TRADICIÓN, IDENTIDAD Y LENGUAJE CONTEMPORÁNEO EN ÉDGAR CALEL

Por Álvaro de Benito | marzo 17, 2025

La inquietud de cómo el entorno afecta, no solo al ser, sino también a la producción artística, entronca con el principio por el cual Édgar Calel (San Juan Comalapa, Guatemala, 1987) ha plasmado desde cero una propuesta única en la galería La Oficina. Sueños guardados en granos de maíz nos lleva a un momento de materialización concreto, pero se expande hacia todos los vértices con los que trabaja el artista, ahondando, sobre todo, en la importancia de lo ancestral, de la identidad y de la espiritualidad que se relaciona con el espacio.

TRADICIÓN, IDENTIDAD Y LENGUAJE CONTEMPORÁNEO EN ÉDGAR CALEL

La muestra recorre con acierto el resultado de las acciones que el guatemalteco fue desarrollando durante un mes en distintos puntos de Madrid. Invitado por la galería para realizar la exposición, Calel prefirió construir de cero y llevar a cabo una práctica activa y otra de registro con la que conformarla. Partiendo del foco atávico de la tradición maya-kaqchikel, varias de las obras presentadas inciden en la imagen que la historiografía visual antropológica ha tenido de los ritos y sus instrumentos.

 

El juego conceptual que se realiza desempolva una realidad más íntima, alejada de artefactos perfectos, y recala en esa conexión profunda y social. Los restos de las acciones llevadas a cabo en ciertos puntos de la región y de las actuaciones performativas en la sala conforman un registro de las mismas con un lenguaje claro y directo. El resultado de las mismas yace para ser mostrado, enlazando directamente con códigos visuales del arte contemporáneo y la museografía sin pervertir su origen.

Calel no desaprovecha la oportunidad de compartir el espacio directamente con esa ancestralidad, colocando en la entrada una pieza que parece velar también por su bien. Una roca se asienta en un columpio que, parapetada con su presumible forma de obra de arte contemporánea, esconde una relación directa con su pasado y con su cultura. En ese primer contacto comienza un hilo en el que cobra relevancia esa relación del lenguaje y el fondo, binomio que vertebra la propuesta que desarrolla.

 

Más allá de las muestras de registro de las acciones, estéticas incluso como consecuencia, existen otros testimonios de enorme contraste espacial que fluyen de manera natural. Su visita al cercano Cerro Almodóvar, el famoso cerro testigo símbolo de la Escuela de Vallecas, o al Reina Sofía se plasman en fotografías con un enorme contraste. Lugares que han sido visitados con pieles protectoras de jaguar parecen totalmente fuera de contexto y, sin embargo, mantienen toda la carga espiritual que articula su obra.

El colonialismo transcrito en su versión más simbólica hacia la concepción del trabajo señala también esas relaciones de poder, de potestad o autoridad sobre el qué y el cómo, también como símbolo de sometimiento. En el uso del azúcar, sal y carbón y su representación radica ese conceptualismo evidente con el que explorar las raíces desde una vista contemporánea que parece haber sido adecuada para facilitar su lectura.

 

Plasmado sobre bordados, el mundo de los sueños y su simbolismo penetra en esa tradición que resiste también en la transmisión oral y en la importancia de las estructuras familiares como salvaguarda. Todo se amplía con la irónica visión de ese metalenguaje con el que el mundo occidental aspira a una comprensión de otros universos y en su intento parece quedarse en lo superficial. Ahí radica todo: lo que vemos en la obra de Calel no es más que lo material, el resultado o la transcripción de la ironía y la denuncia de todo aquello que cerca su universo cotidiano.

 

Sueños guardados en granos de maíz puede verse hasta el 26 de abril en La Oficina, Morenés Arteaga, 9, Madrid (España).