EL FUTURO TECNOLÓGICO HUMANO Y REALISTA DE GABRIEL O’SHEA
Gabriel O’Shea (Metepec, México, 1998) logra ahondar en esa enorme y aparente dicotomía entre lo tecnológico y lo humano (o lo futuro y lo real) en su más reciente propuesta —expuesta en la sede madrileña de Hilario Galguera—, una serie de pinturas de alto contenido conceptual que debaten de manera crítica sobre varios aspectos técnicos y de pensamiento.
En un mundo en el que las tecnologías parecen haber adquirido un nuevo epítome con el desarrollo de la inteligencia artificial, la realidad parece que, de momento, puede llegar a desmontar en parte ese discurso. Para el artista mexicano, partir precisamente de las posibilidades y limitaciones del aprendizaje automático es una declaración de intenciones para señalar las imprecisiones de aspecto humano que radican en estas primeras fases de desarrollo tecnológico.
Incluso en el aspecto más formal, la plasmación en el supuesto arcaísmo de la pintura como técnica empleada, y más en su vertiente realista donde rinde homenaje a su admirado Antonio López, es otro punto de evidente de la contraposición entre realidad y discurso que O’Shea pretende destacar. En Obertura se construye un marco exploratorio compuesto por obras que aluden a una humanidad que mira desesperada a un transhumanismo que parece mucho más irreal de lo que la narrativa contemporánea muestra.
Repartidos en lienzos y tablas, las pinturas del mexicano parten de imágenes procesadas por él mismo desde la tecnología y plasman, en esa segunda vida, seres humanos abocados, precisamente, a esa dinámica, pero que, desde el cuerpo, la imperfección o la psicología, parecen estar atrapados en una realidad mucho menos ficticia que la del relato visual quiere hacer ver. Ahí están también los detalles de lo humano tras el aprendizaje tecnológico, los mismos que indican que el perfeccionamiento de la inteligencia artificial queda todavía lejos y que certifica su imperfección en una corporeidad demasiado natural.
Posa lo natural, lo mental, todo aquello que desprende el ser humano. Y con ello, sus actitudes y reacciones sociales ante la religión y los tabúes, la espiritualidad o el sadomasoquismo. Todo el proceso y elección que realiza O’Shea redunda sobre la idea de confrontación, desde la aplicación de lo orgánico del cuero en un par de sus pinturas y que alude a esa doble función de recuerdo de lo natural y de material que distorsiona la nitidez, hasta el uso de la pintura, la recreación fotográfica o la exploración de los límites de la práctica artística.
Obertura podría, por ello, tratarse de un arma de doble filo en su interpretación. Nos lleva, igualmente, a cerciorarnos de lo inestable y frágil de la humanidad ante su futuro, creado por ella misma, pero de indudable relevo tecnológico, pero también a ser conscientes de un presente mucho más humano en su responsabilidad de lo que pudiera esconder cualquier narrativa de un futuro que ha desdibujado sus límites.
Obertura. Gabriel O’Shea puede visitarse hasta el 21 de febrero en la Galería Hilario Galguera, Doctor Fourquet, 12. Madrid (España).