SOL MIRAGLIA Y ESTUDIO LUISITA. UN LEGADO EN MOVIMIENTO

Por María Galarza

Foto Estudio Luisita es un archivo fotográfico del espectáculo argentino que registra, entre muchos tesoros, la época dorada del teatro de revista.

SOL MIRAGLIA Y ESTUDIO LUISITA. UN LEGADO EN MOVIMIENTO

Fundado en 1958 por Luisita y su hermana Chela recién emigradas de Colombia, el estudio vio pasar a vedettes, modelos, cómicos, cantantes, músicos, actores, actrices, contorsionistas y acróbatas, bandas tropicales y conjuntos de bombos, entre otros personajes del espectáculo.

 

Nélida Lobato, las hermanas Pons, Amelia Vargas, Moria Casán, Susana Giménez, Susana Traverso, son algunas de las figuras míticas que pasaron por el estudio durante la segunda mitad del siglo XX en Buenos Aires.

 

En 2009, la fotógrafa Sol Miraglia, en un gesto de curiosidad y conmoción, se encuentra con ellas, su casa, su estudio y su extenso archivo fotográfico. En diálogo con Arte al Día, cuenta cómo fue su enorme labor de catalogar, rescatar, difundir y preservar este gran legado.

 

¿Qué fue lo primero que te atrajo de lo que hacían en el estudio?

 

Nunca me imaginé que me iba a encontrar con algo que tenía que ver con un proyecto de vida. Yo a Luisita la conocí a los 19 años, no entendía nada.

 

Había tomado un trabajo en microcentro en donde daba clases de Photoshop. Y en ese entonces el foto-estudio Luisita le mandaba a todos los lugares amigos o conocidos del rubro un calendario con estrellitas pegadas a mano. Cuando veo eso me conmuevo. Me dio mucha ternura, una sensación hipnótica. A partir de ahí las conocí a Luisita y a su hermana, pero yo no tenía registro ni conocimiento de lo que hacían.

 

Ellas estuvieron en el auge del teatro-revista, hacían todas las marquesinas. Pero toda la cultura de la calle Corrientes había decaído, el paradigma de la fotografía también había cambiado a lo digital. Pero algunas personas las seguían llamando para hacerse fotos entonces yo me ofrezco con mi cámara digital a hacer las fotos. Habremos hecho 8 books y después dejaron de producir.

¿Cómo pasaste de conocerlas a decir “quiero armar algo con todo el archivo del foto-estudio”?

 

Fue muy paulatino el conocerla y después el armado de un proyecto. Mientras cursaba en la facultad hubo solo una profesora que me apoyó para armar un proyecto sobre su historia para la materia de fotoperiodismo. Y a partir de ahí Luisita me empieza a mostrar algunas cosas, pero también ella lo que hacía era contarme sobre los álbumes de copias que estaban en el recibidor de entrada. Las copias de fotos muy clásicas de Susana Giménez autografeadas y de otras celebridades a modo de portfolio.

 

Empecé a hacer fotos de la casa-estudio que era lo que más me convocaba también. Me hacía acordar mucho a las casas de mis abuelas y todos los viernes después del trabajo me iba a tomar el té y me quedaba hasta la noche.

 

Fueron cinco años fue estuve yendo y viniendo, explorando cosas. Fue mucho tiempo y tenía mucho interés. Sabía que era muy importante, pero no tenía idea que iba a ser el legado de mi vida.

 

Recién ahora se está resignificando el valor del teatro de revista, porque estuvo mal vista por mucho tiempo. Lo que yo pensaba era: “¿Qué pasa con esta mirada que había en el estudio?”. Lo veía y decía, “voy a seguir luchando por esto”.

 

Mucha gente me dijo que no valía la pena, encima Luisita y Chela querían tirar todos los negativos porque les ocupaba lugar, no sabían qué hacer, si llevarlo a un anticuario. Y yo ahí las frené.

