LAS TELAS PARLANTES

Por Ezequiel Alemián | mayo 23, 2023

La muestra Claro que sí de Mariana Ferrari (1975, Tucumán, Argentina) se expone en Tomás Redrado Art.

LAS TELAS PARLANTES

Lo que permanece y lo que no. Hay muchas fotos de las telas de MF: de mañana, sobre una pared del living de su casa, mientras la luz del sol entra directamente por el balcón; de tarde, sobre la otra pared, cuando pega de manera indirecta, o mientras transcurre el día, y la luz se va desplazando por el piso de madera, donde la tela está extendida; en algunas fotos la mancha de luz es mayor, en otras hay zonas comidas por las sombras; se ve al costado una ventana con la persiana semi baja, o toda subida, invadidos los vidrios por la presencia de unas plantas, cuando la imagen ha sido tomada en su taller. Hay fotos tomadas de frente a las telas, otras desde un costado; en algunas aparece MF  adelante. En la mayoría se ven los bordes deshilachados de las telas, las paredes sobre las que se sostienen, el piso, las aberturas de los ambientes en que se encuentran, el plástico que resguarda los pisos de las manchas de pintura, una escalera, una mesita con materiales encima, otras telas colgadas a cierta distancia. Algunas fotos han sido tomadas muy de cerca, y lo que se observa es otra tela mal pegada sobre la tela, pintadas ambas, o no, un papel arrugado en la misma situación, un papel de diario, en que casi se pueden leer algunos párrafos de lo que dice.

 

Cuántica. “La mayoría de las fotos que saco son de fragmentos. Elijo un fragmento sabiendo que no va a permanecer. Es como poner un ojo ahí un ratito sabiendo que la pintura va a cambiar porque la voy a seguir pintando. Es una cosa que la pintura, en su fugacidad, permite incorporar en su propia performatividad”, dice MF. La obra como objeto inespecífico, como interfase, ubicada en el espacio imaginario que hay entre la tela y la foto. Un nuevo objeto de pensamiento, ni pintura ni fotografía, sino lo que sucede entre ambas. La foto es un predicado de la experiencia, devuelve a la tela su puntualidad. Lleva esa performatividad a su extremo lógico. La obra es en el momento y en la circunstancia en que se tomó la fotografía”. Las telas de MF, cuando no se las ve, no son, pero cada vez que se las ve, son otras.

 

Paréntesis. (No son las telas sino las imágenes de las telas lo que vemos en las fotos del trabajo de MF. La foto hace de las telas, esculturas, las espacializa. Es la situación que registra la foto la que señala la presencia del volumen, fijando la multiplicación de los puntos de vista que genera).

 

Ética. ¿Qué vemos en las telas de MF? Opacidad y matices, los colores quebrados de los paisajes norteños, carnaciones rococó, estudios de la temperatura del cuerpo, la temperatura de las carnaciones. La paleta sale del rosa de los cuerpos. Escalas que comprometen al cuerpo. Carne y piel. Colores pobres más ligados a la pared que al pomo. Pintura de acción y no de tópicos. Medio mural, medio rupestre. Imágenes sin embastar, rodillos, brazos que pintan. Huellas de manos, rastros de la acción. El gesto físico de hacer cosas sin sentido. El erotismo venciendo a la iconografía. Un material forzado por un cuerpo exhausto, el rendimiento de ese cuerpo. Cosas que se ponen en tensión. Estados cambiantes. Testimonio. Sentimiento y tensión. Multiplicidad y simultaneidad. Entre afirmación y negación, una ética: lugares intermedios, no definir, otras opciones.

 

Frase. Las circunstancias que posibilitan lo que se ve.

 

Hipótesis y entropía. Pero los cuadros dicen además muchas otras cosas. Hay un sonido en las telas de MF, un sonido que no se escucha. Es un sonido que se debe tomar de la gesticulación de sus telas. Las telas gesticulan, como si estuviesen hablando, como si en ellas muchas voces estuviesen hablando al mismo tiempo. Como si alguien hubiese bailado mientras las escuchaba. Dicen tantas cosas que parecen al borde de la esquizofrenia, el ruido de fondo de nuestra civilización. Las telas de MF bordean el desorden de los enunciados porque su marco es discursivo.

