'INHOTIM ES ABSOLUTAMENTE ÚNICO', DICE JULIETA GONZÁLEZ
Una institución más atenta y permeable al debate público, que cuente con su propia colección como testigo vivo de los cambios. Este podría ser uno de los ejes rectores del trabajo de la venezolana Julieta González al frente de la dirección artística de Inhotim, uno de los principales centros de arte contemporáneo de Brasil y uno de los museos al aire libre más inspiradores a nivel mundial.
Al frente de Inhotim desde principios de 2022, su presencia da fe de los cambios en la gestión del museo, ahora con un nuevo equipo: Lucas Pessôa, como director general; Paula Azevedo, vicepresidenta; además de Julieta al frente de la curaduría. En junio, el empresario Bernardo Paz, fundador del instituto, también transfirió definitivamente a la entidad 330 obras de su colección, que incluye las 23 galerías y obras permanentes del espacio, además del área total de 140 hectáreas que contiene un jardín botánico con más de 4.000 especies.
“La conjunción de naturaleza y arte hace de este un lugar absolutamente único, incluso con otros exteriores similares en el mundo. No había manera de decir que no”, cuenta a Arte al Día la crítica e investigadora, ex Tate, Jumex y quien también trabajó en el Masp al inicio de la gestión de Adriano Pedrosa en el museo paulista.
La curadora saluda afectuosamente a los participantes de una procesión afro en la sala de exposiciones donde ahora se exhibe con brillantez la performance de Abdias Nascimento (1914-2011) frente al Teatro Experimental do Negro, durante la inauguración de la muestra, que denota un cambio de ruta en el espacio ubicado en Brumadinho, Minas Gerais. Hay un redescubrimiento actual de la numerosa obra de Abdias. Es el tema de cuatro exposiciones temporales de la programación del centro, siendo la de hoy el segundo capítulo. Y el Masp acogió, bajo la curaduría de Amanda Carneiro, un clipping reciente con 61 pinturas. “La colección ha cambiado mucho en los últimos años. La presencia de artistas negros y otros no representados tradicionalmente se exhibirá en integración con los contemporáneos que ya estaban en la colección”, explica. “Estas son cosas que ya deberían estar sucediendo. Me gusta pensar que contribuí a ese cambio”.
Más allá de cuestiones raciales, de género, de minorías y otros vectores que han sacudido museos y espacios similares a nivel mundial, la propia configuración de Inhotim -en un área total de casi 250 hectáreas protegidas como reserva privada de patrimonio natural- le da una robusta vocación ecológica al lugar. “Y muchos artistas se dieron cuenta de esa urgencia, en una relación que no es solo de extracción, es de intercambio”, dice Julieta.
El primer proyecto de encargo liderado por Julieta es el del británico Isaac Julien, que transita por el audiovisual, la poesía, la fotografía y la instalación, por ejemplo. Para Inhotim, el centro de la producción del artista se ubica en la figura de Langston Hughes (1902-1967), un multiartista estadounidense y uno de los exponentes del Renacimiento de Harlem, en la década de 1920, que se convirtió en un nombre importante en cuestiones raciales y artísticas en las décadas siguientes, como el propio Julien. “Isaac fue muy importante en mi formación, la imagen en movimiento es decisiva en mi investigación”, recuerda la curadora. En una sala de generosas dimensiones, el artista británico vincula obras en película, poemas reproducidos, fotografías, archivos y una obra anterior -Buscando a Langston, de 1989, hoy un referente- con poéticas impactantes -mezclando lo ficcional y lo documental y generando acercamientos líricos a la identidad negra, la vida cotidiana en las ciudades y las relaciones queer, entre otras discusiones.
Como parte del programa Acervo em Movimento, con obras recientemente añadidas a la colección, Birutas (2021), del carioca Arjan Martins, ayuda a demostrar la nueva identidad expositiva de Inhotim. Se instalaron cinco mangas náuticas en una de las zonas más altas del espacio, donde abunda el viento, y están sujetas al mal tiempo y otros movimientos naturales. Anteriormente hecha de papel de seda, un material frágil, la nueva versión de esta obra tridimensional trae conexiones con la producción anterior de Arjan, un artista negro que creció en los suburbios de Río de Janeiro y entró más maduro en el circuito del arte contemporáneo, discutiendo especialmente a través de la pintura, la diáspora afroatlántica, los desplazamientos y las migraciones. En la 34ª Bienal de São Paulo, del año pasado, se destacó la instalación Complexo Atlântico (Corda), en la que colocó un ancla en uno de los pisos del edificio diseñado por Oscar Niemeyer (1907-2012).
Todavía en Acervo em Movimento, se presenta Enamorados (2004), una pieza inmensa y a la vez sencilla de Laura Belém, ya expuesta en la 51ª Bienal de Venecia, en 2005. Dos botes de remos fueron colocados en uno de los fotogénicos lagos del museo, de frente a frente, y con sus luces oscilando entre la presencia y la ausencia, lo vivo y lo finito, lo material y lo impermanente. En este coqueteo de orden destinado al fracaso, al desmantelamiento, se fragua una obra abierta de gran poesía, a la vez sencilla y profunda. Buena señal de que Inhotim, abierto a debates urgentes, también conserva visibilidad para obras e investigaciones más mudas y formatos alejados de lo espectacular.
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