EN RECUERDO DE HELGA DE ALVEAR

Por Álvaro de Benito

Hoy nos llegaba la triste noticia del fallecimiento de Helga de Alvear (Kirn/Nahe, Alemania, 1936-Madrid, España, 2025) a la edad de 88 años. Figura fundamental del coleccionismo y del galerismo en España y Europa, su nombre queda como vocativo metafórico y referencia de una de las claves en la evolución y el entendimiento de cómo al arte contemporáneo debía ser compartido y comunicado para facilitar su apreciación como parte fundamental de los tiempos que le tocaron vivir. Auténtica convencida de que las prácticas artísticas debían salir a la superficie y ser una representación más de los motivos y realidades que daban forma a cada periodo de la historia, convulsa en el caso de España, se aproximaba con la visión y la experiencia de quien encuentra un espacio necesario para apreciar un presente y construir un futuro.

EN RECUERDO DE HELGA DE ALVEAR

Coleccionista desde muy pequeña en su Alemania natal de elementos naturales, la apreciación de los colores y las formas de la naturaleza le llevó a cierta fascinación por el arte abstracto. Ese despertar acontecido en la infancia le lleva a un camino inexorable de curiosidad y su época de estudios la traslada a Suiza y Londres y, casi inaugurada su tercera década, recala en Madrid donde estudia Cultura Hispánica y frecuenta El Prado y ciertos entornos de la vida artística española de la década de los 60.

 

Sumida en cierto localismo, ese ambiente cultural que le comenzaba a ser familiar necesitaba de cierta apertura, de una proyección que, tanto por su afán como por su visión, Helga de Alvear trabajaría para que aconteciese. Clave, cómo no, fue el descubrimiento personal del informalismo y, especialmente, del Grupo de Cuenca liderado por Gustavo Torner, Fernando Zóbel y Gerardo Rueda, y de El Paso, conjuntos y tendencias que recogían la atención de las prácticas de la época y que serán fundamentales en el devenir de su biografía como coleccionista, esta vez de arte contemporáneo.

La Colección Helga de Alvear comienza a forjarse en 1967 en ese entorno impregnado de creatividad y foco social, y, prácticamente por impulso necesario, se vertebra una visión del coleccionismo como instrumento de divulgación. Encontrará en la galería Juana Mordó los elementos necesarios para un aprendizaje del entorno de la industria del arte. Desde el galerismo y con la oportunidad de acceder a los entonces grandes complejos del sector en Europa, atesora suficiente conocimiento y valor para ser una de las galeristas que ven en la creación de ARCO una herramienta fundamental para construir un nuevo panorama del arte contemporáneo y su mercado en España.

 

Esos años son intensos. Tras la primera edición liderada por Juana de Aizpuru, el papel de Helga de Alvear en el circuito y la indsutria cobra más relevancia y gestionará de manera magistral la galería de Juana Mordó —incluso tras su fallecimiento—, hasta que, en 1995, cumplirá con su sueño de abrir su propio espacio cerca del entonces novedoso Museo Reina Sofía. Su objetivo seguía en línea con la difusión y con la consolidación de un mercado del arte interior, pero su visión le llevó a apostar por técnicas quizá demasiado arriesgadas en el momento y por artistas internacionales.

Las galerías comenzaban a superar la dependencia del lienzo y la escultura, y su espaldarazo a la fotografía y las instalaciones, a las que se sumaba un incipiente videoarte, provocaron la casi aceptación unánime de unos nuevos medios que requerían cierta autoridad para entrar en el contexto de las galerías nacionales. En un momento en el que el liderazgo en la construcción y afianzamiento del circuito tenía voz y autoridad femenina, Helga de Alvear, junto con Elvira González, la mencionada Juana de Aizpuru y Soledad Lorenzo, afianzaron una filosofía y forma de entender el galerismo que perdura, prácticamente, como núcleo de su ADN.

 

En una nueva vuelta de tuerca, y como si de esos pasos que hacía décadas pudiera haber trazado en su pensamiento, Helga de Alvear nos regaló su última gran acción. Incidiendo en la divulgación, y quizá con un pie ya fuera de la industria del arte contemporáneo como tal, su colección, que sirvió y sirve de fondo para numerosas muestras en todo el mundo por su valor representativo y artístico, encontró un maravilloso hogar. Casi en un camino paralelo al de Wolf Vostell, su itinerario vital desde Alemania le conducirá a los parajes de Cáceres, en cuya capital, iniciará su andadura para constituir el Museo de Arte Contemporáneo Helga de Alvear.

 

Ese último y preciado regalo desenvolvía la caja que contenía todo su ideario. El público debía acceder al arte, ser crítico con él e instrumentalizarlo para potenciar el pensamiento y la investigación. Su elección también dinamizaba al mismo tiempo un área algo alejada del ajetreo artístico, solo cercano por los dominios naturales de Los Barruecos cuyo valor artístico resaltó Vostell, y cuya pátina por despertar el valor del arte contemporáneo a todos seguirá presente en el que sea su mejor legado junto con el de una impronta vital para entender el galerismo en España y la pasión por al arte como catalizador social.

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