PATRICIA SICARDI, UN LIBRO, UNA VIDA

Por Fernando Castro Ramírez. Houston, Texas | junio 11, 2024

”Si escuchas una voz en tu interior que te dice que no puedes pintar, ¡pinta! y aquella voz se callará". Vincent Van Gogh

PATRICIA SICARDI, UN LIBRO, UNA VIDA

Basta mirar la lista de mis amigos en Facebook para tener un inventario preliminar de la diáspora de artistas latinoamericanos alrededor del mundo: Fabiana de Barros (brasileña en Suiza), Ana de Orbegoso (peruana en NY), Luis González Palma (guatemalteco en Argentina), María Martínez-Cañas (cubana en NY), Dani Tagen (brasileña en Londres), Mariano Zuzunaga (peruano en España), Luis Camnitzer (uruguayo en NY), Gustavo Díaz (argentino en Houston), Erika Haarsch (mexicana en NY), Ferrnando Casas (boliviano en Houston), Liliana Porter (argentina en NY), Luis Delgado (mexicano en San Diego), Muriel Hasbun (salvadoreña en Washington), Abelardo Morell (cubano en Massachusetts), Grimanesa Amoros (peruana en NY), etc. Patricia Sicardi, cuyo libro nos toca comentar, es una artista argentina que ha vivido en España por más de veinte años.

 

En estos días en los que pegar un plátano a la pared con cinta adhesiva, llenar un vaso a medias, o encontrar objetos desechados o tramados que tengan algo que ver con alguna versión de la identidad cultural o de género del artista y colgarlos del techo, es una obra asegurada, Patricia Sicardi es una artista con oficio de grabadora y pintora de caballete. Sus obras se instalan en la tradición de pintar para entender el mundo, para aprender maneras de representarlo, y/o para disfrutar de lo sensible. Su carrera comenzó en Buenos Aires en 1982, mas no voy a repetir su cronología biográfica que ya está en su libro, sino a comentar selectivamente los diversos periodos de su trayectoria pictórica trazados en aquél.[1]

Es claro que el periodo de 1980-2000 fue uno de entusiasmo, entendiendo ese estado mental de manera análoga a como lo entendieron los antiguos griegos, para quienes el verbo enthousiazein significaba estar poseído por un dios o diosa. En el caso de Sicardi, habrá sido el poder del arte porque en sus óleos de la década de 1990 ese medio le entusiasma a ver con los ojos de Cezanne, de Van Gogh, de Hopper, et al y ejecutar sus designios con sus propias manos. Destaca, Playa Grande, 1994 imagen de una fila de cabañas que se pierde en el punto de fuga de una playa deshabitada, dejando una secuencia de techos poligonales amarillos, azules, naranjas, etc. contra un cielo intenso que ni es presagio ni amenaza sino telón del horizonte. Porque en esa búsqueda de lo propio que son estas dos primeras décadas, Playa Grande es un óleo en el que el observador alerta no ha de pensar en otro artista que no sea la autora. Tendida en las arenas 1993, en cambio, es un paisaje turbulento, amorfo, más afín a un estado mental de la artista que del mar, la playa o el cielo. De ese mismo año es Rostro 1993 en el que un perfil apenas discernible en el colorido impasto sugiere una reflexión sobre el color, la forma, la materialidad del óleo, la vida. ¿Será retrato? ¿De quién? Uno se pregunta. Ese expresionismo espeso será un estilo de pintar que Sicardi ha de retornar en diversas etapas de su vida.

En Callejon 1995, la artista volvió a lograr una de esas obras sin ombligo, muy urbana, algo oscura y monócroma, acaso pesimista. Es una ventana a un día gris, quizá de invierno, hacia la fachada de un edificio lúgubre húmedo, sin violín ni bandoneón. De otra estética es Naturaleza viva 1996, bodegónmás bien cezannesco y/o matisseano y menos introspectivo, con formas más domadas que Rostro. El azafate en el que reposan las frutas es una fuente que irradia luz, e invita al espectador a participar del ágape, a saborear la jugosidad del melón y el melocotón. Con éstas y otras obras en su haber, Sicardi inició su peregrinaje a Europa a comienzos del siglo XXI.

