TRÁMITES: PROTOCOLOS Y ESTRATEGIAS PARA EXISTIR EN EMERGENCIA
El jueves 18 de abril de 2024, inauguró en los espacios independientes de La Sociedad, en Santo Domingo, el proyecto expositivo Trámites; un dúo show de lxs artistas visuales Yéssica Montero (1998, República Dominicana) y Ernesto Rivera (1983, República Dominicana).
La exposición, organizada por la artista Elisa Bergel Melo y apoyada por La Cooperativa y la plataforma Pardo, es la primera de un ciclo de exposiciones que buscan generar diálogos entre artistas caribeños jóvenes y emergentes, en medio de una escena llena de ausencias y carente de oportunidades para los nuevos creadores y trabajadores del arte.
Todo sentido de la historia embarga un profundo y continuo sentido de crisis
Partamos de la certeza enunciada y situémonos en la realidad de dicha condición, aparentemente perenne y sin mejoría previsible: Diariamente asumimos la emergencia como protocolo de una actualidad extendida y sucesiva; una crisis que precariza y mantiene en vilo nuestra conciencia de continuidad, pero que –entendida como acción y efecto de emerger— puede a su vez representar para contados seres una posibilidad de “construir partiendo de los malos días del presente, [y] no de los buenos días del pasado” (Foster, 2017).
Para aquellos que habitamos estos tiempos, asumir esta condición existencial, contingente y en continua actividad implica desarrollar una serie de procedimientos contemporáneos que, como logísticas naturalizadas, establecen un sistema de quehaceres cotidianos de carácter transgénico, inalámbrico: enviar un correo, confirmar una cita, publicar una fotografía, agendar una llamada. Tocamos las pantallas “con las puntas de los dedos más inteligentes que todas las yemas de antes” (Tiniacos, 2015), generando una nueva concepción de contacto humano imposible de entender hace un par de décadas atrás. Y es que, en este encuentro ineludible entre cuerpos y dispositivos, un gesto de humanidad se cuela por una pequeña grieta de la superficie táctil; y es precisamente éste el momento en el que logramos atravesar la fría pantalla para compartir testimonios de nuestras maneras de existir dentro de la emergencia.
Haciendo uso de todo este entramado intangible, los artistas Yéssica Montero y Ernesto Rivera establecen vínculos desde distintas ubicaciones geográficas para dar forma a un diálogo sostenido en torno a su manera de habitar la crisis, o visto desde otra perspectiva, de existir en las vicisitudes de la historia. Durante un proceso como este, se origina una relación no presencial, basada en el compartir de información en línea, en el tránsito de imágenes y la asincronía de un mensaje de voz que configuran un nuevo sistema de relaciones entre humanos. Un sistema de intercambio de símbolos aún difícil de justificar para los estudios sociológicos modernos, pero posible de materializar a través de experimentos como –¿por qué no? – una exposición de trabajos y procesos artísticos, pensada y concebida desde la lejanía.
De allí que el proyecto expositivo Trámites plantea un diálogo abierto, sin pretensiones de definiciones estrictas, en el cual la distancia, los medios y las circunstancias históricas funcionan como espejos deformantes que “nos ayudan a mantener en vilo nuestra atrofiada, vacilante y lábil conciencia de continuidad” (Guasch, 2004). Un reflejo en el cual la transferencia de documentos y conocimientos ocurre de manera desapercibida a través de dispositivos, redes y satélites, acordes a los tiempos de su existencia vital. En esta, los trabajos presentados por Yéssica y Ernesto se plantean, así como una forma de ver en conjunto, de pensar acompañados y trabajar en solitario en la creación de un lenguaje propio, pero con claras intenciones de ser compartido. En este camino, las palabras y las cosas parecen ser los portadores de significados traducidos a imágenes posteriormente convertidas en obras, que ahora se reúnen en un espacio en desuso burocrático y que aloja todas las logísticas mencionadas, convertido en una sala de exposición.
El mundo se repite sobre sí mismo
Hoy, los nuevos malos tiempos compartidos nos invitan a dar forma a la fragilidad de la vida a través de manifestaciones que, quieran o no, se hacen desde una condición precaria. Bien sea por su naturaleza efímera o por su materialidad austera, lejos estamos de los mármoles y los Davides. Administrar recursos en una circunstancia tal, implica –más allá del trámite– un modelo de ver y de leer sin ver al otro lado. Una manera de atención política que asume una posición dentro de los modos de producción contemporáneos, una manera de operar que, desde el arte, puede “señalar grietas en el orden simbólico general, fisuras o cesuras en el espacio del significado” (Foucault, 1968), y que pueden convertirse en lugares de sujeción donde sería posible resistirse al poder, o al menos intentar reimaginarlo.