Mucho debate a ver si eso era fotografía o no…

 

Sí, muchísimo. O qué hacer con eso, qué valor tiene. Va por otro lado para mí de todas maneras, pero es un proyecto de historia que tiene que ver con un patrimonio nacional, de una época en la calle Corrientes y todo su esplendor. Además, Luisita y sus hermanas eran afrodescendientes, de Colombia, mujeres, no casadas. Eran un matriarcado.

 

Me partía el corazón que me dijeran que no, encima era muy joven. Mi lema principal para seguir adelante con el proyecto a pesar de todo fue: yo no quiero que este ritual que yo vivo todos los viernes –o cada vez que vengo– desaparezca de la faz de la tierra y que nadie lo conozca. Ellas no se pueden ir de este plano sin que tengan un reconocimiento.

 

Una dimensión más personal e íntima sobre tu experiencia era que vos querías compartir…

 

Era entrar en un mundo único y tener ganas de compartirlo. Después adquirió una dimensión más colectiva y social porque se amplió. Era mi lectura como fotógrafa que a partir de eso pude ir desarrollando mi mirada, mis decisiones, tensiones y gustos, una vez que empecé a tomar más contacto con el archivo.

Con más de 40,000 imágenes en el archivo, ¿cómo enfrentaste el desafío de inventariar y catalogar todo el material?

 

Fue muy dosificado como yo fui encontrándome con el archivo. En relación a eso creo que el archivo manda. Son procesos que se tienen que dar de forma orgánica, si no se daba era porque no tenía que ser. Si esta caja no se puede ver ahora, será en otro momento o quizás nunca.

 

En toda esta situación de estar en la casa –de ver que Luisita y sus hermanas querían tirar las cajas– yo no entendía muy bien que es lo que había. Lo que sí sabía es que cada cajón o placard que abría, aparecían cosas. Pero todo sin apuro. Me empecé a dar cuenta que lo que me gustaba, más allá de la fotografía en sí, era pasar el tiempo con ellas. Entonces decidí empezar a filmar los cumpleaños, como una especie de archivo de situaciones cotidianas y humanas.

 

Pero un día tomando el té, abro uno de los muebles y había unas cajas que decían Maipo 1973 con unas diapositivas 6x6 –un formato bastante particular– con unas fotos de las hermanas Rojo pintadas de dorado. Y fue como mi segundo momento después del calendario. Parecía entre una fotografía alemana, una composición geométrica o dos diosas. Para mí esto fue una especie de revelación. El inicio de otro periodo.

 

Cuando hay cajas que están en la oscuridad o cosas que están quietas, si de repente las hacés circular, algo sucede. Cuando hay movimiento –haber sacado esas diapositivas, mirarlas, fotografiarlas– se genera un diálogo intergeneracional para mí.

Era un impulso de poner en movimiento el archivo… metafórica y literalmente.

 

Es que muchos movimientos que hago con el archivo no tienen sentido, después lo voy descubriendo. Hay un diálogo. Una vez estaba revisando un archivo y al día siguiente una de las fotos apareció llena de hongos, se había puesto negra. No terminé de entender qué significaba, pero dije, “al menos está pasando algo”.

 

Yo llegué en el último periodo de sus vidas para terminar de ordenar. Una especie de dar forma a algo. Eso también hizo que formé como fotógrafa, con Luisita atravesándome.

 

La foto del Maipo que encontré ese día en la caja fue fundamental para seguir con el proyecto. Cuando me encuentro con el negativo completo de esa foto empiezo a re-visitar todo el archivo.

 

¿Ellas tenían registro de todo lo que hicieron?

 

Tenían todo bastante inventariado, pero gran parte del inicio –las fotos que sacaron apenas llegaron a Buenos Aires– lo tiraron y se quedaron en gran parte con un archivo que se seleccionó de forma más afectiva. Con las estrellas más importantes y del periodo de los inicios del teatro de revista.

