EL ARTE, UN HUESO DURO DE ROER
A propósito de Artista en residencia, exposición de Fernando “Coco” Bedoya (Borja, 1952), en el Instituto Cultural peruano Norteamericano (ICPNA) de Miraflores, Lima, Perú. Con curaduría de Max Hernández Calvo, la muestra se encuentra abierta hasta el 4 de junio de 2022
En 2016, Fernando Alberto Bedoya Torrico, artista peruano que, desde 1977, reside una parte del año en Lima y otra en Buenos Aires, visitó Berlín. Había sido un año marcado por distintos acontecimientos de toda índole. Entre otros, con 63 años, se había confrontado por primera vez en su vida con las ‘residencias para artistas’, una categoría donde el dominio de varios idiomas y el papeleo se conjugaban con la redacción de un proyecto, la definición de hipótesis, el planteamiento de una metodología y el esbozo de los resultados a obtener en el transcurso de un mes, un semestre, un año.
Algunas eran fabulosas y prometían el mar, la montaña, la ciudad o el campo. Otras reunían todo, daban de comer o prestaban la cocina. Pero muchas consistían apenas en un colchón para tirarse dormir y un papel para mostrar en las redes sociales y cosechar el aplauso de quienes vitorean porque sí y porque nos hemos acostumbrado a celebrar cualquier foto o cualquier trozo de cartón con un sello y una firma.
En esas residencias ricas o pobres, reales o nominales, se hablaba un lenguaje ignorado por su generación y que los excluía aún más que las barreras lingüísticas reales. ¿Qué escuela de Bellas Artes, qué taller de la década de 1960 enseñaba a ostentar diplomas o a rellenar solicitudes con categorías propias del neopositivismo de esos mismos años?
El arte se había transformado, doblegado a la administración de recursos humanos, a la explosión demográfica de todos los grupos profesionales y a la precariedad de la vida de artista. No le había quedado más remedio que refugiarse en una caseta para perro, adoptando la apariencia de un hueso pelado, mordido, seco y disputado por esas miles de personas que intentaban vivir invocándolo en vano, a veces, muy pocas, con éxito.
“Hacer del conflicto, obra”- es una de las frases que más se escuchan de su boca. De ese lema nació Artista en residencia una muestra que, como se ve en la exposición del ICPNA, se hunde en las preocupaciones estéticas y conceptuales del Bedoya joven: “La pasteleada”, una última cena en pastel y que representa la ingesta de pasta básica de cocaína, y una serie de avisos clasificados publicados en la página cultural del diario “El Comercio” de Lima en 1979. Allí, un artista buscaba mecenas (me-cenas), un juego de palabras donde el arte se amarraba a la comida, uno de los nudos que estructuran la obra de Fernando Bedoya pero también un tema caro a Víctor Grippo y al envío argentino a la Bienal de San Pablo de 1977. A fin de cuentas, sin la energía de los alimentos nadie -ni los artistas ni los que no lo somos- pueden sobrevivir.
Quien visite la exposición en Miraflores se dará cuenta que esos nudos –una referencia a la obra de su coterráneo Jorge Eduardo Eielson- encadenan un conjunto que no tiene principio pero tampoco tiene fin y que, como los quipus, se entienden extendidos en toda su magnitud. La sala del ICPNA resulta esencial para conectar los nudos del pasado y del presente, las obras tempranas y las más recientes, así como la omnipresencia del humor, la ironía y cierto desencanto.
Esos nudos conceptuales (la sumisión, la explotación, el imperialismo) están construidos en múltiples sustratos que apelan a las tipografías, a la palabra, a la escritura, la fotografía, la fotocopia, al extinto Letraset y a la búsqueda de nuevas técnicas de grabado, es decir, a la posibilidad de grabar sobre cualquier superficie y en cualquier material: veredas, papel de diario, libros escolares, lata, cartón, pasacalles, fuego, tinta, pastel, cerámica, telgopor, plástico, cemento. Una obra que no puede entenderse sino se la ve como parte de varios colectivos peruanos y argentinos, que se nutre en el diálogo con los artistas de sus países, con sus contemporáneos europeos y americanos y con los elementos más paradigmáticos de la arqueología precolombina.
Artista en residencia es una invitación a disfrutar del arte conceptual en su versión más refinada pero también a pensar quién es el autor. Porque, llegados a este punto, la ciencia y el arte comparten algo mucho más profundo que las burocracias que los mantienen: por un lado, un conocimiento y un trabajo que siempre –aún en la enemistad- es colectivo y cooperativo; por otro, las obsesiones que nos atraviesan -a artistas y científicos- en forma de imágenes, palabras y conflictos que, como Bedoya, cruzan fronteras y, queramos o no, se mezclan con el pasado y el presente y marcan el trazo de nuestro lápiz.
Fernando “Coco” Bedoya es pintor y grabador peruano radicado en la Argentina desde fines de la década de 1970. Constituye una figura bisagra entre las experiencias conceptuales del activismo artístico en el Perú y la Argentina. Su trabajo surge en un momento en el que emergen diversos lenguajes ligados a la reproducción masiva, caracterizado por la acción política gráfica en el espacio público. Integrante y fundador de varios colectivos como Paréntesis, Huayco y el Festival Contacta 79, se estableció en Buenos Aires continuando su trabajo de acción en GAS-TAR y C.A.Pa.Ta.Co, grupos que actuaron en el marco de la lucha por los derechos humanos. Organizador de los “Museos Bailables” (1986-) y de los talleres de arte en las cárceles argentinas (2000-2010), en 2010 recibió el Primer Premio Adquisición del SNAV (Grabado). En 2014 el Museo de Arte de Lima (MALI) organizó una exposición retrospectiva, plasmada en “Mitos, acciones e iluminaciones”, iniciativa de Sharon Lerner y de Rodrigo Quijano. Su obra se encuentra en los acervos del MALI, M. Nacional de Bellas Artes (Buenos Aires), M. Sívori, Reina Sofía, Library of Congress (Washington), Franlin Furnace, etc.
Artista en residencia
Hasta el 4 de junio
Curador: Max Hernández Calvo
ICPNA Espacio Germán Krüger Espantoso
Av. Amgamos Oeste 160, Miraflores