UNA MIRADA CRÍTICA A ARCO 2025

Por Álvaro de Benito

ARCOmadrid 2025 llega a su final casi con tantas respuestas como preguntas. Por un lado, el concepto de feria, es decir, el lado comercial, se instala de manera definitiva y parece revertir la situación de hace ya algunos años donde la celebración de ARCO como punto de encuentro para el gran público parecía esencial. Ni mucho menos quiere decir que la cita no tenga entre su estrategia la atracción de un público que accede al arte contemporáneo, sino que plantea una doble fortaleza en dos líneas de trabajo muy claras: qué y cómo, lo que da por entendido que la tendencia creciente de atención al coleccionista y a las instituciones parece consolidada.

UNA MIRADA CRÍTICA A ARCO 2025

Qué y cómo son dos adverbios que resumen las políticas de acción de un ARCO que ha entendido su fortaleza en el panorama europeo del mercado del arte, pero también como catalizador influyente de las tendencias que marcan las directrices. En ese último sentido, el paso de ediciones con participación de países invitados a ediciones temáticas ha asentado esta premisa. Es decir, ya no es tanto una celebración de lo local en cuanto a fronteras, sino una revalorización de temas y líneas curatoriales que, a través de los programas comisariados, vertebran las tendencias.

 

Ha existido conversación abierta y pública sobre la conveniencia de este punto. ¿Es necesario certificar, con el sello de ARCO, una narrativa de carácter global? ¿Hasta qué punto tiene sentido? Si existiese una apuesta por la diferenciación o por la pura independencia de criterios, los temas tratados serían diversos, ahondando en una riqueza discursiva y de debate que debe ser siempre el arte y cuya industria institucional peca, a veces, de autoridad moral. La diferencia entre lo institucional, más abocada a las políticas, confluye, precisamente, con ese criterio demandado al mercado del arte que se diluye por la incidencia del efecto del pensamiento ajeno.

El debate sobre la Amazonía

 

ARCO ha consolidado en su reciente última edición la tendencia del reconocimiento y la visibilización del arte amazónico o, más amplio, del Amazonas como entorno cultural, social y natural. En la entrevista realizada a los dos comisarios del programa comisariado Watamisé planteaba las dudas y contradicciones que pueden surgir entre el arte y el mercado y cómo esto podía afectar a las partes. Posiblemente, como apuntaban, no sepamos las consecuencias de ello todavía, aunque cabe cierta esperanza de que las líneas de trabajo no quiebren si se apuesta por la cooperación y la sostenibilidad.

 

En ese debate al que hacía alusión se planteaba si el tema amazónico era algo recurrente o recorrido, manido. En un mundo de celeridad e imagen como en el que estamos, el consumo inmediato de cualquier elemento vital, y también el arte, es incuestionable. Que el reconocimiento de ciertos procesos peque de artificial es un riesgo, pero que sea exclusivamente temporal, parece un hecho. El Amazonas, como región, posee un riquísimo entorno que dota a los criterios actuales de total validez: biodiversidad, comunidad y resistencia. Y, probablemente, de ahí su relevancia en el mercado.

 

En este sentido, cabe destacar la importancia que, aunque sea más o menos popular en el momento, han tenido los artistas de las comunidades amazónicas y, por extensión, los pueblos originarios, usando el nefasto término anglosajón, en esta edición. Y no solo en el contexto de celebración exclusivo, sino en galerías cuyo objetivo comercial compartían con autores de renombre internacional, maestros y nuevas propuestas. Eso, ya nadie se lo va a quitar, aunque no sepamos la repercusión real que pueda tener en los objetivos plasmados sobre el papel de tal reconocimiento.

Un mercado boyante y dirigido

 

ARCOmadrid 2025 se ha erigido en el principal punto de adquisición pública para las instituciones españolas. No es baladí que, en un mercado en pleno auge como el ibérico, las apuestas financiadas por dinero público se realicen en el mayor encuentro de galerías de arte del país. Las compras de museos como el Reina Sofía o el CA2M, de colecciones como la de Fundación ARCO o administraciones públicas han certificado el buen momento que atraviesan las relaciones comerciales, en gran parte porque las galerías han sabido ofrecer lo que las políticas públicas quieren mostrar.

