FOUNDATION VILLA DATRIS: MOUVEMENT ET LUMIÉRE #2
La Fundación Villa Datris por la escultura Contemporánea, creada por Danièle Marcovici y Tristan Fourtine, presenta cada año una exposición temática que ofrece una lectura original y comprometida con la creación de su tiempo.
Desde su apertura en el 2011, la pasión que compartían por el arte óptico, el arte cinético y el arte interactivo dio lugar a la primera exposición Mouvement et lumiére en la Villa Datris en 2012. Diez años después de su emblemática exposición, vuelve sobre este tema a través de una muestra cautivadora, luminosa e hipnótica. Mouvement et lumiére #2 presentada por sesenta artistas franceses e internacionales se enriquece este año con las técnicas e inquietudes de una nueva generación muy inspirada en sus creaciones tridimensionales. La exposición es un recorrido por la historia del arte óptico y cinético, cuyas obras ilustran el tema del movimiento y la luz que Tinguely definió con la frase "lo único estable es el movimiento en todas partes y siempre." Ya sea, un movimiento real creado por un motor o por la luz o un movimiento virtual creado por la ilusión óptica; todas las obras que se exhiben implican la participación del público invitado a formar parte integrante y jugar con ella. Así, están expuestos los testigos de esos años en que cada uno de ellos quería encontrar una verdad pictórica a través del movimiento y la luz, creando el arte cinético y óptico en todas sus formas de expresión. Con una selección que agrupa el trabajo de Calder, Tinguely, Schöffer, Tomasello, Asís entre otros; la muestra, propone explorar estas dos vías y otorga una consideración preferente a los grandes maestros del cinetismo latinoamericano: Soto, Le Parc, Cruz Diez a través de obras que muestran la fuerza retinal del arte cinético y sus enriquecedores trompe l’œil, junto a la de jóvenes emergentes.
El recorrido expositivo comienza con un homenaje al venezolano Jesús Rafael Soto, por el centenario de su nacimiento. Artista emblemático del Arte Óptico y el Arte Cinético, exploró la implicación del espectador en la obra y desarrolló su vocabulario cinético gracias a obras creadas en serie que producen vibraciones ópticas que modifican el espacio y la percepción del espectador. Uno de sus Penetrables Pénétrable BBL bleu, 1999, presentado en los jardines saluda a los concurrentes nada más cruzar el portal de la Villa Datris. Una escultura monumental y participativa, de un azul deslumbrante, que juega con los sentidos del espectador e incita al público a un deambular activo en relación con cada uno de sus movimientos. El homenaje se completa con cinco obras representativas del artista.
Jugar con el movimiento y la luz para perturbar la mirada del visitante, este es el desafío de esta nueva exposición. Nada más entrar en la Villa, queda atrapado por la visión hipnótica de los medallones de Manuel Mérida Metallic Materials, 2023. Creados in situ, en colores plata y bronce, están llenos de finas partículas minerales. El material, impulsado por un lento movimiento giratorio del círculo, fluye en una fina lluvia dibujando a veces una cascada, a veces un paisaje de dunas centelleantes; dando a luz cuadros de otro espacio, de otro tiempo sumergiéndolo en un estado contemplativo. En el otro extremo del pasillo, una imponente y cautivadora pieza de Julio Le Parc Blue Sphere, 2013, se ve envuelta en la oscuridad; artista imprescindible del arte cinético, aún activo a sus 95 años es uno de los fundadores del G.R.A.V. con Horacio Garcia Rossi, Morellet, Sobrino, Stein e Yvaral. En el primer piso, por encima de la esfera azul de Le Parc, una pieza de Olafur Eliasson Firefly biosphere sunspotting, 2022, sumerge al espectador en un espacio bañado por una luz dorada donde las formas y sombras intrincadas se proyectan hasta el infinito.