 

Alcanzar una formulación y dejarla atrás. Los artistas trabajan en extraer el texto que hay en su trabajo, y hacer como si su trabajo no tuviera texto; liberar el trabajo del texto parece ser la condición sine qua non de la contemporaneidad. Es su condición utópica, en la medida en que no parece posible pero sí imaginable: un mundo donde todos los textos hubiesen cesado. Algo así como la liberación de todas las liberaciones. Sin embargo, al mismo tiempo que trabajan en la extracción del texto de sus trabajos, lo hacen en la demanda de producción de textos sobre su trabajo. Como si, sin un correlato textual, su trabajo de anulación del texto no pudiera desarrollarse.

 

La gramática que no cesa. Las telas han ido ocupando uno de los espacios más incómodos. Ya no vemos en ellas lo que veíamos antes, aunque sigan siendo las mismas. Ya no sabemos bien qué es lo que tenemos que ver cuando miramos una tela: dónde fijar la mirada, cómo detectar una presencia, una figura, a qué agenciar esa figura, cómo deslizar la mirada sobre ella, en qué momento reconocer algo, si es qué reconocer tiene todavía un valor, o dónde encontrar valor si el reconocimiento es imposible. Cómo pasar la mirada de una figura a la otra, cómo identificar las partes, y luego ensamblarlas para dar con una suerte de gramática. La gramática es el relato de la imagen. No es posible pensar una imagen sin relato. Incluso el vacío parece estar estructurado.

 

¿O? Había una vez una dinámica, una dinámica histórica, material, que parecía guiarnos. Hoy esa misma historia material ha terminado por extraviar la guía de esa dinámica. Han cambiado los ritmos, o han entrado en estado entrópico. Ya no vemos lo que se veía, pero tampoco sabemos o cómo hay que mirar. ¿Y si esa dinámica histórica hubiese sido la de la pérdida de esa gramática, la de su destrucción, y hoy esa gramática hubiese dejado de existir? ¿Es posible que no haya ninguna? Otra vez: como utopía, casi infernal. ¿O siempre hay una gramática viva?

 

Ahogados por el sentido. Mientras el arte contemporáneo avanza en la significación hasta manifestar casi una voluntad de querer ser ahogado por ésta, las telas en cambio retroceden. El arte contemporáneo avanza hacia las imágenes, mientras que las telas retroceden de ellas. Sin haber cambiado materialmente, ni en el campo de la representación, inesperadamente, sin que nada sucediera en el objeto, mientras al parecer no hacen otra cosa que envejecer, las telas se han desligado de su sistema perceptivo, y ahora parece estar reconstruyéndose, reformulándose todo el tiempo.

 

Entropía II. El marco del arte de MF es invisible, pero es el que ejerce la presión que mantiene la tela en tensión. Un arte sin marco sería un arte entrópico. En el arte de MF lo entrópico se confunde con lo explosivo. Es la presión del marco invisible la que tensa las proximidades, las distancias, en sus telas. Hay una síntesis, un punto en que lo entrópico y lo explosivo, que parecen ser diametralmente opuestos, se superponen, y esa síntesis está en la transformación. Los cuadros de la artista son momentos de una transformación.

Otro paréntesis. (El marco invisible, aquello que se deduce por los efectos que produce en otros (otras, otres), es lo que nos mira. No podemos verlo, nunca podremos verlo. Para eso tendríamos que salirnos de nosotros y convertirnos. Pero al convertirnos en otros nos perderíamos. Nadie puede convertirse en otro y regresar. Irse es no ser visto. El que regresa es siempre el mismo. El otro es el marco invisible. Si fuese visible dejaría de ser otro, probablemente dejaría de ser un marco. Sería un umbral. Parece ser ahí, en esa interioridad inaccesible, imposible, donde se refugia de la violencia de la transformación el último grano de texto. Es en la imposibilidad de lo invisible donde el arte de MF atesora el grano más pequeño de su textualidad).