Es otra la paleta que define la obra de Sicardi durante su estadía en Barcelona del 2000-2005: abundan los azules, rojos, amarillos, verdes, ocres, anaranjados. Es evidente que la ciudad de Miró, Tápies, Gaudí y del modernismo (art nouveau) tuvo un gran impacto en su obra. Los dos primeros brotarán en su obra según se alineen los astros, las emociones o los proyectos. Patricia aprovecha las formas que encuentra en las calles de Barcelona para desplegar composición geométrica e intensidad de luz y color. La Rambla, Barcelona 2002 y Tarde de café 2011 son obras que muestran esa predisposición híbrida. Si alguna vez se aparta de la composición geométrica, es sólo para acentuar las texturas, como es el caso de Anochece 2011 y Conversaciones 2011. En tanto, Lugar de encuentro 2011 y Herboristería Barcelona 2011, pese a estar fuera del rango cronológico de esta sección del libro, muestran como la efervescencia de la ciudad seducen a la artista a representar figurativamente su entorno.

 

La oscilación entre figuración y abstracción que Sicardi ha mostrado a través de su carrera artística no es titubeo estilístico sino adecuación a sus necesidades expresivas. Ya nadie se sorprende que Gerhard Richter continúe produciendo una obra fotorealista a la vez que produce otra obra congruente con el expresionismo abstracto. "Es más interesante tener cierta inseguridad", dijo Richter en una entrevista.

 

De la gran metrópolis de Barcelona Sicardi pasó a la pequeña ciudad litoral de Cadaqués (2005-2023), pueblo blanco, mediterráneo, célebre por la presencia de Salvador Dalí y su entourage, de la familia Pitxot y sus legendarios huéspedes (Picasso, André Derain, Pablo Casals, etc.), de Duchamp, Man Ray, Maria Martins, Walt Disney, René Magritte, Richard Hamilton, etc. Cadaqués se convirtió en el epicentro del accionar artístico de Sicardi cuyo territorio abarcó el sur de Francia, Italia, Londres, hasta México, Buenos Aires y Estados Unidos. Exhibió su obra en galerías de arte tales como Magdalena Baixeras en Barcelona, Pou D'Art en Sant Cugat del Valles, la Shad Gallery en Toulouse, Studio Mitti en Milán, Samara Gallery en Houston, y Patrick J. Demken en Cadaqués, etc. Ella misma abrió la Galería SiArt el 2005, y en el 2011, la Galería Rivera-Sicardi, ambas en Cadaqués.

 

 Si a Dalí le fue imposible prescindir de los paisajes costeros cadaquesencs, tampoco Patricia fue impermeable; aunque no los sumergió en sueño sino en vigilia. Noche de ronda 2006, no es la canción de Agustín Lara sino el título de una panorámica franja de bahía azul salpicada de botes blancos apenas pintados con un movimiento de impasto. En ese vaivén de la marea aparece también Solo 2006, una pintura verticalísima, monopolizada por la blanca geometría de la vela triangular de un velero. El mismo mar que produce la música de fondo de Cadaqués resucita esa vertiente más expresionista de figurativismo como en Plaza de la Estrella 2007 y Siesta 2008. La serie de puertas verticales que Sicardi pintó por el año 2002 (¿cuántas fueron?) muestra el cambiante compromiso con la pintura mimética, desde una Puerta #22 casi desfigurada por el impasto, a Puerta #297, azul, amarilla, discernible hasta los peldaños. Con Es Cucurucu 2010 Patricia se desafió a pintar el icónico islote que protege la bahía de Cadaqués. No es un paisaje marino para imaginar regatas sobre un mar azul mediterráneo (entre turquesa, IK Blue y azul cobalto), sino un mar peligroso y perturbador. Es quizá la pintura más inquietante que Sicardi ha pintado, el Cucurucu como una aleta de tiburón gigante.