Las diferentes salas reciben al paseante que se confronta con una explosión de color y movimiento emergente de las obras cinéticas, cuyos procesos de creación, de método científico o completamente ligadas a la intuición llevan al espectador, por un instante, solamente a “ver”; como las cajas lumínicas de Martha Boto, Hugo Demarco y Grazia Varisco que parecen desdoblarse en el tiempo, en una perpetua mutación geométrica. Los juegos de luces cinéticas no son solo reflejos o bombillas de colores, ciertos artistas exploran el efecto de la luz sobre los materiales. Si Elias Crespín descompone mecánicamente los colores con una de las piezas más cautivadoras de la exposición TriAlineados Fluo Vert, 2016, Carlos Cruz-Diez los superpone gracias a los rayos de luz que atraviesan su escultura Transchromie mécanique aléatoire, 1965-2010. Philippe Decrauzat y Miguel Chevalier crean iridiscencias, ya sean descomposiciones de la luz sobre su superficie, o efectos muaré. Retiene la atención Surge Drops, 2022, de Ivan Navarro en la cual la palabra SURGE se distingue difícilmente en un universo fluctuante con múltiples colores que nos succiona en las profundidades de los espejos y neones.
Llevando la abstracción al extremo, artistas del minimalismo, como Dan Flavin o François Morellet, reducen sus intervenciones a líneas de luz que revelan su entorno espacial. Los reflejos juegan, gobiernan y perturban nuestra percepción de la realidad; así lo manifiestan las obras de espejo de Jeppe Hein, Regine Schumann o Keith Sonnier que fracturan nuestro espacio o lo colorean, mientras que la ausencia de reflejos en la obra de Raphael Hefti nos desestabiliza. Las obras dividen el espacio, lo hacen iridiscente y vemos cómo la transparencia puede convertirse en color; Jean-Michel Othoniel lo revela con Precious Stonewall, 2020.
Al desvincular el movimiento de cualquier representación figurativa, el arte cinético nos invita a percibir no solo el espacio circundante sino también las fuerzas vitales e invisibles de la naturaleza. Si Takis explora la tensión electromagnética, los móviles de Susumu Shingu y Xavier Veihan están animados por corrientes de aire; Laurent Debraux la escenifica de forma hipnótica a través del movimiento. Otros artistas extraen de ella fórmulas activistas como Andrea Bowers, o incluso pseudomatemáticas, con la sucesión de Fibonacci revisada por Carsten Höller. En la planta baja, lindante con los jardines, nos encontramos con varias obras históricas, el famoso Blue Square,1977, de Agam, hace eco con las obras de Antonio Asís Vibration n°2, 1967, Cesar Andrade Puntigrama 373, 2012 y Luis Tomasello Atmosphere Chromoplast n°111, 1963.
Los jardines de la Villa Datris, remanso de paz y verdor, son también un lugar de exposición. Cada año ofrecen un agradable paseo artístico por los caminos arbolados y exuberante flora, asociados al murmullo de las aguas de la Sorgue donde las obras dialogan en libre albedrío en medio de la vegetación. Frente al Penetrable de Soto, al pie de las escaleras que conducen a la Villa, se descubre una gran escultura de Jaildo Marinho en mármol de Carrara. Con esta obra, de carácter arquitectónica, de volúmenes y estructuras a fuerza del vacío, el artista busca provocar una nueva vibración. Las esculturas de Gabriele De Vecchi y Etienne Rey instaladas en la desbordante naturaleza del jardín, reflejan los colores del cielo y las diferentes variaciones de verde de los árboles y plantas. Las creaciones de Hanna Roeckle, de colores deslumbrantes y saturados que varían según la incidencia de la luz, jalonan el paseo, mientras que la obra azul de Rafael Barrios invita al visitante a moverse para descubrir nuevas posibilidades de percepción. En continua transformación, fruto de una desbordante imaginación, desaparecen y reaparecen frente a los ojos del espectador.
Lo interesante de esta exposición, es que el espacio de la Villa Datris, poblado de móviles y cajas lumínicas, se llena de vida al ritmo de las 81 obras, una selección que entrelaza obras históricas a la de jóvenes artistas hacia una gran libertad poética y formal. Así se presentan, como una metáfora de formas modulares que responden a una verdadera genealogía de la geometría. La configuración del espacio particularmente exitosa, toma la forma de una itinerancia fascinante, donde jamás, el ojo del visitante no sabe dónde posarse. La muestra, sorprendente, interactiva, participativa y lúdica, supone un íntimo diálogo, una conversación entre artistas vivos y muertos que capta la atención del visitante y sugiere un paseo delirante.