LAS "LATINOAMÉRICAS" DE ARCO
La presencia latinoamericana en ARCO se consolida año tras año hasta vertebrarse como un hilo conductor primario, más allá de las propias tendencias del mercado, para pasar a constituir una parte muy fuerte de la identidad de la feria madrileña. En este sentido, las galerías participantes en los diversos programas plasman en sus propuestas nombres de calado, consagrados, y también apuestas más jóvenes o radicales que conforman un ecosistema en el cual poder analizar las diversas producciones.

Más allá de Perfiles / Arte Latinoamericano y Watamisé, los dos programas comisariados de este año que versan sobre América Latina o, por lo menos, en su referencia geográfica, un recorrido por los pasillos de ARCO pueden darnos la idea del impacto del arte de la región en el mercado global. En un acercamiento a algunas propuestas, hemos planteado una muestra con algunos nombres que dibujan con su obra un plano general del arte latinoamericano expuesto. Por supuesto, no están todos los que son, pero los que están conforman una mirada a esa diversidad que ha permitido la consolidación.
Impactante es la muestra de Zé Carlos García (Aracajú, Brasil, 1973) en la brasileña Portas Vilaseca. Si bien su nombre no es, ni mucho menos, desconocido en una ARCO que le premió hace años, su persistente presencia y tan relevante permite consolidar su apuesta por las obras de carácter escultórico, rozando a veces la instalación, pero siempre abogando por materializar transformaciones y cambios orgánicos, llevando al cuestionamiento del entorno a través de las alegorías que arrojan sus propuestas.
En el nexo de los dos pabellones, The Goma propone a Aimée Zito Lema (Ámsterdam, Países Bajos, 1982) para el programa Proyecto de artista. Crecida en Buenos Aires, su trabajo gira alrededor de los conceptos del registro y la memoria, ahondando, de paso, en cómo las personas transfieren sus conocimientos. La disposición de la instalación principal, rodeada por otras obras suyas, congrega portadas de diarios judiciales de 1985 sobre los procesos argentinos, incide también en la ausencia, aquella que marca la ropa como elemento cotidiano, y remarca la documentación como parte inexorable del arte latinoamericano en lo que a procesos políticos se refiere.
En una feria cada vez más alejada de la instalación, la colombiana Casas Reigner se atreve con una sucinta muestra del trabajo más reciente de Luz Lizarazo (Bogotá, Colombia. 1966) en una disposición inmersiva, de acogimiento de ese universo en el que reina lo frágil y lo íntimo, representado tanto en su faceta técnica, cuidada en el detalle, y en la utilización de materiales, como medias de lycra o camastros de delicado metal, que no pueden más que resaltar el concepto tan marcado de su obra en su utilización final.
En Patricia Ready se expone parte de la obra de la chilena Amalia Valdés (Santiago, Chile, 1982) con sus reconocibles prácticas de la cerámica y la escultura en la creación de tótems que irradian color y geometría en un entorno muy personal. Por su parte, Alicia Paz (México D.F., México, 1967), en la francesa Bendana | Pinel, se sirve de las influencias de los entornos donde ha convivido para confeccionar un homenaje a las mujeres y el reconocimiento a la importancia de las artes decorativas en sugerentes pinturas que emplean el dorado como celebración y el azulejo como parte invariable del lugar. A su lado, los tapices con motivos iconográficos contemporáneos y de carácter cotidiano del colectivo Chiachio & Gianonne inciden sobre la puja del arte textil.
Merece la pena detenerse en las apuestas de las galerías debutantes este año. Lo orgánico toma relevancia en el manejo textil de Maya Pita-Romero (Madrid, España, 1999) y despliega grandes telas infusionadas con olores para una conexión sensitiva en El Chico. La colombiana Espacio Continuo aboga por una doble promesa tornándose en realidad. La obra de Juliana Góngora Rojas (Bogotá, Colombia, 1988) incide en el empleo del material orgánico en conexión espiritual con las comunidades indígenas con las que colabora, y mantiene un doble sentido de agradecimiento y enraizamiento en sus instalaciones. Linda Pungutá (Bogotá, Colombia, 1989), por su parte, se ciñe al entorno urbano para señalar los procesos de reutilización frente al acopio, de una mayor sostenibilidad, a pesar de la dureza de los materiales con los que construye su propuesta.
En El Apartamento, entre referencias consolidadas del arte cubano, Ariamna Contino (La Habana, Cuba, 1984) detiene a curiosos con la precisión de su trabajo sobre papel, que muestra metodología y es resultado de estudios científicos en los que trabaja, pero que arroja un cuidado por la técnica y un resultado que resalta, aunque más evidente en la colaboración que mantiene con Alex Hernández-Dueñas (La Habana, Cuba, 1984) donde la cartografía se transforma en estéticas abstracciones y geometrías.
La londinense Waddington Custot resalta el trabajo sobre madera del consagrado Pablo García Reinoso (Buenos Aires, Argentina, 1955), pero otorga espacio necesario a la emergencia de la boliviana Kenia Almaraz Murillo (Santa Cruz de la Sierra, Bolivia, 1994), una artista que resalta el vínculo con su tierra natal y los elementos constructivos, tanto textiles como de otros materiales habituales en la cotidianeidad del país, creando piezas que enlazan directamente con la tradición.
Leda Catunda (São Paulo, Brasil, 1961) sigue produciendo sus obras sobre materiales blandos, en este caso sobre el llamativo plástico hinchable que expone la brasileña Fortes D'Aloia & Gabriel junto a su Xadrez Oval. Sofía Salazar (Quito, Ecuador, 1999) es una grata apuesta de la alemana Chertlüdde. Con sus reinterpretaciones de elementos fundamentales de sus vivencias y de los espacios en los que transita, la joven artista plasma sobre esqueletos de banano o vigas deformadas la relevancia de lo imperceptible, pero esencial.
En la recuperación de ese patrimonio inmaterial se encuentra el trabajo del colectivo colombiano Mapa Teatro, en Rolf, al plasmar la tradición oral de las comunidades amazónicas en representaciones pictóricas, así como su proceso incidiendo, más si cabe, en el proceso de visibilidad, quizá demasiado acelerado, de las artes del Amazonas en el circuito del arte contemporáneo.
Estas líneas reflejan el buen estado de aceptación de las propuestas latinoamericanas en sus distintas concepciones, ricas y complejas, y certifican la buena compañía de los grandes nombres consagrados que, como los de Teresa Margolles, Vik Muniz, Dagoberto Rodríguez, Liliana Porter, Cruz-Díez y otros habituales de la feria, pueblan las propuestas de galeristas de todo el mundo, ocupando un buen porcentaje de la obra expuesta y, a buen seguro, adquirida en esta edición.