LUCIAN FREUD. NUEVAS PERSPECTIVAS EN LONDRES Y MADRID

El Museo Nacional Thyssen-Bornemisza, en colaboración con la National Gallery de Londres, presenta una retrospectiva dedicada al pintor británico Lucian Freud (1922 2011), con motivo del centenario de su nacimiento.

LUCIAN FREUD. NUEVAS PERSPECTIVAS EN LONDRES Y MADRID

La exposición, curada por Daniel Herrmann en Londres y por Paloma Alarcó en Madrid, reúne más de medio centenar de obras que muestran las siete décadas de producción de uno de los artistas europeos más significativos del siglo XX. El extenso catálogo, con textos de los curadores y contribuciones de diferentes especialistas en su obra y de varios artistas contemporáneos, plantea nuevas preguntas sobre la relevancia actual de la obra de Freud para acercarlo a las nuevas generaciones.

 

Exponer el arte de Freud en el contexto de dos museos históricos nos permite mostrar al artista dentro de una línea de continuidad con el pasado. Visitante asiduo a las grandes pinacotecas, se pueden rastrear en su obra toda una serie de alusiones a los grandes maestros, desde Holbein, Cranach, Hals, Velázquez, Rembrandt o Watteau hasta Ingres, Courbet, Rodin o Cézanne, aunque esa vinculación convive con una fuerte voluntad de independencia. La nueva mirada que propone esta exposición, la primera gran retrospectiva que se organiza desde su muerte en 2011, centra la atención en su permanente compromiso con la esencia de la pintura.

 

Subversiva, incisiva y en ocasiones indecorosa, la pintura de Lucian Freud, a contracorriente de las tendencias abstractas o conceptuales que se fueron sucediendo a su alrededor, estuvo siempre dedicada a la representación del cuerpo humano y a retratar al hombre contemporáneo. Lo que verdaderamente le interesa a Freud es descubrirnos la pintura sobre la pintura, su personal reflexión meta-artística y la “intensificación de la realidad” que siempre quiso alcanzar.

 

La exposición se organiza de forma más o menos cronológica a lo largo de varias secciones temáticas que repasan la evolución del pintor desde los años 1940 hasta principios del siglo XXI.

Desde sus primeras obras, de mediados del siglo XX, de una minuciosidad primitivista y un cierto aire neorromántico y surreal, Freud toma partido por el arte figurativo y adopta una postura de resistencia en medio de las corrientes abstractas dominantes.

 

El artista muestra ya su personalidad y su forma de pintar, con un trabajo lento y una pincelada meticulosa para las que utiliza pinceles muy finos. Los hieráticos personajes, pintados a base de capas muy trabajadas sobre fondos planos, con atributos en sus manos, revelan una atención a los pintores del Renacimiento del Norte.

 

Freud pintaba siempre del natural y prefería retratar a su entorno más próximo, amantes, amigos y familiares, para poder actuar con mayor libertad. Su habilidad para evocar en sus pinturas una intimidad no erótica, como el cariño, la amistad o el afecto paterno, ha sido escasamente investigada. A partir de la década de 1980 el espacio del estudio se convierte en escenario y tema de su pintura. Adquiere una creciente presencia como el lugar donde el pintor es capaz de imponer sus reglas a la realidad y llevar las cosas al extremo. La vigorosa representación de la carne en el lienzo es quizá el elemento más destacado y repetido en la larga carrera de Lucian Freud. Comienza a pintar desnudos en los años 1960, pero es sobre todo en las últimas décadas cuando sus retratos de Leigh Bowery y Sue Tilley le convirtieron en pionero de la representación de cuerpos no normativos con gruesos empastes, como sedimentos del paso del tiempo.

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