LATINOAMÉRICA EN LA BIENAL DE PONTEVEDRA: VISIONES SOBRE LA VIOLENCIA
Por Álvaro de Benito
Hasta finales de septiembre, la ciudad gallega de Pontevedra renace su Bienal de Arte, un evento que viene celebrándose desde 1991 y que llega ahora a su trigésimo segunda edición bajo el lema Volver a ser humanos. Bajo esta premisa, Antón Castro, junto con Agar Ledo e Iñaki Martínez Antelo, han comisariado una propuesta que gira en torno a la guerra, la violencia y las huellas que dejan en la sociedad y en la humanidad.
Abordando directamente el concepto belicista, pero sin olvidar la destrucción en lo emocional, social y económico, la Bienal de Arte de Pontevedra se sirve de las teorías de intelectuales como Rob Riemen o Susan Sontag y sus premisas sobre la guerra para allanar el principio teórico del encuentro. Con ello, la labor de curaduría resulta en un punto de reflexión en el arte como elemento instrumental y las visiones de los artistas invitados. Entre ellos se encuentran siete artistas latinoamericanos que, con sus propuestas, plantan la semilla del análisis crítico y de pensamiento acerca de la violencia y sus consecuencias.
Dagoberto Rodríguez (Caibarién, Cuba, 1969) propone un enfoque conceptual y de compromiso para su participación. Sus obras, que se exponen en el Museo de Pontevedra y en la Fundación Manuel Moldes, pivotan alrededor de la violencia de la guerra, aludiendo directamente al conflicto ucraniano con las pinturas de tanques rusos, y mirando a otros que han caído silenciados en el mundo occidental, como las situaciones actuales de los campos de refugiados rohinyás en Bangladés o en su Cuba natal. En Marte (2023), la atribución de un AK-47 al dios de la guerra ironiza sobre las narrativas de poder, mientras que la instalación mural CASA TOW (2018) convierte un misil estadounidense en el protagonista de esa violencia y el desarraigo que genera.
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Dagoberto Rodríguez. Tanque Ruso, 2022
Denilson Baniwa (Barcelós, Brasil, 1984), tras su paso por ARCO como co-comisario del programa Watamisé, reflexiona sobre la simbiosis entre los seres humanos, los animales y la naturaleza y la ruptura del equilibrio con la naturaleza. A través de cuatro obras, el brasileño señala la importancia de los ritmos marcados por la fauna y de cómo los habitantes de la selva han convivido en el entorno natural en armonía. De esta manera, Baniwa plantea reimaginar nuevas maneras de relación con el planeta desde puntos de vista alejados del antropocentrismo.
Fritzia Irizar (Culiacán, México, 1977) presenta Alepo/Guernica/Kiev/Rafah (2024), una obra que dialoga directamente entre el Guernica de Picasso, que replica a escala real, y su representación más feroz del belicismo. Con la mirada sobre la violencia, el sufrimiento y la memoria, esta pieza se relaciona directamente con los conflictos actuales. Sobre el lienzo, Irizar disparó confeti con imágenes de víctimas de Alepo, acción que repitió con imágenes de otros conflictos, que se adhirió a la pintura para crear un contraste salvaje entre lo festivo y lo trágico y apuntar críticamente a la banalización de la violencia.
Regina José Galindo (Ciudad de Guatemala, Guatemala, 1974) contribuye a esta Bienal de Pontevedra con la obra Ríos de Gente (2021), exhibida en el Pazo de la Cultura. La obra resalta la importancia de cómo frente a las crisis sociales y ecológicas, la acción colectiva se convierte en un arma vital. La sobrexplotación de los recursos y el extractivismo masivo son concebidos como una violencia sistémica que afecta notablemente a las comunidades vulnerables. La acción colectiva se expresa con consignas durante esta representación, una acción configurada, como diría la artista como escultura humana. La propuesta de la guatemalteca subraya así el compromiso con la justicia social y torna su obra como una herramienta de resistencia.
Priscilla Dobler Dzul (Mërida, México, 1985) presenta, también en el Pazo de la Cultura de Pontevedra, El jardín de las delicias (2018-2021), un tríptico con el que la artista responde al contexto colonial y de expolio representando en él criaturas de diversas razas y géneros, objetos culturales indígenas y un lenguaje que confronta lo primitivo. Sus tres escenas, Cielo, Tierra e Infierno, muestran en sus paisajes oníricos la transformación desde lo idílico hasta la erradicación de la esperanza, llamando, como Barawa, a un replanteamiento necesario del hombre con las especies y consigo mismo.
Siguiendo en el mismo escenario, Sandra Cinto (San Andrés, Brasil, 1968) despliega su instalación Entre as palavras e as coisas (Entre las palabras están las cosas, 2006), una obra compuesta por una estantería y lienzos modulares y que incluye un mueble de madera diseñado por la artista sobre el que reposan objetos de carácter simbólico. Así, la brasileña pretende despertar la conciencia sobre la reconstrucción, personal y colectiva, por ejemplo, usando las grietas en las porcelanas rotas como una prueba de memoria y regeneración. Los libros abogan al doble recuerdo del conocimiento y de la educación, y los puentes planteados por Cinto reflejan la resistencia frente a la división.
Violeta Quispe Yupari (Lima, Perú, 1989) presenta, por su parte, ÑAMPAQ ÑAWI, QHIPAQ ÑAWI (Ojo al pasado, ojo al futuro, 2025), instalación formada por una escultura y dos pinturas en la que se ahonda sobre el significado y poder transformador del miedo. La sensibilidad hacia el miedo puede ser destructiva, pero también puede ser empática y fortalecer la construcción de una solidaridad común. La peruana reflexiona también sobre cómo el miedo generado por experiencias belicistas y sus consecuencias también nos facilita una consciencia de lo que somos y de dónde venimos.
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Sandra Cinto
La 32º Bienal de Arte de Pontevedra puede visitarse hasta el 30 de septiembre en las sedes dispuestas por toda la ciudad de Pontevedra (España).