 

En la presentación de las compras del Reina Sofía se incidió por activa y por pasiva en el número de mujeres artistas que habían sido adquiridas por el museo, una tendencia que, según el secretario de Estado de Cultura, Jordi Martí, seguirá así durante años. La cuestión radica en otro debate actual, y es si la discriminación positiva necesaria para el reconocimiento historiográfico de periodos y artistas silenciadas no es algo orgánico y paralelo, sino que, ante la limitación de fondos, se convierte en una espada de Damocles de corte político. ¿Qué queda fuera? ¿Qué se incluye? El principal escalón crítico en ese reconocimiento es que se torna en excluyente según el criterio que se emplee y que siempre ronda: qué se debe comprar.

 

Debate polémico donde los haya, las compras y las comunicaciones realizadas en la feria indican que el arte realizado por mujeres copa la punta de la pirámide del pensamiento, aunque quedan espacios para otros colectivos que, también silenciados en la historiografía del arte, pueden resurgir en la necesidad de completar esa narrativa. Y es que la diferencia entre historiografía e historia es esencial, porque el hecho nunca puede cambiar, sino solo ser más o menos reconocido, visibilizado, maleado o manipulado por una historiografía que se construye, deconstruye o reconstruye constantemente, y que afecta al mercado de manera notoria.

La polémica vende. O no tanto.

 

Otro de los grandes titulares que tradicionalmente arroja ARCO suele estar vinculado a la polémica de ciertas obras. Artistas cuya vitola y reconocimiento pasan muchas veces por el empleo de ese recurso, siguen sin decepcionar en ese aspecto. Nombres como Eugenio Merino siempre son encontrados entre los numerosos espacios para resaltar su denuncia del poder o su visión política. Otros, buscan en ARCO esa notoriedad o un espacio para mostrar su disconformidad. Al final, es lógico y sano: el arte, insisto, debe ser refugio para mostrar el pensamiento, pero todo pensamiento.

 

Pero, ¿cuánto de arriesgado, fácil, polémico o servil es mostrar una línea ideológica concreta, si esta está representada institucionalmente? En un mundo polarizado, y cada vez más extremo, el artista plantea su denuncia en lo que cree, aunque cuesta creer que no lo hace también, dentro de los círculos comerciales, con la vista de una potencial adhesión a unos relatos institucionales que puedan reforzar su posición. Algunas prácticas artísticas mostradas en la feria, en su principio de práctica libre, parecen haber olvidado su potencial disrupción o su génesis estética en aras de cumplir con criterios exógenos o de recibir la bendición.

“Estética a golpe de like”

 

Rescatando el título del libro de Castro Flórez, ilustrativo y sucinto a más no poder, se enmarca una acción casi residual en la edición de este año de ARCO. En la celebración de la estética, muy pocos espacios han optado por el recurso y facultad de ser instagrameable. Esa barbaridad de adjetivo esconde otra gran definición que ha ido perdiendo peso. Quitando algunas excepciones, la calidad de los montajes y su apuesta por los artistas ha prevalecido sobre otros criterios y la feria ha logrado ser un espacio de relaciones y transacciones. Alejado de ese click fácil, el conjunto resultante ha eludido cualquier preferencia de ser viral a favor de una praxis concisa y que enaltece el verdadero valor de ARCO como feria.

 

De esa tarea, consolidada, puede estar muy orgullosa Maribel López directora de ARCO, que ha sido capaz de ver el potencial de Madrid como lugar privilegiado para el encuentro de Europa y Latinoamérica y de sus coleccionistas e iniciativas. A pesar de un equilibrio complicado de conseguir entre la injerencia de las políticas y las necesidades del mercado, la feria ha leído entre líneas las demandas de unos y otros, ha dado oportunidades a nuevos galeristas con programas específicos, se ha erguido como lugar de encuentro y ha reforzado su validez como agente y su vínculo institucional.

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