En Trámites, Yéssica Montero y Ernesto Rivera construyen un diálogo entre imágenes deícticas, que señalan –bajo sus propias lógicas gramaticales y lingüísticas– las maneras de representar un mundo que se repite sobre sí mismo. Partiendo de estrategias de dibujo, representación y experimentación pictórica y escultórica, en las obras seleccionadas la figuración juega con lo informe para evidenciar una obsesión común por las huellas y los orígenes, las mitologías personales y los modos de plasmar sus propias observaciones de la historia, que puestas en paralelo, pueden generar relaciones convenientes: aquellas que acercándose unas a otras, se unen.
Para Foucault, la conveniencia pertenece menos a las cosas mismas que al mundo en el que ellas se encuentran: “el mundo es la conveniencia universal de las cosas [afirma], (...) en él la tierra se repite en el cielo, los rostros se reflejan en las estrellas y la hierba oculta en sus tallos los secretos que servían al hombre” (ídem). En el caso de los trabajos presentados de Ernesto Rivera, la observación de fenómenos cotidianos se traduce a la exploración pictórica con materias sobre superficies, en las cuales las imágenes producidas remiten a preguntas fundamentales sobre su ser: “¿son cuerpos o no-cuerpos, sustancias o accidentes? ¿Se identifican con el color, con la luz o con la sombra? ¿Están dotadas de movimiento?” (Agamben, 2006).
Las manchas, producidas por el desplazamiento de la ‘sustancia’ sobre el lienzo-papel, enuncian en sus títulos las lógicas de producción e intención del artista: Tratados, Acumulaciones, Inventarios (entre otros); imágenes resultantes de la traducción conveniente de una mirada convertida en apunte. En este proceso, el desarrollo de un lenguaje plástico por parte de Rivera contiene una búsqueda intrínseca de dar forma a la fragilidad a través de dar forma a lo precario, partiendo de lógicas procesuales propias de la arqueología visual, demostrando que todo lenguaje está a medio camino entre las figuras visibles de la naturaleza y las conveniencias secretas de los discursos subjetivos, dictado siempre bajo una lógica de archivo –un término estructural en la práctica de Rivera.
A través de sus dibujos, concebidos desde métodos y ejercicios experimentales que involucran el cuerpo y su huella, la memoria y sus vacíos, Rivera plantea como subtexto un cuestionamiento del hacer dibujístico, cambiando la línea definida por un trazo primitivo, impreciso y líquido que busca más ‘limpiar la brocha sobre el papel’ que delimitar una silueta clara. En su inicial creación, el artista remite a estrategias de experimentación en las cuales entiende el archivo como “el sistema que rige la aparición de los enunciados como acontecimientos singulares” (Foucault, 1968), haciendo posible afirmar que, en efecto, los enunciados no son ni la mera transcripción del pensamiento en discurso, ni el solo juego de las circunstancias. Por ello, al hablar de la obra de Ernesto Rivera lo circunstancial se hace presente en la contingencia de sus procesos, en los que la naturaleza del propio material influye en los sistemas de sus movimientos y por ende en el resultado de sus visualidades paraeidólicas y la apariencia de sus siluetas, en las que ocurre un desplazamiento infinito del vínculo entre las formas de lo visible y lo enunciable, donde el artista plantea sus posturas personales a través de imágenes cuyo ser consiste (en sí-mismo) en el lenguaje que las desarrolla.
La búsqueda incesante del origen nos persigue desde el inicio
Para Pascal Quignard, “no hay imagen que nos afecte que no recuerde los gestos que nos hicieron” (Quignard, 2005) o, dicho en otras palabras: las imágenes que nos afectan nos recuerdan a los gestos originarios de la existencia, esa noche primigenia de fecundación en la que –paradójicamente– no estuvimos presentes. Desde esta certeza inamovible el autor concluye (o introduce) que el humano es aquél a quien le falta una imagen. Dar sentido a esta ausencia genera una búsqueda de esta imagen germinal, una pulsión primitiva que nos ha acompañado durante todos nuestros días en la tierra.
