EL GRAN UNIVERSO DE MARUJA MALLO, EN SANTANDER
El Centro Botín, en Santander, acoge la exposición Maruja Mallo: máscara y compás, una muestra que reivindica, a través de una amplia selección de obras de sus épocas más relevante, la figura de Maruja Mallo (Vivero, España, 1902–Madrid, España, 1995). Esta muestra ahonda en el legado de la artista, una producción que, al igual que su persona, viene siendo objeto últimamente de revisiones y de propuestas de visibilización de su trayectoria para un mejor encaje en la historiografía.

Mallo se antoja fundamental en su papel de pionera de las vanguardias europeas y en su expansión por España y los movimientos periféricos en Latinoamérica. Artista clave junto a las figuras literarias de la Generación del 27 y miembro de la Escuela de Vallecas, su presencia dentro del surrealismo tuvo un carácter reivindicativo más allá de la mera práctica plástica, abogando por la construcción de una visión femenina que rompía el rol tradicional a favor de una mayor proyección personal y profesional.
Su obra se construye, principalmente, sobre el anhelo humano y el mundo como un universo único, interrelacionado, en pleno funcionamiento gracias a una cosmovisión instrumental de factores cotidianos y desconocidos. Organizada por la Fundación Botín y el Museo Reina Sofía y presentada siguiendo un esquema cronológico, la muestra repasa algunas de sus series más icónicas donde se dan cita el surrealismo como el realismo mágico y la fantasía.
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Maruja Mallo. Naturaleza Viva XII, 1943. Óleo, 42 x 33 cm. Colección particular
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Maruja Mallo vestida de algas en la playa de El Tabo (Chile), 1945
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Maruja Mallo. Canto de las espigas (Song of the wheat spikes), 1939. Óleo sobre lienzo, 118 x 133 cm
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Maruja Mallo. El Mago/ Pim Pam Pum, 1926. Óleo sobre tabla, 60 × 74 cm
Dentro de su periodo madrileño destacan las obras expuestas de Verbenas y Estampas (1927-1928). Verbenas, una de las primeras series de Mallo, “creaciones mágicas de medidas exactas”, como lo definió la artista, en la que el pueblo borra sus clasificaciones en aras de la celebración sin distinción, mientras que Estampas da el pistoletazo a la combinación de diferentes escenas y mundos, así como a una cierta reivindicación de la figura femenina más allá del papel urbano atribuido en la época. Cloacas y campanarios (1929-1932) trata la figura humana como un aparente fantasma, mientras que en La religión del trabajo (1936-1939), Mallo homenajea a quien trabaja en el mar y en la tierra y los eleva a símbolos de coexistencia en una naturaleza armoniosa.
Su estilo comienza a sufrir el impacto del exilio con la percepción de un nuevo entorno. Encuentra nuevos paisajes en la idiosincrasia de la Latinoamérica encontrada en sus viajes por el continente y en su residencia entre Montevideo y Buenos Aires. Si en La Serie Marina y La Serie Terrestre encontrará cierta conexión con los astros, en Las Máscaras se sumergirá en el sincretismo religiosos y sus figuras. En Naturalezas vivas (1941-1944), se centra en lo orgánico dentro de lo onírico, figuras que aluden a la creación y origen de la vida, quizá sea la serie más representativa de ese momento.
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Vista de sala de la exposición Maruja Mallo: Máscara y compás
En 1962, Maruja Mallo volverá del exilio a una España todavía franquista y comenzará a desarrollar nuevos lenguajes. Moradores del vacío (c. 1968-1980) y Viajeros del éter (1982) evocan al personaje de ficción y fantasía, y lo hace suyo, trazando una iconografía esencial de su producción y que se convertirá en su seña de identidad hasta el final.
Maruja Mallo: máscara y compás puede verse hasta el 14 de septiembre en Centro Botín, Plaza de Emilio Botín, Santander (España).