LATINOAMÉRICA EN LA PERIFERIA SURREALISTA: UNA HISTORIOGRAFÍA MÁS ALLÁ DE BRETON
En pleno desarrollo del centenario del surrealismo, o, por lo menos, desde lo que oficialmente se entiende por su inicio con la publicación del Primer Manifiesto del Surrealismo de André Bretón, en 1924, es realmente relevante acceder a una muestra del calado de 1924: Otros surrealismos, que expone Fundación MAPFRE en Madrid y que proseguirá por otras paradas. Y lo es por los puntos de vista centrífugos que recoge, dando protagonismo a la tesis de la expansión de las principales ideas oficiales -u oficialistas- más allá de las fronteras de Breton y otorgando una importancia máxima a Latinoamérica en la aceptación, producción y cooperación del movimiento.

El reconocimiento de esos puntos geográficos y humanos de la periferia oficial se antojan necesarios para la comprensión total del movimiento. No solo su valor artístico, evidente, o relacional en cuanto a las redes trazadas, sino también por su génesis de carácter político y por su vinculación con los procesos de exilio desde varias naciones europeas hacia Latinoamérica. Estrella de Diego, la comisaria encargada de la exposición, ahonda en estos campos en la confección temática y en el recorrido propuesto.
Obviamente, con el criterio actual, su principal foco recae sobre las artistas que hicieron posible esa ampliación, a veces no reconocida, y su reivindicación como parte de un todo. Sin embargo, no se debe dejar de lado que las circunstancias de los exiliados o de los representantes latinoamericanos dentro de la sociología del surrealismo partían del común político y estructural, sin atender en ese específico a cuestiones de género, aunque las sensibilidades pudieran ser distintas.
Independientemente de esos matices, 1924: Otros surrealismos navega por los distintos grupos, necesidades e inquietudes que formaron esas periferias y lo hace desde la figura bretoniana. Referente autoritario o facilitador, el francés plantó las semillas de un árbol que se iría engendrando de manera orgánica y alejándose, en algunos casos, de las premisas restrictivas impuestas desde París.
En esas latitudes diferenciadas, España y Latinoamérica funcionan como un puente, donde Argentina, Brasil y, sobre todo, México, impondrán en sus propuestas surrealistas los elementos adquiridos tanto en la difusión de las ideas como en la plasmación de las mismas. En el caso argentino, su génesis o introducción se centra en las actividades casi documentales y divulgativas de Raquel Forner (Buenos Aires, Argentina, 1902-íbidem, 1988), cuyo archivo fue consultado por los seguidores bonaerenses del movimiento. En la muestra, además de numerosa documentación, accedemos a obras que muestran esa cadencia de referencia, pero también un lenguaje propio.
México, bendecido con aquel título oficial de «el único país surrealista», explorará la reafirmación del movimiento desde dos hechos. Uno, quizá menos relevante en lo que en la práctica artística se refiere, fue la visita de Breton al país en 1938. El otro, más evidente en su faceta de estilo, el poso antropológico y folclorista que gustaba resaltar entre las élites que veían en él algo tan lejano como propio y cuya máximo exponente en la muestra quizá recaiga sobre María Izquierdo (San Juan de los Lagos, México, 1902- Ciudad de México, México, 1955).
Diego Rivera y Frida Kahlo fueron los anfitriones de aquel viaje de Breton, clase socialmente alta para un movimiento que, sin embargo, tuvo otros protagonistas “descubiertos”. En esa criticable tendencia a lo «exótico» se yergue la figura de Hector Hyppolite (San Marcos, Haití, 1894-Puerto Príncipe, Haití, 1948), artista de carácter autodidacta y relacionado con el vudú que fue motivo de interés por Breton.
En la genealogía de la muestra, la sensibilidad femenina aparece en el recorrido resaltando la relación de la artista con el espiritismo. La propuesta bretoniana acerca a las mujeres a un papel consolidado de médium, de reafirmar lo inconsciente. El riesgo de generar una limitación teórica por esos atributos, por fortuna, no se refleja en los lenguajes expresados. Ricos mundos de pinturas miniaturizadas, temáticas comunes y personajes de inquietud manifiesta pueblan las obras de Remedios Varo (Anglés, España, 1908-Ciudad de México, México, 1963), a quien la exposición aúpa a su meritorio puesto como pionera en la línea rupturista con el oficialismo.
O Leonora Carrington (Clayton Green, Reino Unido, 1917- Ciudad de México, México, 2011), quien también se interesaría y haría de la plasmación de los sueños un lenguaje mundialmente reconocido. De artistas en la órbita surgirían también innovaciones técnicas en el plano fotográfico y los collages, como la obra de Gertrude Stein; creaciones en el campo de la escultura, como la propuesta de Maria Martins (Campanha, Brasil, 1894-Rio de Janeiro, Brasil, 1973) o experiencias exportadas como las de Maruja Mallo (Vivero, España, 1902-Madrid, España, 1995).
El vehículo con el que las tendencias van llegando a distintos puntos de esa conexión atlántica adquiere con el tiempo matices diferenciadores, pero subyace en sus protagonistas una fascinación temática que los aglutina y que hace que la desvinculación teórica sea difícil. Los planos oníricos conjugan mundos animales y humanos, pero también referencias astrológicas y astronómicas, como las plasmadas en los planetas de Rufino Tamayo (Oaxaca de Juárez, México, 1899- Ciudad de México, México, 1991) o ciertos sustratos en Roberto Matta (Santiago, Chile, 1911-Civitavecchia, Italia, 2002).
Incide De Diego en la necesidad de analizar el influjo político de manera surrealizante. Esto es, ser capaces de observar los elementos surrealistas en esos procesos de exilio y acogida y aglutinar bajo el signo del surrealismo las acciones y propuestas de artistas que conformaron esas nuevas realidades. Horacio Coppola (Buenos Aires, Argentina, 1906-íbidem, 2012), etapas de iniciación de Antonio Berni (Rosario, Argentina, 1905-Buenos Aires, Argentina, 1981), Lino Enea Spilimbergo (Buenos Aires, Argentina, 1896-Unquillo, Argentina, 1964) o Grete Stern (Erbelfeld, Alemania, 1904-Buenos Aires, Argentina, 1999) serían otros de los grandes agentes que consiguieron conectar con las tesis partiendo de un hecho de sincretismo social enriquecedor que carecía, por motivos obvios, el epicentro locativo europeo.
1924: Otros surrealismos reconoce así la vital importancia de América Latina en las periferias surrealistas e, incluso, dentro del corazón teórico, y lo encuadra también en las tesis generales. Siendo el foco latinoamericano y su sociología uno de los pilares fundamentales en la vertebración de la muestra, esta se consagra también como una exposición imperativa por su calado de fondos expuestos, de la ampliación de la nómina habitual y de la reivindicación de las líneas exógenas, centrípetas y centrífugas, en la creación de un surrealismo más allá del plano teórico que pecaba de carácter excluyente.
Obras de grandes nombres como Salvador Dalí, Max Ernst, Óscar Domínguez, Toyem o Marcel Jean entornan un marco integrador para todas esas periferias dentro de un discurso oficialista, pero solo funcionando como reconocimiento y reivindicación dentro del conjunto, dejando la idiosincrasia de cada artista y de cada necesidad y experiencia vital intactas como auténticos motores de esta historiografía revisitada.
1924: Otros surrealismos puede verse hasta el 11 de mayo en la Fundación MAPFRE, Paseo de Recoletos, 23, Madrid (España).