LIGIA D´ANDREA: POESÍA VISUAL QUE SE FUGA DE LA BIDIMENSIONALIDAD (parte 2)
Del dibujo a las instalaciones
Menciona Ligia D´Andrea el minimalismo en sus instalaciones y también los libros de artista que confecciona, como soportes plásticos tridimensionales. La siguiente pregunta era: ¿Cómo se relaciona el interés de Ligia por el lenguaje conceptual de la instalación con su pasión que es el lenguaje del dibujo? Para Ligia la instalación existe como una extensión del dibujo. Pero antes recuerda de dónde vino todo ello.
“Vengo de una generación, que nuestra época sólo teníamos tres opciones, pintura, escultura y grabado. Luego apareció la fotografía. Y el lenguaje de la instalación apareció recién en los años 70´en Brasil, cuando todavía residía allá”. Ligia llegó a identificarse con Jannis Kounellis, y con Joseph Beuys, aquello de la escultura social y toda la crítica contra el arte decorativo. Pese a las clásicas divisiones del arte occidental en categorías, para la artista lo que conecta todo es el dibujo. Incluso ya desde colegio se pasaba el tiempo dibujando líneas de todo tipo, particularmente en sus clases de Historia y de Geografía.
“Para mí el dibujo es la escritura que uno aprende ya en el colegio para escribir. El abc para mí es un dibujo, un dibujo con una connotación. Primero aprendes a dibujar, véase que cualquier niño hace primero un garabato. El garabato es nuestro primer lenguaje de entendimiento, de símbolos. De ahí pasas a la escritura, que es una domesticación del dibujo, para que entiendas que A es A, para dar sonido y significado”. [4]
Yo lo veo así, me encanta hacer libros de artista, graficar en los propios dibujos que hago, copiar textos de otros escritores. Me encanta copiar textos, lo hago para descansar. Como nos hacían escribir de castigo en el colegio: “no debo hacer eso…” Esa repetición de la misma frase, de copiar textos. De escribir textos me vino el tema de la ocupación del espacio.
Más adelante en sus estudios, Ligia D´Andrea llevó el minimalismo como seña de sus obras a la intervención del espacio: empezó a dibujar con hilos negros como líneas tensadas en la sala de exposiciones, ocupando el espacio con su dibujo, haciéndolo territorio. Esto fue en la década de los 70 en la escuela de artes de Berlín (Alemania). “Me encontré así con una metáfora conceptual que para mí era innovadora”.
Puede entenderse ahora porqué para nuestra artista, hablar de instalaciones es en esencia hablar de dibujo. La instalación es el lenguaje en el que encontró que se podía dibujar con los hilos en tres dimensiones. En este sentido, sostiene además que el dibujo es una escritura que ocupa espacio.
“El dibujo para mí es el espacio bidimensional. Las instalaciones son el espacio tridimensional. El dibujo es un lenguaje como la escritura. El trazo del propio lápiz o de la plumilla en el papel, yo lo transformé en los 70´en el espacio con los hilos. Y ahí me desprendí un poco del tema meramente formal.”
Multiplicando perspectivas con las instalaciones
En la década de los 80´ había comenzado a ensayar diferentes tipos de instalaciones, siendo “Canto del Silencio” (Berlín, 1986) y “Evolución y olvido” (Barcelona, 1988) dos trabajos referenciales que exploraron la austeridad y el silencio, invitando a reflexionar tanto sobre la relación colonial del trabajo esclavo y la extracción de recursos naturales en territorios de América, como sobre el efecto del avance del mundo industrializado.
Llegados a este punto, al despuntar la década de los 90´, encontraremos lo que se podría llamar el devenir–araña de Ligia D´Andrea [5]. Basta con ver cómo quedaban las salas que intervenía con sus instalaciones efímeras con hilos. “Projecció” será la primera instalación de la artista usando hilos negros, todavía en el viejo continente, allá por 1991. Se trata del trabajo de una tejedora, aunque ella lo conceptualice más como una forma de estar dibujando tridimensionalmente. Los hilos que partían de puntos fijos en las paredes, se entrecruzaban en el medio, formando un tejido transparente, visualmente hipnótico, que ocupaba el espacio de la galería temporalmente.
Podemos sentirnos tentados a efectuar asociaciones con propuestas actuales de artistas como Tomás Saraceno, en la muestra itinerante "Cómo atrapar el universo en una tela de araña" (Museo de Arte Moderno. Buenos Aires, abril 2017), en la que el artista organizó el traslado desde la selva hasta el museo de 7000 arañas, generándoles las condiciones de temperatura, luz tenue y ventilación apropiada, para que estuvieran tejiendo durante seis meses dentro de una gran sala del Museo de Arte Moderno. Teníamos en mente este tipo de trabajos al hablar de un devenir-araña de Ligia D´Andrea, con las instalaciones precursoras que realizó en Europa a inicios de la década de los 90´.