 

Empiezo a ver que muchas de las fotos que veía en los álbumes y portfolios tenían sus negativos con toda la sesión completa. Y para mí eso era su obra: las fotos en donde se viera el fondo o parte del Estudio Luisita. Era una discusión que tenía con ella, porque me decía que ahí se veían todos los errores y para mí eso era lo que tenía valor. Esos negativos contaban toda la historia del estudio, donde aparecen perros, manos, los cambios de luces. Y en términos de composición eso era lo que me convocaba.

Y ahora en Pinta BAphoto, ¿cuál es la propuesta que presentan con el archivo?

 

En esta edición 2023 de BAphoto, junto con HACHE queríamos mostrar parte de la muestra que hicimos en el MALBA en el 2021 con copias hechas con gelatina de plata.

 

Pero después, una característica que tenía el estudio es que no hacían hojas de contacto (que era muy común). Ellas hacían unas muestras sin retoque más complejas, pero recortadas. Empecé a hacer composiciones de los negativos para continuar y expandir el archivo.

 

Además, presento unas fotos que eran de un periodo del estudio que no se había visto mucho porque ya era otra época del teatro revista. (Se está mostrando algo en el Museo Moderno en la exposición Cultura Colibrí). Había cambiado la estructura y el paradigma de la estética y el planteo visual, de luz continua a flash. Son negativos color que yo fotografié y que no hay copias o muy pocas que se están degradando.

 

Hice copias en mini-labs ya que pronto el papel y los insumos serán más difíciles de conseguir. En algún momento va a dejar de existir la copia química porque lo remplazará otras técnicas de impresión. Me gusta porque de alguna manera es algo vivo, la fotografía siempre fue algo vivo. No es lo mismo una impresión de estándares museológicos de hoy día que le dé el sol o esté en un ambiente en una casa y que no pase nada, a una pieza que tengas que cuidar, que puede ir degradándose. La idea es expandirlo y que la gente pueda adquirirla, con materiales que no van a hacerse más.

 

Armé obras a partir de eso, pero interviniéndolas. Lo que más me motivó fue tratar de replicar ese primer momento del calendario, porque con Luisita siempre pegábamos stickers en todos lados. También replicando esta búsqueda que tenían ellas de intervenir, con crochet, brillos, adornos. Entonces empecé a intervenir las fotos con elementos diversos que remiten al teatro revista. Con piezas cocidas o strass de todo tipo.

 

Por último, junto con las chicas de CAOS, un estudio de arquitectura de Córdoba, pensamos en conjunto un mueble planero en donde la idea es que la gente abra los cajones y se pueda recrear la situación de archivo, de cajones que nos sorprenden.

¿Hubo alguien que a raíz de este proyecto las contactó y que tenía memorias y recuerdos en el estudio?

 

Me he encontrado con historias muy hermosas gracias a Luisita. Pero también pasa mucho que no quieren saber nada porque rememoran un montón de cosas. Yo creo que cuando entrás en contacto con un sobre con negativos o copias, cada persona de las fotos abre un mundo. Y vas conociendo. Algunas no, otras sí. Me hice muy amiga de bailarines de la revista, de periodistas y coreógrafos del medio.

 

La historia de Las gromas fue maravillosa. No tenía ni idea quienes eran y una vez por casualidad vi una caja en Marketplace con el archivo de la familia de los bailarines y ahí supe quiénes eran. Después de 10 años de buscar, finalmente los encontré este verano porque la caja que estaba publicada con el archivo era similar a las que usaban en el estudio y eso me llamó la atención. 

¿Qué te hace seguir?

 

No sé si hay una explicación. Sucede. Creo que es un proyecto de vida, un legado que dejaron a disposición para que lo trabajen. Es una responsabilidad de cómo seguir y cómo preservarlo. Porque un archivo no vive mas de 2 o 3 generaciones. ¿Quién se queda con todo eso que ocupa lugar?

 

La fotografía son las memorias y los pasos; cuando alguien quiere hacer una foto es porque quiere que eso quede. Ellas guardaron todo el trabajo que hicieron. Y la fotografía ya es un soporte que no va a existir más entonces me urge preservarlo. También es mi disciplina artística y me alimenta a mí. Tiene que ver con el rescate y la ayuda.