LO HIPNÓTICO DE LA TRAMOYA AL DESCUBIERTO

| agosto 27, 2025

Por Violeta Méndez

A pocos pasos de la puerta oí los ecos de Tramoya. La inquietud guió mi cuerpo hacia la sala robándome la oportunidad de prepararme para los desvíos y fragmentaciones que se desprenderían de las obras, y los intentos de reconstrucción de los extractos en el propio cuerpo.

LO HIPNÓTICO DE LA TRAMOYA AL DESCUBIERTO

“Arte es teatro” postuló el Museo Moderno y con dicha idea se ubicaron en la sala del subsuelo Leila Tschopp, Verónica Gómez, Antonio Villa y Ayelén Coccoz. Junto a la curaduría de Raúl Flores crearon Tramoya. El título evoca el artificio teatral y los engranajes ocultos que dan forma a la escenografía; aquello que, al mostrarse, nos revela que toda escena es una ilusión urdida en conjunto.

 

Así es como veinte muñecos se dispersan e interactúan entre ellos, sin percatarse de que son observados por un público curioso; personajes rendidos caen en medio de la sala, abstraídos en un mundo que se descompone; la huella de un baile trepa en las paredes de forma segura e hipnótica, llevada por el ritmo de los rastros del cuerpo; mientras que, detrás del telón, una devota lo presencia todo.

 

Leila Tschopp. Sín título. Serie El peso del mundo, 2025

“Me resulta muy entusiasmante esta idea de que no se pueda atrapar una imagen total”, confesó Leila al presentar su obra. Y sus palabras concretaron todo aquello que no se podía asimilar a simple vista. Mientras que sus personajes intentan recomponerse –o terminan de caer— las continuidades y los desfasajes entre el bastidor y el muro permiten la construcción de nuevas imágenes. La inestabilidad lo domina todo, aun cuando los colores se disponen de manera sólida. El artificio es evidente. Su obra metafísica permite la ilusión de una “una obra que no está nunca”.

 

Ayelén Coccoz. Tarot, 2022.

En escena aparecen dos personajes: Ayelén —en forma de autorretrato— y el retrato de una tarotista rosarina. La artista construye un metaverso –inspirado en una escena posible– en el que los muñecos, lejos de ser meros objetos, adquieren autonomía y parecen cobrar conciencia propia. La obra, en apariencia lúdica y cargada de simpatía, introduce al espectador en un juego inquietante que trasciende la simple representación: ¿qué espíritu habita en los objetos inanimados y qué absorben de nuestra realidad? Los muñecos evocan la tensión entre identidad y artificio, entre lo humano y lo fabricado, entre una escena y su doble.

 

Beto Antonio Villa. Bicho cuero, 2025.

El telar que se encuentra extendido en la pared ha bailado. El artista lo ha catalogado como “artesanía experimental” y sus colores recuerdan al atardecer de verano patagónico de donde Antonio Villa proviene. Su obra carga con las personas que han interactuado con ella, su madre que lo ayuda a tejer, los bailarines, y él mismo por su puesto. Bicho cuero es fruto de un diálogo entre lo manual, lo doméstico y lo performático; se expande el textil y deja de ser objeto, se convierte en piel, paisaje y escultura viva.

 

Verónica Gómez. Miss Anginas, 2024.

El altar tríptico surrealista de Verónica Gómez presenta a Nuestra Señora de las Anginas. Su imagen posee los mismos ojos que poseen las vírgenes: comprensivos, cautivadores, sensibles, y algo tristes. La bella obra alude a la escenificación de la fe, pero se trata de una devota más cercana, a quien rezar cuando uno tiene anginas. La rodean de manera elegante flema, placas, y bacterias. Se representan a sus costados el anochecer y el amanecer, testimonios del cambio de estado, del tránsito y lo mágico del momento. La artista presenta un nuevo tiempo, pero actúa igual al nuestro.

 

Tramoya permanecerá abierta al público hasta el 28 de febrero de 2026 en el Museo Moderno, Av. San Juan 350, CABA (Argentina).

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