 

Chamanismo. Los gestos son siempre gestos de una dramaturgia. La dramaturgia puede estar, pero también puede haber estado. No es posible imaginar un gesto sin drama que lo signifique, pero es posible enfrentarse con gestos cuyo drama nos cuesta reconstituir. Los lingüistas dirían que es impensable un gesto sin un significado. Si no significa, no es un gesto. Alguien dice que debajo de la pintura y de los materiales que cubren las telas de MF hay otras pinturas que han sido tapadas. Hay imágenes pintadas con pinceles que han sido cubiertas por el óleo o por el cemento esparcidos con la mano, con rodillos. También hay quien dice que lo que hay debajo de la pintura que cubre las telas de MF es más pintura, pero ya no pintada con pincel; ya no figuras, no imágenes, sino gestos, tal vez similares a los que los cubren. Pero las telas de MF también podrían estar diciéndonos otra cosa: diciéndonos que primero es el gesto, y que la dramaturgia viene después. En ese caso, la pregunta sería: ¿quién gesticula? ¿Quién cuenta el drama en las telas de MF? ¿Y qué drama es el que representan los gestos que cubren las telas de la artista?

 

Por donde habría que comenzar. Escribir es cambiar los comienzos. Las transformaciones en las telas de MF son violentas. Son transformaciones de las telas. Descoyuntan los cuerpos, los desmiembran, los trituran, expulsan los restos de las mutilaciones con fuerza centrífuga. Son imágenes que han estallado desde dentro. Las imágenes no resisten las transformaciones, salvo que se conviertan en imagen de la transformación. La fuerza de las transformaciones es demasiada como para no arrasar con cualquier intento de levantar, aunque sea muy precariamente el contorno una imagen. El tiempo de los temas concluyó. Queda una maquinaria inútil, gesticulando de manera fragmentaria, intermitente. Eso es el arte, nos dicen las telas de MF.

 

Nos fugamos. Lo que miramos en las telas de MF, si se quiere, son las circunstancias de la existencia de esa obra, las circunstancias de la existencia de la posibilidad de la significación. Son todas circunstancias, porque se va hacia atrás, y cada una de ellas parece a su vez dividirse en otras. Un baile de las circunstancias, sería, más como si no dejaran de desorganizarse que organizándose. No constituye el espacio significativo hacia adelante, sino en el sentido opuesto: es un nuevo espacio que se genera por subdivisión donde se da la posibilidad de significación. Una fuga. Cuanto más se aleja el significado en las circunstancias que lo posibilitan, más opaco se vuelve el cuadro.

 

¿...?. Es una decisión de artista, de persona, de vida: cómo no llegar a constituir un texto. Es una frase en reemplazo de un texto. Es una torsión en la lógica de una frase. Cómo llegar a no constituir un texto implica en cambio una meta alcanzada. No hay texto, pero tampoco hay torsión. El camino es continuo, lineal. Se consolida. No se trata de cuantificar. Siempre es cuestión de una coma, de una articulación. Sin torsión de una lógica tampoco hay cambio. Probablemente el cambio de la transformación del arte de MF se encuentre inscripto en ese marco invisible que jamás se menciona, que incluso hace que hagamos como si no existiera. Es de “no llegar” de lo que se trata, y no de “llegar a no”. Para no llegar a algo hay que evitar determinados recorridos, más que acertar con otros. ¿Se trata entonces, efectivamente, de huir? ¿Huir de dónde, en ese caso? ¿Qué pasaría si en vez de no ir regresásemos? ¿No está el regreso inscripto en el recorrido? No llegar es también borrar la inscripción de un regreso. Nada es previsible ni está determinado en las telas de MF. La escritura se inventa en cada trazo, y en cada trazo se borra.

 

Botánica. Escribe el narrador uruguayo Felisberto Hernández en “Explicación falsa de mis cuentos”, texto que funciona como introducción a su libro Las Hortensias: “En un momento dado pienso que en un rincón de mí nacerá una planta. La empiezo a acechar creyendo que en ese rincón se ha producido algo raro, pero que podría tener porvenir artístico. Sería feliz si esta idea no fracasara del todo. Sin embargo, debo esperar un tiempo ignorado: no sé cómo hacer germinar la planta, ni cómo favorecer, ni cuidar su crecimiento; sólo presiento o deseo que tenga hojas de poesía, o que algo se transforme en poesía si la miran ciertos ojos. Debo cuidar que no ocupe mucho espacio, que no pretenda ser bella o intensa, sino que sea la planta que ella misma esté destinada a ser, y ayudarla a que lo sea. Ella misma conocerá sus leyes, aunque profundamente las tenga y la conciencia no las alcance”.

CLARO QUE SÍ. Exhibición de Mariana Ferrari.

 

Hasta el 27 de mayo, 2023.

 

Tomás Redrado Art. Little River, Miami.

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