GYULA KOSICE: INTERGALACTIC, UNA EXHIBICIÓN QUE REDIMENSIONA SU APORTE VISIONARIO
Por Adriana Herrera Téllez, PhD
Gyula Kosice: Intergalactic es una de esas exhibiciones axiales que remueven los límites de las usuales narrativas de la historia del arte incorporando visiones que amplían la comprensión del aporte de artistas que, siendo fundacionales, como este creador nacido en la actual Eslovenia en 1924, y nacionalizado en Argentina, distan de estar incorporados al relato global del arte concreto.
La imperdible exposición co-curada por María Amalia García, curadora en jefe del Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires, MALBA, y por Mari Carmen Ramírez, Wortham Curator of Latin American Art del Museum of Fine Arts, Houston, MFAH, surge de un extensivo proyecto investigativo sobre la vida y obra de Ferdinand Falik, quien siendo adolescente adoptó como nombre el de Gyula, una ciudad húngara, y como apellido el de su ciudad natal, Kosice, como primer signo de su incesante tarea de reinventar, en su vida y en el arte, la génesis y el alcance de cada creación, al punto de desbordar toda frontera anterior, y convertirse en el poeta, teórico autodidacta, y artista que no sólo construyó la primera escultura cinética articulada, Röyii, 1944, destinada a ser reconfigurada por otros, sino concibió los modelos para la Ciudad hidroespacial (1946-2004) como germen de un imaginario futuro y alternativo de la vida común en la tierra que no termina de comprenderse aún.
Gyula Kosice (1924-2016) decía no haber olvidado nunca la experiencia de cruzar el océano a los cuatro años. Con la inmensidad del agua infinita grabada para siempre en los ojos arribó al sur de un continente con una lengua, nueva para él, que le permitiría abrir insólitos pasajes enunciando y construyendo una visión artística concebida para transformar el arte de su tiempo e imaginar futuros alternos para la humanidad.
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Gyula Kosice: Intergalactic, en PAMM
De adolescente, circundado por múltiples formas de orfandad y limitaciones de clase, en un país donde la vida intelectual parecía pertenecer a una élite sofisticada y ajena a los debates de los barrios de trabajadores (él era marroquinero), se asió de fragmentos de poesía y filosofía, de artes plásticas y otras indagaciones suficientes para convencerlo de lanzar proclamas y teorías, de tal modo que a los 20 años fue uno de los jóvenes iluminados que cambiarían la historia al participar en el lanzamiento icónico de la Revista Arturo en 1944. Pero esa única publicación que ha obsesionado a la academia por ser el inicio en Latinoamérica de un nuevo arte abstracto liberado de todo referente, no es el eje de la exhibición. Su fascinante presentación en el Pérez Art Museum Miami, representa un hito por la dimensión de su indagación en el aporte crucial de Kosice en el período entre 1950 y 1980, recorre su papel como gran pionero en la incorporación del agua en movimiento en sus esculturas e instalaciones con motores, y culmina con el despliegue del proyecto central de su existencia, La ciudad hidroespacial, cuya concepción comenzó con la frase que escribió en 1946 en mayúsculas en el manifiesto Madí: “El hombre no terminará en la Tierra”, y se extendió a lo largo de su vida.
Es ciertamente la primera muestra monográfica de Kosice posterior a su muerte, y redimensiona el extraordinario aporte de un verdadero visionario: independientemente de que incluyera en su práctica la construcción permanente e infatigable de su propio mito, lo cierto es que si bien otros constructivistas habían usado la luz y el plexiglás ante que él, al colgar sus esferas transparentes en la pared e iluminarlas proyectó volúmenes virtuales a modo de “un flujo de formas transparentes”, como Ramírez destaca, expandiendo el alcance de la plasticidad del espacio concebido no como un contenedor sino como un ente activo y transformable, como un continuum.
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Gyula Kosice: Intergalactic, en PAMM
Kosice fue el gran pionero de la incorporación del agua, un elemento que definiría su propio ser: “El agua soy yo”, proclamaba. Su Primera escultura hidráulica, data de 1958-1960- y, a partir de su Cosmogonía hídrica No 2, 1959, construiría cajas de luz con filtros de colores, semicírculos de plexiglás, y agua en movimiento que generaban percepciones cromáticas cambiantes. La instalación en el PAMM, con sus “gotas de agua” iluminadas y movidas por motores tiene un efecto inmersivo y fascinante. Amalia García escribe sobre la asociación entre el agua y lo corporal que lo lleva a la “invención erótica”. Es paradigmática la pieza que evoca su relación con su esposa, la notable (y olvidada) artista Diyi Lañn, Homenaje a Diyi (1965), una escultura transparente con una corriente de agua que fluye de la semiesfera en un plano alto a otras dos en sensual intersección situadas sobre la caja contenedora de incontables gotas.
Pero por encima de todo, su Ciudad hidroespacial (1946-2004) -el proyecto vital que es el eje expositivo- con sus flotantes arquitecturas de agua y luz lo sitúa en un tiempo que pertenece al futuro, pero que ya desde su misma formulación, en la posguerra, enjuiciaba el curso que la modernidad arquitectónica y la rapacidad del capitalismo habían impuesto a la humanidad. En el catálogo que acompaña el impecable montaje, Giovanna M Bassi Cendra reflexiona sobre la relación crítica y antagónica de la ciudad hidroespacial imaginada por Kosice y la ciudad funcionalista con su extendida frialdad productiva.
La exhibición despliega los alucinantes prototipos arquitectónicos, modelos tridimensionales de las células transparentes hidroespaciales construidas con acrílico, plexiglás, luz y pintura a modo de un cielo de intenso azul, y los hábitats concebidos como constelaciones que flotaban en un cielo nocturno estrellado. Suspendidos cinco mil pies del suelo, los hábitats transparentes esféricos extraerían agua del vapor de las nubes, podrían desplazarse y reconfigurarse y siendo ajenos a la idea de propiedad, y de la realidad de la destrucción ambiental tendrían, según sus notas, habitaciones para el erotismo, y para liberarse de la angustia. Cuando a mediados de los setenta presentó en el Espace Pierre Cardom en París su ciudad, fue percibida como una estética de ciencia-ficción. Pero Kosice, como recalca Bassi, creía realizable su propuesta postindustrial, así que experimentó con la lluvia, consultó astrónomos y viajó hasta la NASA, para demostrar que era viable -aunque costoso- esta urbe flotante alimentada por la energía de la atmósfera y la misma posibilidad de una forma alterna de existencia común en la galaxia. Años después de su muerte comenzaron a aparecer empresas generadoras de agua atmosférica.
Es clave considerar que otros proyectos de arquitecturas vinculadas a la utopía social -como la Nueva Babilonia de Constant, o la Villa espacial de Yona Friedman- suelen citarse sin incluir su ciudad hidroespacial, cuyo carácter precoz dista de ser reconocido y su valor crítico no ha sido -como con razón afirma Bassi- propiamente reconocido en la academia. En cualquier caso, sus móviles de acrílico y sus galaxias luminosas flotantes logran transformar, durante el interregno de esta exposición, el espacio del museo en una heterotopía según la concepción de Foucault: no una utopía, sino un lugar existente, en donde al entrar pasamos del paradigma de las ciudades modernistas reales y su incesante furia productiva a una posibilidad inmersiva que las empuja al umbral donde lo imposible se imagina posible.

