JUEGO/INSTALACIÓN DE VIVIAN SUTER EN EL PALACIO DE VELÁZQUEZ

Organizada por el Museo Reina Sofía y comisariada por Manuel Borja-Villel, la muestra propone un esquema donde cada lienzo mantiene su propia autonomía como obra de arte, pero permanece también en estrecha conexión con el resto de las piezas, en una suerte de ecosistema evocador de experiencias climáticas, sensoriales y emotivas. En este sentido las telas de Suter cuelgan, sin bastidor, en instalaciones que buscan una relación inmediata con el espacio arquitectónico y natural, al tiempo que remiten inevitablemente al entorno en que fueron creadas.

JUEGO/INSTALACIÓN DE VIVIAN SUTER EN EL PALACIO DE VELÁZQUEZ

La artista suizoargentina Vivian Suter (Buenos Aires, 1949), decidió dejar Basilea para vivir en la selva guatemalteca tras un viaje en solitario por las ruinas de Mesoamérica. Era principios de la década de 1980, y desde entonces su estadía se ha alargado más de treinta años en un estudio situado en Panajachel, sobre el terreno de una antigua plantación cafetera junto al lago Atitlán. Desde este Edén personal, rodeado de vegetación y con volcanes en el horizonte, Suter se aproxima a la pintura abstracta y la improvisación artística desde los elementos naturales que la rodean.

 

En sus creaciones hay un vínculo entre dos culturas. Nacida en Argentina de padres europeos exiliados por la Segunda Guerra Mundial, su relación con Latinoamérica está presente desde la niñez. Sus telas son el resultado de un mestizaje entre el mundo occidental y el contexto guatemalteco: técnicas, miradas y formas de pensamiento que se entremezclan sobre los lienzos, la pintura y la naturaleza. Más allá de la figura del artista extranjero seducido por el exotismo, ella es una forastera que crea un nuevo vínculo entre cosmovisiones.

Las primeras obras de Suter, realizadas en Suiza a finales de la década de 1960, eran más estructuradas. No fue hasta su llegada a la selva guatemalteca que el proceso de trabajo y reflexión se tornó más orgánico y libre, en especial tras las tormentas tropicales Stan, en 2005, y Agatha, en 2010. Después de las catástrofes, muchos de sus lienzos quedaron parcialmente anegados en el fango, generando series pictóricas intervenidas por el carácter azaroso del clima. A partir de ese momento, la naturaleza se presenta casi como coautora de las obras, que transitan entre la introspección del interior de su estudio y el exterior, donde se impregnan del viento, la lluvia, el barro y hasta de pequeños insectos del entorno para cartografiar y representar la singularidad de la vida vegetal.

 

Durante su infancia bonaerense, Suter solía jugar a esconderse entre las telas de la fábrica familiar, la Estampería Belgrano. En la exposición que el Museo Reina Sofía presenta en el Palacio de Velázquez sucede un juego similar que invita a perderse entre las obras, colores y texturas, que cuelgan en el interior de este edificio con bóvedas de hierro y cristal.

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