ENTRE RETROTOPÍAS, DERIVAS Y NATURALEZAS MUERTAS – CAO FEI – EL FUTURO NO ES UN SUEÑO
Hasta este mes de abril de 2024, una de las salas recientes de la Pinacoteca Contemporânea –el nuevo anexo de la tradicional y activa Pinacoteca do Estado de São Paulo inaugurado en 2023– se ha convertido en un locus especial donde pasado y futuro, tradición y modernidad, nostalgia y deslumbramiento, fortaleza y ruina, entre otros ejes poéticos, se presentan ante un visitante que se encuentra atrapado entre la perplejidad y la fascinación. La autora de esta suspensión del tiempo es la artista china Cao Fei (Guanghzou, 1978), una de las artistas clave del mundo contemporáneo, que realiza su primera muestra individual en Sudamérica tras (más discretas) participaciones en la 29ª Bienal de São Paulo (2010) y en la 9ª Bienal del Mercosur (2013), en Porto Alegre, al sur del país.
Impecablemente curada por Pollyana Quintella, O futuro não é um sonho se divide en cuatro secciones: fabricación y globalización, pasado y presente del mundo virtual, recuerdos del socialismo y ciencia ficción y, por último, urbanización y distopía. A diferencia de la gran mayoría de obras monótonas y aburridas de festivales y exposiciones colectivas que promocionan las "nuevas tecnologías", la producción del artista construye, a través de elaboradas conexiones, desarrollos e investigaciones, un corpus de trabajo profundamente crítico con la facilidad y máxima circulación de tales dispositivos. Quintella resume este espíritu cuestionador cuando habla de The eternal wave (2020), una de las obras más importantes de la sección. "(...) La experiencia de la realidad virtual está al servicio de la investigación histórica, alejándose una vez más de cualquier presentismo o mero deslumbramiento técnico", escribe en el catálogo.
De hecho, Eternal Wave es una de las obras básicas de la parte más conmovedora de la exposición, Memorias del socialismo y la ciencia ficción. Es aquí donde la artista revela una precisa y persistente investigación conceptual y visual, en la que baraja expectativas, herramientas y estrategias analógicas, digitales e hipertecnológicas, produciendo series y obras que van más allá de lo sensorial esquivo y se relacionan con los efectos perversos de un urbanismo volátil o prácticamente inexistente. En realidad, un capitalismo más que salvaje convierte en polvo casi todo lo que se interpone en su camino, si no fuera por el trabajo comprometido del artista, sin eslóganes ni etiquetas.
Eternal Wave es una obra realizada en realidad aumentada y está inextricablemente
vinculada a Nova (2019), una videoinstalación situada en el centro del espacio expositivo. En Nova, el hijo de un científico deambula en un lapso de tiempo, incapaz de fijarse en un espacio-tiempo concreto, lo que hace que su deriva sea angustiosa. A lo largo de más de una hora, la artista muestra una narración que roza lo documental –filmes reales de ciencia-ficción de China hechos en los años 60 y derivados de películas de la antigua URSS de los 60´s - y lo fantástico– y lo fantástico –el joven recorre los más variados ambientes vestido de astronauta y en una atmósfera que mezcla el realismo socialista y la ciencia-ficción existencial de Tarkovski y Kubrick, entre otras influencias. Otros personajes se pasean por la gran pantalla, dispuesta como en un viejo cine, con sillas de madera e inmersión audiovisual. En este futuro posible (¿o ya en el presente?), los habitantes de la ciudad viven alienados del mundo exterior por dispositivos que acentúan el solipsismo, en barrios vacíos o bajo una extraña y permanente situación de desmantelamiento.
En Eternal Wave, algunos de los vacilantes protagonistas aparecen en esta especie de nuevo escenario, en el que el (antiguo) espectador se encuentra en un viaje que reproduce nuestro universo real, tridimensional y con movimientos que interfieren en la propia obra. Se nos lleva a una pequeña cocina, que más tarde sabremos que es una recreación de la antigua dependencia del cine de siempre, en la que este astronauta errante aparece en escena saliendo del fregadero. Hay también una experiencia metalingüística, de la película dentro de la película, en el cine virtualmente recreado. No hay optimismo posible en este flash-forward, y parece que el apocalipsis realmente no tiene nada que ver con la historia bíblica. En esta sección también se incluye Hongxia (2019), una videoinstalación que cuenta la historia de un cine popular en un barrio fabril de Pekín, que cerró en 2008 y sirvió como estudio del artista a partir de 2015 (hoy ya no existe, pues el barrio no pudo soportar otra oleada de nuevos edificios de gran impacto en la zona).
También merece la pena recordar a otro gran nombre de las artes asiáticas, el director Jia Zhang-ke (Fenyang, 1970) y una de sus obras maestras, el largometraje Naturaleza muerta (2006). En él, el director se centra en las pequeñas vidas de un pueblo que está a punto de desaparecer debido a la construcción de una gigantesca presa. También documentalista, el cineasta ha realizado una de las creaciones más precisas sobre el triunfo de un mundo incierto sobre otro arcaico, aunque a una escala más humana, entrelazando un aire más fabuloso con una construcción cinematográfica que debe mucho al neorrealismo de Rossellini y otros maestros. "Mi trabajo [como documentalista] es preservar esta memoria", declaró a Bruno Ghetti en 2020 en Folha de S.Paulo.
Por otra parte, O futuro não é um sonho también es interesante por mostrar producciones anteriores de Cao Fei, como la serie Cosplayers. En las fotografías Bunny's World (2005) y City Watcher (2004), por ejemplo, explora la extrañeza de personajes de un mundo pop y geek en medio de un monstruoso y despiadado resurgir de las megalópolis. En obras como RMB City (2007), el uso de una herramienta virtual como Second Life, ya obsoleta pero que anuncia falsamente una supuesta emancipación de la identidad, no es menos crítico. Obviamente, tras la sedimentación de las redes sociales y otros dispositivos similares, esta creación en el metaverso suena ahora ingenua.
Por último, quizá el público se identifique con los personajes de Haze and Fog (2023), que durante más de 60 minutos pasean sus existencias huecas por la rigurosa cámara del artista, seres desplazados en aglomeraciones urbanas sin personalidad e impersonales. Algo parecido a los pequeños robots de Rumba 2: Nómada (2015), en inútiles movimientos para limpiar los descartes originados por un imparable ritmo construir/destruir/reconstruir.
Así, con Cao Fei - The future is not a dream, la Pinacoteca de São Paulo dirigida por el alemán Jochen Volz (ex-53ª Bienal de Venecia, Serpentine Galleries e Inhotim) invierte en exposiciones de grandes nombres internacionales –la Pinacoteca Contemporânea del año pasado trajo a la surcoreana Haegue Yang a la inauguración del espacio– sin dejar de propiciar debates no indoloros y más que necesarios.
Cao Fei - El futuro no es un sueño.
Hasta el 14 de abril de 2024.
Pinacoteca Contemporânea - Av. Tiradentes, 273, São Paulo.