BODY-HOUSE: DIÁLOGOS ENTRE CAROLEE SCHNEEMANN, DIEGO BIANCHI Y MÁRCIA FALCÃO
La exposición en Pivô no sólo celebra el legado de Carolee Schneemann, sino que amplía sus ideas y propone un diálogo entre sus obras y las de dos artistas contemporáneos: Diego Bianchi y Márcia Falcão.
Texto curatorial de Fernanda Brenner.
Schneemann fue una fuerza feminista visionaria e influyente, una artista proteica y un espíritu libre que, sin lugar a dudas, ayudó a definir la vanguardia contemporánea a través de su obra multicapa y multimedia. Sin embargo, su inclusión en el canon de la historia del arte occidental no es el tema de esta exposición. En su lugar, pretendemos invitar a su mente y su cuerpo inquietos a volver a la conversación actual y compartir un espacio con las mentes y cuerpos mucho más jóvenes, pero no menos inquietos, del artista argentino Diego Bianchi (1969) y la pintora de Río de Janeiro Marcia Falcão (1985).
Las líneas de Interior Scroll fueron en su día una crítica, pero aquí se convierten en una celebración de las implicaciones poéticas y políticas de la ferocidad y el exceso. Los tres artistas, cada uno a su manera, abrazan el arte de la tactilidad. El suyo es un tipo de trabajo que de alguna manera nos llega al cuerpo, rompe los tabúes de la fisicalidad y nos explota en la cara lo que un mundo civilizado-sanitizado-normativo se esfuerza por suprimir. Tomando prestado un término utilizado por Schneemann, todos ellos persiguen una cinética visceral, llegando a las entrañas, al interior de los cuerpos y las cosas sin renunciar nunca a la complejidad de sus temas.
La Corpo-Casa se concibió como un collage espacio-temporal sinestésico de obras muy diferentes, pero de la misma temperatura. El lugar de la exposición fue, durante dos meses, el espacio de trabajo de Diego Bianchi, en el que sus montajes independientes e intervenciones espaciales surgieron casi por generación espontánea. Cada día aparecía algo diferente en el espacio: piernas de plástico cortadas de maniquíes de segunda mano, tubos de metal, calcetines viejos, material tecnológico inservible... todo tipo de basura pasaba el riguroso corte de Bianchi. Su cacofónico conjunto de objetos se reunió con la imagen en movimiento de Schneemann y el lienzo de gran tamaño de Falcão y negoció diligentemente su lugar en la sinuosa arquitectura brutalista que comparten.
Bianchi ha empleado diversos materiales y escalas a lo largo de su carrera y ha pasado de las tres dimensiones a las dos y viceversa. Sin embargo, sus métodos e intereses siguen siendo los mismos: "Me fascina cuánto duran las cosas, cómo cuidamos los objetos y qué decidimos conservar. Lo veo como un deseo de ralentizar el tiempo", dice el artista. Schneemann adopta de algún modo la temporalidad ampliada mencionada por Bianchi en sus obras de imagen en movimiento (algunas de ellas combinan más de dos años de metraje recopilado), y Marcia Falcão lo hace en las inesperadas trayectorias de sus pinceles y su firme proceso pictórico. Los gestos grandilocuentes de la artista brasileña te engullen como la obra de Schneemann. Las dos mujeres no podrían estar más lejos en edad y contexto, pero se encuentran en la forma en que muestran sin ambigüedades sus deseos, sin vergüenza ni sentimentalismo. Sus métodos de trabajo giran igualmente en torno a la experimentación con la yuxtaposición, la superposición y la fragmentación de los cuerpos en el espacio.
Mediante este improbable encuentro, el espacio expositivo se convierte en un refugio, una casa, en la que no rigen las disposiciones sociales hegemónicas. Para Bianchi y Schneemann, la casa es el estudio, y el estudio está en todas partes, ya que todo -y todos- es material de examen. Falcão, por su parte, ve la casa y sus alrededores como lo que da forma a su sujeto último: el cuerpo femenino racializado, más concretamente, el cuerpo femenino que navega por los violentos y patriarcales suburbios cariocas en los que creció y aún vive.
Schneemann veía los cuerpos como collages, no sólo formados por miembros y partes constituyentes, sino como recipientes vivos que transportaban y daban forma (consciente e inconscientemente) a imágenes y expresiones del pasado, del presente y del futuro. Dentro de esta casa de locos que construimos siguiendo su ejemplo, todo se convierte en potenciales materiales de collage. Los gatos vagan libres en besos infinitos, y los cuerpos, las cosas y la arquitectura se funden en abstracciones y movimientos salvajes por doquier. Abundantes revoltijos pictóricos se amontonan en el espacio, visten maniquíes y llenan lienzos gigantescos y sueños de celuloide. Estos enredos improbables invitan a seguir las pistas de los tres artistas para evitar la lógica compositiva y convertirse uno mismo en un cuerpo-ojo no tutelado.
En conjunto, las obras expuestas constituyen un testimonio de la materialidad cultural, la identidad y la experiencia vistas a medida que el siglo XX se adentra en las primeras décadas de un siglo XXI hiperventilado y tardocapitalista. Estas obras nos invitan a reflexionar sobre el modo en que nuestra época nos determina: nuestra situación vital, nuestras identidades, nuestras interacciones, nuestras elecciones (si las hay). En este sentido, nada se da por sentado ni por supuesto. Por último, entrar en esta casa del cuerpo también significa estar dispuesto a dejarse llevar por el mal camino.