LIGIA D´ANDREA: POESÍA VISUAL QUE SE FUGA DE LA BIDIMENSIONALIDAD (parte 1)
No existen muchas oportunidades de encontrarse exposiciones con pinturas de Ligia D´Andrea (Porto Alegre, 1948), artista brasileña radicada en La Paz desde 1993. El motivo es que casi toda su trayectoria estuvo marcada por el deseo de no dejarse atrapar dentro de la bidimensionalidad, siendo que se la conoce más por las instalaciones que realiza desde los 80´ o los poéticos libros de artista que ha confeccionado como soportes tridimensionales. Fue el año pasado que expuso por primera vez pinturas colgadas en una pared, dentro de una exposición colectiva en la Galería Manzana Uno, Santa Cruz de la Sierra.
Más allá de una oposición entre lo bidimensional y lo tridimensional, Ligia D´Andrea es una artista de gran calidad humana que ha perfeccionado el camino del medio, haciendo zigzag entre cualquier atisbo de dualismo; ella encarna en su modo de vivir una sutil definición de artista: alguien que amplía los horizontes de lo sensible, en el más cálido silencio, con obstinada paciencia. Ajena a las conceptualizaciones que beben del colonialismo, o del pensamiento euro centrista, ella es poseedora de una obra que reclama sus propias categorías, dialogante con los diferentes contextos en los que ha vivido, embarcada siempre en una línea quebrada que apunta hacia el Sur.
Cuando no está trabajando en la confección de sus joyas –oficio que combina diversificándose–, está trabajando en su proceso creativo de artista, o simplemente escribiendo encima de los libros ya escritos, plegando las páginas de diccionarios viejos, rayándolos de colores con formas geométricas, tan sólo para despejarse, reinventando involuntariamente la noción misma de libro y de sus usos, pero también redescubriendo los tesoros de la repetición.
Gracias a la exposición que realizó en Santa Cruz el año pasado, y estimulado además por el impulso de la curadora Cecilia Bayá, fui conociendo más a Ligia D´Andrea y su obra mediante una correspondencia electrónica intermitente, hasta que recientemente logré visitarla en su hogar. Conocí entonces un poco más de ese mundo plural de múltiples perspectivas que la artista alienta en todo cuanto la rodea, un mundo de poesía expresada en pliegues de papel, collages con materiales precarios, río miniatura de piedras, extrapolaciones de líneas, superposiciones entre temporalidades lejanas, delicioso aroma a café tostado, y riqueza de colores vibrantes. En este artículo comparto algunos pasajes de esas conversaciones, a modo de incentivar al público y las nuevas generaciones a que conozcan de artistas precursores que viven e imaginan desde Bolivia.
Salir de lo bidimensional haciendo pintura
Lo primero que le consultamos a Ligia D´Andrea fue qué la había llevado a no exponer cuadros de pintura durante toda su trayectoria, hasta que finalmente lo hizo el año pasado. ¿Qué era lo que buscaba en esta ocasión?
Pintar para mí siempre ha sido un desafío casi imposible. No me gusta mucho lo que hago en un cuadro bidimensional. Tengo “n” cuadros que ya he sacado y botado a la basura. Pinto y boto a la basura. En esto había algo que me parecía, ahora, por mi edad, por mi historia de vida, etc., que era un desafío para ver si podía encontrarme en una superficie bidimensional. Entonces, reuní en esta exposición en Manzana Uno algunos trabajos míos pintados sobre tela, que es un lugar donde no me siento cómoda. Tengo toneladas de papel con dibujos. Dibujar siempre he dibujado, pero pintar para mí es un sacrificio, vamos a decir así: es un lugar de autosuperación. (Risas). Porque para mí el cuadro bidimensional siempre acaba en una cosa muy estética, para mí misma. Entonces me satisface en un momento, pero después intento huir. Y el dibujo me parece, negro y blanco, algo minimal, me siento mejor. [1]
Los buenos artistas son los que saben fugarse, pues siendo el arte un acto de ocupar espacios temporalmente, lo que todo artista debe saber de antemano es cómo salir de estas territorialidades incluso antes de haber entrado. Lo mismo se aplica para la vida. Ligia D´Andrea es una gran proyectista de líneas fuga, algo propio de quienes trabajan creativamente a partir de las limitantes y condicionantes que heredan de cada disciplina. Incluso adecuándose al formato bidimensional del lienzo, la artista logró generar estas pinturas –exhibidas sin marcos– que parecen comenzar en otra parte y terminar en el exterior, como si fueran fotogramas de un viaje que los contiene. La ilusión óptica generada por las múltiples gradientes de colores ordenadas en vertiginosas linealidades, promueven la ilusión de ser volúmenes de tejidos que salen de la pared,
La vida misma es el sustento
Nacida y licenciada en Brasil (Artes Plásticas en la UFGR, Porto Alegre, 1972), Ligia D´Andrea es un nombre que testimonia el largo viaje, un zigzag entre las montañas, desde Brasil hasta Bolivia, habiendo pasado antes por Alemania, donde obtuvo su Maestría en Arte Plásticas; luego una estancia más corta en México, para después recalar en Barcelona (ESP). Ese devenir la ha llevado por contextos culturales muy diferentes, realidades disparejas que la artista lleva consigo, y que tal vez expliquen porqué sus instalaciones hacen coexistir diversos elementos que pertenecen a contextos desiguales, conectando símbolos prehispánicos con otros contemporáneos.
Es mi trayectoria de vida: emigré de Brasil durante la dictadura militar, cuando era ya profesora en la universidad. Fui becada para ir a Alemania y logré salir con ayuda de amigos. De Alemania en adelante estuve saltando de un lugar al otro. Viví en México un año, después viví cinco años en Barcelona (ESP) donde nació mi hija Paola. Después ya me vine a vivir a Bolivia. [2]
Una de las características de ese trayecto ha sido la liviandad, la capacidad de viajar llevando lo mínimo, con obras que se podían trasladar en un par de maletas, algo que celebran los artistas portátiles, quienes lo caminan al mundo sin altas pretensiones. Ligia D´Andrea es una de esas hermosas personas sencillas. Pero la historia de sus traslados viene dada también por el signo de las pérdidas: la liviandad de sus viajes fue para ella algo forzado, y que relaciona más con la precariedad que ha sido una constante de su camino.
No he tenido recursos financieros más que los de un trabajo diario y un poquito de una beca. Entonces mi precariedad económica y mi precariedad como productora de arte, digamos así, sin taller, sin muchos recursos, me llevó a hacer cosas y abandonarlas y perderlas. Perdí en transportar de un lugar al otro todo mi trabajo de la exposición que había hecho en Berlín. No pude ni siquiera pagar el transporte a Barcelona, menos aún a Bolivia.
Entonces es un corte. Por eso ese tema minimalista de mis instalaciones. O ese corte con los diccionarios, o con el libro de arte, tiene que ver un poco con esa trayectoria improvisada. Puedo decir así. (Ríe). Soy una artista que trabajo con lo que me acabo de encontrar en el camino. Ese es un lugar muy doloroso, porque no puedes hacer ni siquiera memoria de tus cosas. Mis instalaciones siempre han sido efímeras, con materiales también precarios (papel, hilo, hojalatas, tierra…). Cosas así que puedo manejar y formar algo, con lo minimal. La exposición de Manzana Uno es la primera que hago, me parecería ser la primera, donde cuelgo cuadros. [3]
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[1] 1 D´Andrea Ligia. Correspondencia electrónica de la artista dirigida hacia Jorge Luna O. La Paz, 2022.
[2] Ibid
[3] Ibid