JONATHAS DE ANDRADE EN MOVIMIENTO, EN CONDEDUQUE

Por Álvaro de Benito | mayo 30, 2025

El universo videográfico de Jonathas de Andrade (Maceió, Brasil, 1982) no deja de ser una de las partes que conforman su producción artística. Importante, por supuesto, y complementaria a otros mundos que tejen el ideario e imaginario que entraña la obra y la persona del brasileño. Por esa razón, la selección de piezas exclusivamente audiovisuales que se ampara bajo el título Tiempo, sueño, olor, y que se muestra en el madrileño Centro de Cultura Contemporánea Condeduque, es una aproximación concisa, representativa y necesaria para acabar testificando una parte por el todo.

JONATHAS DE ANDRADE EN MOVIMIENTO, EN CONDEDUQUE

Con un enfoque ulterior hacia la importancia del resto de sentidos en el juego visual, De Andrade proclama su vocación por la creación performativa más allá de lo audiovisual. Sus piezas de video se resuelven entre la instrumentalidad y el elemento canalizador de los mismos. Las seis piezas seleccionadas para la ocasión por Marta Ramos-Yzquierdo atestiguan esas vertientes personales que han ido aflorando o consolidándose en el decenio de trabajo comprendido entre 2013 y 2023.

 

Las aproximaciones del artista en su producción audiovisual hacia su entorno consiguen rescatar y convertir hechos, conceptos y personas en protagonistas tanto de historias creadas como de universos reales. Abordar la teoría de lo visual como un constructo de lo que debe ser el fin de las producciones audiovisuales queda en un segundo plano. Materializar el hecho, registrarlo o construirlo desde la necesidad de la creación puede marcar ciertos aspectos formales de los videos de De Andrade, pero en todos subyace el elemento del amor y la violencia y de las relaciones humanas con entornos, aunque no necesariamente reconocidos.

Esa dicotomía de la contradicción humana se percibe claramente en O Peixe (2016) y en Columbófilos (2023), obras de origen diferenciado, pero que coinciden en diversos ángulos. En ambos se observa la acción del hombre y del animal y un entorno específico, pero con el protagonismo esencial de lo gestual. Incitados a ello para mayor referencia de lo mímico como lenguaje del sentimiento, las comunidades que acaban protagonizando las dos piezas (pescadores y columbófilos, respectivamente) están distanciadas en todos sus aspectos, pero el vuelco de la rutina hacia un gesto consensuado (un beso pre mortem o una suelta ficticia) se traduce en la expresión real.

 

O Levante (2013) reta de manera más explícita los límites de la ficción y la realidad, dibujando en la que sea la más fílmica de las seis piezas un acontecimiento irreal, pero tangible. El autor propuso resolver una situación de aparente injusticia abordando la interpretación de la norma. Ante la prohibición de una ciudad del uso de animales por parte de agricultores y proveedores, se propuso organizar una carrera que, para materializar el hecho de manera legal, solo podía existir desde la ficción.

Valorando la semiótica condicionada del documental, De Andrade participa también de la parte estética. La mecanicidad de las expresiones de Nó na Garganta (2022) son las de aquellos que son conscientes en ese instante del distanciamiento con el entorno y la desconexión. Con cierta carga política, las imágenes acrecientan su intensidad a través del recurso técnico y permite así una mejor apreciación de lo gesticular como reflejo de esa narrativa inter pares

 

Jogos Dirigidos (2019) también certificaría la importancia de lo gestual. La obra registra una serie de ejercicios de expresión dentro de una comunidad de sordomudos. El hecho de que De Andrade siempre emplee grupos no profesionales para su producción no impide que se produzcan, dentro de la espontaneidad, episodios de conversión frente al, aparentemente todavía poderoso, efecto de la cámara.

Esa parte intrínseca del resultado no afecta en su forma, pero sí en el desarrollo, donde la improvisación puede determinar un cambio en la idea. En Olho da Rua (2022), De Andrade introduce la cámara en un grupo de sintecho para oficiar un registro visual de acciones performativas. El impacto de la misma trastoca o fortalece la espontaneidad, elevando la propia producción a un espacio de carácter performativo donde lo extraordinario sucede a lo cotidiano.

 

Jonathas de Andrade. Tiempo, sueño, olor puede verse hasta el 20 de julio en Centro de Cultura Contemporánea Condeduque, Conde Duque, 11, Madrid (España).

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