En la segunda década del siglo XXI el péndulo llevó a Sicardi a una abstracción que tiene momentos geométricos y otros desenfadadamente gestuales. En esta ruta Abstraccion 2011 es una obra determinante porque reúne ambas tendencias: la insinuación rectangular roja y el manchón negro explosivo, respectivamente. Sus obras más gestuales hacen eco de Miró por los colores y el espacio pictórico blanco, y sus drips pueden ser legado de Cy Twombly, Jackson Pollock, o Robert Motherwell. Su obra Huída 2015 se proyecta por esos caminos. Su exhibición en Houston en 2016 dio fe de esa nueva veta en su obra.

 

Será debido a mi cercanía al arte abstracto norteamericano más que al europeo, que no encuentro en su obra muchos corolarios con el informalismo; apenas tangencialmente con Tápies o Hartung. Quizá porque en el fondo el informalismo tuvo mucho de nihilismo y la obra de Patricia fue siempre afirmativa; ella buscó más la libertad de expresión que la negación de la devastación. En Argentina no presenció los escombros de la Segunda Guerra Mundial, sólo perseveró en "las memorias del subdesarrollo".

 

Hans Hoffman pudo ser informalista pero dejó Europa en 1930 y en Estados Unidos devino en un expresionista abstracto "inclasificable" —según Clement Greenberg, crítico apóstol del expresionismo abstracto. "Si sólo tengo un estilo, estoy muerto como artista", dijo alguna vez Hoffman.Ese podría ser el credo de Patricia, pero entendiendo que ella viene de otra conjunción de influencias y contextos. Además, no se sopló todo el rollo contra la pintura de caballete y contra el figurativismo. No obstante, Lugar para todos 2010 muestra asombrosas coincidencias cromáticas y formales conAutumn Chill and Sun 1962 de Hoffmann. A diferencia de ésta, sin embargo, Lugar para todos no es un mero ejercicio calculado sobre el lienzo sino una transferencia a la tela de un estado de ánimo en Cadaqués, pueblo que ya la reconoce como alguna vez reconoció a Peter Harnden, a Eugenio D'Ors y a Dalí. Lugar para todos es otra de esas obras síntesis a la que Patricia llegó después de largos periodos de arduo deambular pictórico.

 

Aunque el libro puede ser diferente a la película, aquél nos deja con una penúltima dicotomía que ya no es entre expresionismo figurativo y abstracción "estilizada" sino entre abstracción geométrica y abstracción gestual. Serie geométrica 2021 y Puerto IV distan de El hilo del tiempo 2019 y Rostro invisible I y II 2018, como Mondrian dista de Pollock. No obstante, aún en sus obras gestuales Patricia ocasionalmente cede —aunque sutilmente— a la tentación figurativa. Más que en progreso, la suya es una obra en evolución constante.

 

No es una época fácil para quienes participamos en el arte para entender mejor el mundo, aprender de la manera como los artistas lo representan, y/o simplemente disfrutar de lo sensible en una obra. Interrogado sobre la importancia del arte en la actualidad Richter afirmó que "es reconfortante sólo por ser bello". Éste no es un adjetivo que uso con frecuencia al escribir de arte, porque no puedo evitar pensar que la belleza es canónica, y rehuso aliarme ingénuamente con quienes forjaron algunos de sus cánones. Pero cuando me son claros los compromisos de un arte bello, éste me protege no sólo de las vicisitudes de la sociedad humana sino de las arbitrariedades del propio mundo del arte. Sin caer en misticismos, cuando quienes aprecian el arte se topan con una obra bella, es como disfrutar de una improvisación en jazz, de una lluvia que rompe la sequía, del plumaje del quetzal.  Calculo que debe ser lo mismo para Patricia. Una carrera dedicada al arte como la suya es una vida que vale la pena vivirse.

[1] El libro es Patricia Sicardi, Girona. ISBN 978-84-09-52753-3

Temas Relacionados