. Las polleras (pulliras) se transforman aquí en dispositivos de resguardo simbólico y colectivo, entrelazando lo íntimo, lo ritual y lo político.

Gustavo Riego (Paraguay, 1983) participa con una obra de su serie Repression, 2025, realizada con ácido clorhídrico sobre tela de algodón. Su trabajo incorpora la escritura como campo de fricción entre palabra e imagen, interpelando los códigos de control y la manipulación de la información en la vida cotidiana.

 

Finalmente, Laura Mandelik (Buenos Aires, 1977), en colaboración con Victoria Mussi y Gabriela Mercado, presenta el video Elevator, 2024. Con una duración de 2:23 minutos, la pieza reflexiona sobre la presencia y ausencia de objetos, y cuestiona la manera en que las cosas ocupan espacio físico y mental, en un cruce entre geometría y naturaleza, orden y accidente.

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