LA QUEBRADIZA MIRADA POSCOLONIAL DE GRADA KILOMBA

Por Álvaro de Benito | diciembre 23, 2024

El Museo Reina Sofía plantea en la exposición Opera to a Black Venus un viaje necesario a la obra de Grada Kilomba (Lisboa, Portugal, 1968), formando la muestra más completa de sus trabajos hasta la fecha en España. La artista portuguesa plantea un discurso completo, plasmado principalmente a través de los distintos lenguajes del movimiento, desde el cuerpo a la performance, pero sin dejar de lado otras técnicas narrativas y artísticas con las que plantea, analíticamente, cierta mirada introspectiva al mundo de la historia.

LA QUEBRADIZA MIRADA POSCOLONIAL DE GRADA KILOMBA

Dentro del planteamiento ideológico que recoge la propuesta del museo, el relato poscolonial de Kilomba parece encajar a la perfección y decide trenzarse en esa amplia gama de posibilidades técnicas y académicas para reforzar la tendencia política. Cabe plantearse aquí si ese análisis que subyace en la obra de la portuguesa, cuyo objeto principal es la producción de conocimiento para entablar un proceso de desaprendizaje de las narrativas hegemónicas, choca de frente con una realidad en la que su idea ha devenido en un mantra institucional, apuntalando ese relato hegemónico que parece conformar el sistema ideológico en la museística española actual.

 

Por eso, Opera to a Black Venus debe observarse desde un punto crítico en dos áreas, la estética y la ideológica, siendo capaces de analizar la calología de su planteamiento frente al discurso plasmado. Podría parecer algo incomprensible desde una partida analítica, ya que la homogeneidad de su propuesta deviene en un elemento único, pero sí que es susceptible de desdoblarse en su doble intención.

Kilomba plantea varias escenas para resaltar en ellos la trascendencia del colonialismo, el cambio climático o el impacto de la inmigración. “¿Qué nos diría mañana el fondo del océano si hoy se vaciara de agua?”, frase que acompaña al título de la exposición, parte de esa misma idea, de la del escenario simbólico del efecto de los discursos historicistas que tiene como objetivo reescribir. 

 

Opera to a Black Venus (2024 - en curso), la videoinstalación a gran escala que preside la primera sala, construye el inicio de una ópera contemporánea dedicada a una venus negra que reside en el fondo del océano y se transforma en una suerte de oráculo que vela por la resistencia y la memoria. En esa misma dinámica del imaginario marítimo, la artista dirige al público hacia la consolidación de ese espacio de referencia a través de otras instalaciones y acciones que complementan esa ópera principal. Ahí radica la fuerza de obras como 18 Verses (2022), Sounds of Water (2023), Labyrinth (2024) o Compressed Time (2024), que junto a The Desire Project (2016) y Table of Gods (2017) completan las posibilidades de expresión. 

Sin embargo, más allá del meritorio impacto estético que abriga el discurso de las citadas obras, quizá el punto más crítico de la exposición sea la videoinstalación A World of Illusions (2017-2019), una reconocida trilogía de la artista en la que reinterpreta tres mitologías griegas desde un punto de vista poscolonial: Illusions Vol. I, Narcissus and Echo (2017), con el foco en la invisibilidad; Illusions Vol. II, Oedipus (2018), dedicada a la violencia; e Illusions, Vol. III, Antigone (2019), orientada al recuerdo y duelo. 

 

En ella, Kilomba recorre los mitos como apuntadora, dejando el protagonismo estético al conjunto de artistas que simbolizan los puntos críticos de la narrativa. Sin embargo, puede apreciarse que la propuesta de la portuguesa incurre constantemente en contradicciones conceptuales. El relato, o contra-relato, que permite articular la exposición en esta obra nos remite a una continua división que pretende luchar desde la propia división. 

 

Partiendo de la acción intrínsecamente económica y poscolonial de articular todo en un idioma como el inglés, cuyo carácter de actual lengua franca en parte de Occidente no esconde pasado que le permite seguir actuando como colonialista en el presente, Kilomba sigue planteando campos de discurso parcial, centrando su crítica de corte afroeuropeo en el Occidente blanco, habitual, pero al mismo tiempo circunscribiendo toda la historia a la del mismo, obviando los procesos esclavistas y proto coloniales árabes en el África oriental. 

Pretender reconocer la idiosincrasia de un pueblo en una historia borrada erradicando todo lo que permita concretar una radiografía general del pueblo en cuestión es caer exactamente en el error de lo que describe o se intenta preconizar. Y más si lo que se pretende es releer, textualmente, correctamente. ¿Existe una directriz concreta para que una revisión, relectura o reinterpretación sea la correcta, como anima a ello la artista portuguesa? Quizá Kilomba deje de lado que la respuesta se encuentra únicamente en lo institucional, que no deja de ser la fuente de todo historicismo.

 

Existe también un condicionante en la selección de piezas de la mitología y la literatura clásica para emplearlas instrumentalmente en desarticular un discurso historiográfico. Podríamos plantearnos hasta qué punto se es coherente cuando se intenta redibujar la historia de un pueblo o de ciertas políticas, ya no solo planteándolo en un idioma plenamente colonialista, sino desde un punto de vista cultural y una mirada extemporánea totalmente ajena y que implícitamente pretende desacreditar.

Las posibles contradicciones en la contra-narrativa de Kilomba no son únicas dentro de aquellos que sirven al proceso de descolonización en las instituciones de Occidente, pero tampoco hay que desatender que existe un amplio margen para caer en esas incoherencias, pues la relectura implícita de la historia tiene por origen la lectura que se ha hecho de la misma. Es decir, en ningún momento se parte de un punto original sobre el cual actuar, sino que lo que se intenta es remendar sobre lo existente, sobre lo dicho, sobre los discursos, es decir, sobre ese historicismo devenido circunstancialmente en institucional.

 

El hecho que encontramos en Opera to a Black Venus podría encontrar su sentido en esa descolonización museográfica e institucional, dado que se circunscribe precisamente a un entorno político, aunque coquetear con los márgenes tan constreñidos de cualquier narrativa hace que sea fácil la contrariedad. En definitiva, nos debería servir para debatir si las tendencias descolonizadoras tienen que construir sobre lo ya construido o si, por el contrario, pueden tener una acción complementaria crítica en la cual la comparativa y el diálogo pueden llevarnos a una verdad mucho más adecuada de la que se pretende con ciertos relatos de antítesis. 

 

Opera to a Black Venus. ¿Qué nos diría mañana el fondo del océano si hoy se vaciara de agua? puede verse hasta el 31 de marzo en el Museo Reina Sofía, Santa Isabel, 52, Madrid (España).

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