IDENTIDAD HÍBRIDA Y SOCIEDAD EN STARSKY BRINES

Por Álvaro de Benito | agosto 06, 2024

La poderosa pintura de Starsky Brines (Caracas, Venezuela, 1977) tiene en su más reciente producción la consolidación de una de las expresiones más intensas del panorama latinoamericano. Recogidas bajo el certero epígrafe de Paisajes imposibles, la muestra invita al espectador a dejarse impactar y sumergirse en un mundo tan irreal y onírico como a veces grotesco. Estos adjetivos, más propios de la sintomatología de la sociedad que subyace en cada una de las interpretaciones pictóricas del venezolano, parecen originarse en los distintos ángulos que confluyen en el universo de Brines.

IDENTIDAD HÍBRIDA Y SOCIEDAD EN STARSKY BRINES

No obstante, ese imaginario que ha ido redimensionando la realidad retrata con igual importancia la crítica y la posibilidad de hibridación somo símbolo de esa naturaleza subyacente y dormida dentro del ser humano y sus relaciones con el entorno. Figurativamente, el artista proclama un marco de encuentro entre el paisaje y la naturaleza, entre la comunidad y la sociedad, entre los distintos estereotipos que, incluso, dentro de esa hibridación, comparten protagonismo con ciertos guiños pop que decoran el impacto igualmente.

 

Esa identidad doble que, como mínimo, garantizan los procesos de sorprendente heterogeneidad entre animal y humano se traslada con trazos gruesos y potentes, como queriendo demostrar ese atavismo y casi primitivismo en la ejecución y resultado, parte también de esa identificación con el ser animal y la relación con el entorno. Este último no tiene que ser necesariamente concreto, a pesar de que los constantes recursos empleados aludan más a un cosmos latinoamericano urbano.

 

De hecho, a veces se transita por esas áreas inviables en principio, pero que, tanto por la ejecución como por el resultado, nos abocan a contextos conocidos que parecen deformarse esperpénticamente. Como solución de continuidad ante lo trágico, Brines también propone cierto humor sanador, un enfoque más paródico que desemboca en un sarcasmo a veces necesario, pero siempre fundamental en su obra. Es este punto interesante, ya que su evolución temática, o, por lo menos, en lo conceptual, parece haber transitado desde cierta violencia cotidiana y decadencia insostenible a un entorno algo más amable y de aspecto lúdico.

 

Ese relato que crece en su universo es tan irreal como verdadero, pero es incapaz de separar ese espectro de inconsciencia como factor para comprender la realidad de la propuesta que ofrece al espectador. Quizá por ello, la esencia puede verse repartida entre la propia técnica del pintor de raza y lo figurativo, con todo aquello que pretende reflejar y que, en el fondo, a pesar de su complejidad, podría resumirse en una catarsis. Y esa es la misma que le enfrenta, nos enfrenta, a mundos no tan lejanos, pero invisibilizados, a través de estos alter ego que poseen la capacidad de ser cicerone y representación propia al mismo tiempo.

Paisajes imposibles puede verse hasta el 30 de agosto en la galería Fernando Pradilla, calle Claudio Coello 20, Madrid, España.

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