“GRACIELA ITURBIDE: HELIOTROPO 37” EN FONDATION CARTIER POUR L’ART CONTEMPORAIN
La Fundación Cartier presenta “Heliotropo 37", la primera gran exposición en Francia dedicada a la obra de la fotógrafa mexicana Graciela Iturbide. Reúne más de 200 imágenes desde los años 1970 hasta hoy. Fotografías de las más icónicas a las más recientes, así como una serie en color especialmente producida para la exposición. Si hoy es célebre por sus retratos de los indios del desierto de Sonora, las mujeres de Juchitán o por sus ensayos fotográficos sobre las comunidades y tradiciones ancestrales de México; Graciela Iturbide dirige también una atención casi espiritual a los paisajes y objetos. Mostrando por primera vez estas dos facetas, estos dos puntos de vista de la obra de la artista, la exposición ofrece así una visión renovada y revela su gran contribución al arte fotográfico.
Desde hace más de 50 años, Graciela Iturbide crea imágenes que oscilan entre un enfoque documental y una mirada poética. Se inicia en la fotografía en los años 1970 junto a Manuel Álvarez Bravo (1902-2002), a quien sigue en sus viajes en los pueblos y fiestas populares mexicanas donde lo ve buscando el lugar indicado, esperando que suceda algo para luego fotografiar, casi invisible, sin molestar, lo que le interesa. Álvarez Bravo se convierte así en el mentor de la joven fotógrafa y comparte con ella su sensibilidad y su acercamiento humanista al mundo
La exposición presenta en la planta baja un gran número de fotografías de personas que conoce u objetos que la sorprenden y emocionan durante sus diversos peregrinajes a México y expediciones alrededor del mundo. Fotos de gran dimensión en blanco y negro que sumergen al visitante en un viaje imaginario: chaquetas suspendidas en el aire, cables eléctricos que trazan dibujos geométricos o un cardumen de peces cuya dirección es desconocida. Entre las emblemáticas series de este período se encuentran “Los que viven en la arena” (1978) para la cual Graciela Iturbide pasó mucho tiempo dentro de la comunidad Seri en el desierto de Sonora; “Juchitán de las mujeres” (1979-1989), estudio dedicado a la mujer y la cultura zapoteca, en el valle de Oaxaca, o la serie “White Fence Gang” (1986-1989) llevada a cabo con los cholos, gangs mexicanos en Los Ángeles y Tijuana.
Además de las fotografías que la hicieron célebre, la muestra revela su trabajo fotográfico reciente. A través de los años, sus imágenes se vacían de toda presencia humana y su atención la dirige a los materiales y texturas, revelando el vínculo metafísico que une a la artista con los objetos, la naturaleza y los animales. “Naturata”, producida entre 1996 y 2004 en el jardín botánico de Oaxaca, inicia esta progresiva desaparición: plantas y cactus, sostenidos por cuerdas, envueltos en sacos de arpillera, se desvanecen bajo velos y redes. Por iniciativa de la Fundación Cartier, Graciela Iturbide se desplaza a Tecali, un pueblo cerca de Puebla donde se extrae y corta el alabastro y ónix. Hecho raro en su carrera, abandona el blanco y negro para fotografiar en color piedras rosadas o blancas; bloques de alabastro sobre los que a veces es visible escritos o grabados que se destacan contra el cielo como tótems.
“Heliotropo 37” toma prestado su título de la calle donde se encuentra el estudio de Graciela Iturbide, en el distrito de Coyoacán en la Ciudad de México; edificio proyectado por su hijo, el arquitecto Mauricio Rocha diseñó también la escenografía de la exposición. Transformó la Fundación Cartier en un templo moderno, con altos muros encalados, atravesados por rendijas verticales que dejan penetrar la luz del jardín. Un escenario que resuena con las meditativas fotos que Graciela Iturbide ha tomado alrededor del mundo, encontrando poesía en las cosas simples de la vida cotidiana, sin caer nunca en pesados simbolismos o esoterismos. Espectacular, radical pero no exenta de mesura, su propuesta juega con la materialidad de los elementos utilizados. Como un templo heredero del modernismo y la tradición arquitectónica mexicana, esta escenografía crea así un ambiente propicio para la contemplación.
A lo largo del siglo XX, el medio fotográfico ha inmortalizado la ciudad moderna en un sinfín de narraciones visuales que parten de la calle como un escenario social, un campo de batalla político o un patio de recreo. Durante casi medio siglo, sus imágenes en blanco y negro han documentado la vida de su país natal. A través de su mirada humanista y poética, Graciela Iturbide convoca el misterio en la cotidianidad donde la imagen se entrecruza con la historia social y política de la ciudad, con sus euforias, soledades, revueltas y luchas.