De allí que volver a las imágenes mnemónicas del pasado, explorar las visualidades oníricas, crear grafías personales o interpretar las observaciones del día a día sean –en el caso de nuestros artistas– acciones que obedecen al deseo de encontrar la imagen seminal. Un interés notable en el trabajo de Yéssica Montero, quien a partir de la figuración explora un lenguaje propio, criatural, puesto en práctica en dibujos y esculturas que materializan la creación de una mitología personal: una serie de seres más-que-humanos que parecen habitar el espacio de esa noche de la que no tenemos imágenes.
En sus trabajos, animales, humanos y seres híbridos coexisten interrelacionados entre sí en cavidades horadadas en las representaciones, figuradas a través de códigos que remiten a una corporalidad ancestral, cavernaria, en la cual todo intento de entender sus dibujos desde una postura antropológica tradicional limita la comprensión semántica de sus búsquedas. “Esta clase de encuentros con otros tipos de seres nos fuerzan a reconocer el hecho de que ver, representar y, tal vez, saber, y aun pensar, no son asuntos exclusivamente humanos. ¿Cómo podría cambiar nuestro entendimiento de la sociedad, la cultura y, ciertamente, del tipo de mundo que habitamos si nos hiciéramos a esta idea?” (Kohn, 2021).
De esta manera, para intentar entender las imágenes de Yéssica Montero se vuelve necesario remitir al descubrimiento de las formas originarias, de las esculturas prehistóricas y de las narrativas trasatlánticas, interpretadas por la artista a la luz de un presente caribeño –despojado de ismos y referencias ‘occidentalizantes’– para ser enunciados desde un lugar coherente a las convicciones poéticas de la artista. Por su parte, las reminiscencias de las siluetas de Montero apuntan a establecer relaciones semánticas con un sustrato antiguo, materno e ineludiblemente erótico que reposa bajo los pies de nuestros ancestros: un imaginario cuyas lecturas apelan a los sueños, a lo fantástico y a una forma de seres posibles que nuestro presente en emergencia ha convertido en irreal.
Vivir del perfume del jarrón roto
Existir entre restos implica, para todos los seres contemporáneos, vivir del perfume de un jarrón roto, de las reminiscencias de sus buenos tiempos y de una cierta creencia en que se pueden construir nuevos edificios sociales a partir de los escombros. Sin embargo, situar esta expectativa en una región balcanizada y precarizada (como lo es el Caribe) somete a máximas complejidades la idea de emerger en medio de la crisis, convirtiéndola en una necesidad que toca de manera específica a jóvenes creadores. Empujados a construir en los malos tiempos, artistas como Yéssica Montero y Ernesto Rivera elaboran estrategias y protocolos para dar cuenta de un mundo que se repite sobre sí mismo y de un contexto vivido que se reduce en su propio reflejo.
En este punto, la conveniencia –teorizada por Foucault– explica cómo la representación de las cosas hace que, acercándose una a otra, se unan. Tal es el caso de Trámites, una muestra dual en la que las obras y sus bordes “se tocan, sus franjas se mezclan. Así se comunica el movimiento, las influencias y las pasiones, lo mismo que las propiedades” (Foucault, 1968), haciendo aparecer entre las manchas de Rivera y las figuras de Montero una serie de semejanzas: bisagras entre los discursos enunciados que demuestran –como dijimos anteriormente– que el mundo es la conveniencia universal de las cosas. Buscar los vínculos existentes en este contexto globalizado y determinado por los desplazamientos y la comunicación a través de dispositivos, exige mirar dentro, cerca y más cerca. Acción sostenida por los artistas que, entre trámites y protocolos, logran dar forma a lo precario, y con ello, dar forma a fragilidad de la vida.
Referencias:
Agamben, Giorgio (2006): Profanaciones. Editorial Anagrama.
Foster, Hal (2017): Malos nuevos tiempos: Arte, crítica y emergencia. Editorial Akal.
Foucault, Michael (1968): Las palabras y las cosas. Una arqueología de las ciencias humanas. Siglo XXI Editores.
Guasch, Anna María (2004): Arte y Globalización. Universidad Nacional de Colombia.
Kohn, Eduardo (2021): Cómo piensan los bosques. Hacia una antropología más allá de lo humano. Ediciones Abya Yala.
Tiniacos, Natasha (2015): “Aria, Transgénicos”, en: Historia Privada de un etcétera. Editorial Libros del Fuego.
La muestra, inaugurada el jueves 18 de abril a las 6PM, en los espacios de La Sociedad, Estudio de Diseño, Av. Gustavo Mejía Ricart 279, Santo Domingo, República Dominicana, estará abierta al público hasta el 20 de mayo de 2024.