UNA COMPLETA MIRADA A LILIANA PORTER
El Museo de la Casa de la Moneda, en Madrid, celebra en una muestra la trayectoria de Liliana Porter (Buenos Aires, Argentina, 1941) a través de varios puntos clave conceptuales de la misma, diseñando un recorrido necesario para abarcar, de manera sucinta pero muy representativa, una de las producciones más relevantes de las últimas décadas del arte conceptual.
La necesaria plasmación de su propuesta en esta Huellas y vestigios facilita enormemente el entendimiento detrás de su acción como tal, sin constricciones temporales ni cronológicas, otorgando un papel predominante a las líneas de trabajo. De estas constantes se traza su interés por lo poético y por lo conceptual, por la relación con el paso del tiempo, de la vida de los objetos y por un replanteamiento de los significados, y todo ello a través de las diversas técnicas que la argentina ha ido perfeccionando hasta llegar a convertir los resultados en una seña inconfundible de identidad.
Abordada desde cinco prismas concretos, la muestra parte del interés de Porter por la potencialidad de la acción y la relación que tanto en el marco como en la técnica poseen los objetos. Sus primeras obras en este sentido reflejan esa relación entre sujeto y resultado, elevando el criterio de la representación a un plano narrativo de enorme consistencia y fortaleza que plantea un análisis del papel y el impacto ilocutivo que puede acontecer sobre el medio y la técnica.
El tiempo lineal y sus dimensiones, así como los planos narrativos, adquieren también un papel protagonista en la exposición, donde, a través de sus fotografías o de objetos plenamente contextualizados, reformula la concepción de lo temporal y de la sencillez con una producción que parece aunar lo espaciotemporal de manera sucinta, pero sublime. Geometría, la propia importancia del cuerpo y los gestos elaboran un imaginario específico en su obra gráfica, pero también se yerguen como el inicio de otras maneras de representación.
En la labor de comisariado que ha realizado Agustín Pérez Rubio se revela un interés añadido por ciertas representaciones tradicionales, representadas aquí por la sensibilidad de Porter hacia el bodegón y las naturalezas muertas como eje para analizar y entender la dicotomía subyacente entre orden y desorden o el trazo sociológico hacia el colapso. Esa relación marca, de nuevo, el interés por lo poético y lo conceptual, pero sin obviar la formalidad como un elemento imprescindible de la realidad.
La importancia de lo geométrico y la sensación de volumen se muestra como otro de los grandes catalizadores en la comprensión de la artista a través del recorrido de la exposición, y es aquí donde se invita a ser testigos de la importancia de la percepción de los espacios. Destaca por su importancia historiográfica del arte la reproducción de su Projects: Chuck Close/Liliana Porter de 1973, expuesta en el MoMa, hito que marca el comienzo de su exploración en el uso de hilos y cables como instrumentos para trazar esas geometrías.
Asimismo, y en la línea del interés museográfico, la recreación de Arruga, instalación de 1969 representada por primera vez en el Museo de Bellas Artes de Caracas y en el Museo Nacional de Bellas Artes de Santiago de Chile y que supone una evolución espacial del portafolio homónimo de fotograbados creado un año antes, se convierte en un cierre perfecto para el recorrido propuesto. La referencia habitual a lo dimensional, así como a cierta pátina de crítica, empleo de la semiótica y la importancia del gesto y el proceso marcado en el tiempo, matizan y consolidan una amplia de los aspectos sobre los que Porter ha construido.
Huellas y vestigios puede verse hasta el 9 de marzo en el Museo de la Casa de la Moneda, Doctor Esquerdo, 36, Madrid (España).