Ligia D´Andrea en el contexto boliviano
El trabajo de Ligia D´Andrea comienza a conocerse en Bolivia en una época embrionaria del arte contemporáneo para el país, nos referimos a la década de los 90´. Roberto Valcárcel, en complicidad con Gastón Ugalde, habían iniciado una movida importante en la década de los 80´ en La Paz, con las famosas acciones artísticas en espacios públicos, además de haber participado de la Bienal de San Pablo (BRA). Mientras que en Santa Cruz de la Sierra se había empezado a conocer el arte abstracto de la mano del artista cruceño Marcelo Callaú, la década de los 90´ representó para esta ciudad un gran paso hacia la expansión de las categorías tradicionales occidentales del arte, impulsado por una plataforma independiente llamada “Artefacto” que se realizó en el Museo de Historia en 1996. La gestaron cinco artistas: Ejti Stih, Raquel Schwartz, Guido Bravo, Sol Mateo y el mismo Valcárcel. Uno de los principios de esta plataforma consistía en reivindicar el carácter activo del espacio arquitectónico donde tiene lugar la obra de arte; otro muy importante fue considerar obra de arte a la posibilidad de dar nuevos sentidos a las cosas existentes del mundo.
La línea de fuga creadora de Ligia D´Andrea la había conducido hacia el lenguaje de la instalación, al mismo tiempo que la trajo hasta Bolivia en 1993. En 1994 presentó la ya histórica Instalación y Libro de Artista “Espacio e Interpretaciones”, Galería de la BHN, La Paz, esta vez tejiendo/dibujando con hilos de lana rojos y negros, logrando vincular el techo, las paredes y el suelo de la galería. Valería Paz escribe al respecto en el gran libro Bolivia: Los caminos de la escultura: “los grupos de hilos rojos y negros formaban planos que iban transformando el espacio, proyectados desde líneas o puntos fijos, dando la impresión de atravesarlo, conformando múltiples perspectivas”. (PAZ: 2009, p. 372). Pero además de ir formando una geometría espacial, la instalación correspondía con los parámetros poéticos de Ligia D´Andrea: fragilidad material de los hilos, carácter efímero, minimalismo, canto visual en silencio, además del entrecruzamiento de planos con múltiples significaciones.
Según hemos anticipado, la artista buscaba también en estas instalaciones hacer coexistir imágenes propias de contextos diferentes, por ello es que incluyó en la muestra unas máscaras de hojalata fijadas en las paredes, representativas de la China Supay y del Diablo, simbolizando la complementariedad entre masculino y femenino dentro de la cultura andina, mostrando así una curiosidad por los símbolos del espacio específico.
Cabe señalarse pues que la obra de Ligia D´Andrea se enrola perfectamente con el movimiento minoritario que está aconteciendo en Bolivia en aquellos años. Una movida que empieza a experimentar con medios no convencionales de expresión, que revaloriza los elementos de la vida cotidiana, además de algunos aspectos sustanciales del arte prehispánico, y que se rebela contra el concepto comercial del arte.
Epílogo
De las conversaciones que hemos tenido con Ligia extraigo, a modo de cierre, algunas frases surgidas que retratan su faena como artista: “siempre atrapada fraccionando el espacio para salir de lo bidimensional”. Recuerdo también aquella vez que me escribió llegando a su casa después de un largo día: “Estoy un poco cansada después de un correteo, pero parece que cuando uno está cansado se torna un poco más lúcido en lo esencial de sus cosas ¿no?”.
Meditando sobre su trayectoria, reflexionó en voz alta: “Yo creo que mi cerebro tiene una cosa de pensar tridimensionalmente siempre. E intentar plasmar esa tridimensionalidad a través de un concepto”. Y en cuanto al procedimiento que ha seguido toda su vida para hacer avanzar su obra, me dijo una vez algo fantástico: “Estoy siempre haciendo cosas, como uno siempre lo hace cuando no sabe muy bien ni siquiera lo que está haciendo, y ese lugar medio sin saber me es muy cómodo: el no tener que decir voy a hacer tal cosa. Me nace de donde yo estoy ese momento”.
Y en cuanto a un artículo que publiqué este año generando diversos debates en la escena local, me envío unas líneas que atesoré como certeras: “las reflexiones en voz alta pueden crear zonas de conflicto, pero sin ellas no nos movemos”.
Me quedo con el aprendizaje de que más importante aún que salirse de la bidimensionalidad en términos geométricos y espaciales, lo que Ligia D´Andrea ha logrado con sus obras es contagiarnos una voluntad para no dejarnos atrapar por lo bidimensional en nuestros modos de pensar y de vivir. En este sentido, incluso en el acto de colgar cuadros bidimensionales en la pared, Ligia D´Andrea nos habló, en su última exposición en Santa Cruz, de los corredores que se pueden abrir para avizorar otro mundo donde todos los planos pueden encontrarse, superponerse, yuxtaponerse, intercalarse, conjugarse, haciendo del mundo un devenir, un campo comunicante. [6]
[4] Ibid
[5] Alusion al concepto del devenir-animal propuesto por deleuze y Guattari en los 70’, y explicado principalmente en su obra Mil Mesetas. 2do tomo de Capitalismo y esquizofrenia.
[6] “La inteligencia que no hace otra cosa que reparar, rompe lo complejo del mundo en fragmentos disociados, fracciona los problemas. En consecuencia, mientras más multidimensionales se vuelven los problemas, más inconcebibles se vuelven. Incapaz de considerar el contexto y el complejo planetario, la inteligencia se torna ciega e irresponsable”. (Véase, Edgar Morín, Unir los conocimientos. El desafío del siglo XXI. Plural editores, noviembre 2000).