CUATRO OBRAS DE ANATOLE SADERMAN PARA RECORDAR EN PINTA BAPHOTO
Por Violeta Méndez
Simple, pero de movimiento complejo, el artista logró plasmar lo que veían sus ojos sensibles, y ahora su nombre es parte de la historia del arte local como referencia del retrato fotográfico.
Pinta BAphoto, la feria de fotografía internacional más importante de América Latina, honra en su 21.ª edición al artista Anatole Saderman (Rusia, 1904 – Buenos Aires, 1993). Emigrado tras la Revolución Rusa, estudió arte y filología en Berlín antes de radicarse en América del Sur. En Montevideo conoció a su maestro Nicolás Yarovoff y luego abrió su primer estudio, Foto Electra, en Asunción. En 1932 se estableció definitivamente en Buenos Aires, donde desarrolló una extensa carrera como retratista de artistas e intelectuales. Fue socio fundador del Foto Club Argentino, el Foto Club Buenos Aires y la Asociación de Fotógrafos Profesionales.
Su obra fue reconocida por el Fondo Nacional de las Artes, que incorporó 300 de sus retratos, y expuso tanto en Argentina como en ciudades como Roma, Barcelona, Valencia y Singapur. Publicó Retratos y Autorretratos (1974) y recibió el Diploma al Mérito Konex en fotografía. Su legado, centrado en el retrato artístico, constituye un pilar en la historia visual argentina del siglo XX.
Magnolia, c. 1935
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Anatole Saderman. Magnolia, c. 1935. Impresión en plata sobre gelatina, 38 x 38 cm. Cortesía Bellas Artes
Magnolia (c. 1935) forma parte de las setenta fotografías que Saderman realizó para el libro Maravillas de nuestras plantas indígenas y algunas exóticas de Ilse von Rentzell. La publicación, según su prologuista, buscaba “ampliar nuestros conocimientos generales sobre la flora argentina” mediante imágenes “sin trucos ni retoques”, lo que representó una novedad en la bibliografía botánica local, tradicionalmente dominada por el dibujo científico.
La serie se realizó en su estudio con luz artificial y fondo neutro para resaltar formas y texturas. En Magnolia, los claroscuros y brillos revelan tanto la suavidad de los pétalos como la fibrosidad de las hojas. Como señala el artista y curador Francisco Medail, al fotografiar las plantas “del mismo modo en que retrataba a las personas”, Saderman convirtió esas imágenes en “una declaración de modernidad”.
Biyina Klappenbach, c.1938
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Anatole Saderman. Biyina Klappenbach, c.1938. Gelatina de plata, 23,5 x 17 cm. Cortesía VASARI
Anatole Saderman fue una figura central de la fotografía moderna. Junto a Biyina Klappenbach, conformó un potente dúo creativo en el que la performance adquirió un papel fundamental. En sus sesiones se despliegan el juego, la forma, el movimiento y la belleza.
“Su interés escapaba a las demandas más comerciales del género; se corría de la pose y de los estereotipos, buscaba algo más profundo”, explica Medail.
La mesa de Enrique Wirnique, c. 1955
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Anatole Saderman. La mesa de Enrique Wirnique, c. 1955
Anatole Saderman fotografió a cientos de artistas e intelectuales argentinos, como Spilimbergo, Urruchúa, Castagnino, Carlos Alonso, De La Vega, Berni, Borges, Neruda, Alejandra Pizarnik, Ernesto Sábato, María Elena Walsh, entre otros tantos. Para retratar a Enrique Wernike bastó una fotografía de su escritorio y una ventana como fuente de luz.
Carlos Alonso y Paloma, c. 1960
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Anatole Saderman. Carlos Alonso y Paloma, c1960. Gelatina de plata, 45,5 x 34 cm. Colección Museo Nacional de Bellas Artes
“Tan propio era su estilo, tan simple a la vez”, escribe Medail. Carlos Alonso y Paloma es prueba de ello. También es prueba de aquello que afirmaba Anatole Saderman, “que no se puede ser indiferente frente al retratado, que el oficio requiere perder el miedo, pero que nunca se debe perder la emoción. Que un retrato sin emoción no es un retrato sino una foto: una foto en un millón”, según Medail.
*Imagen de portada: Anatole Saderman, "Biyina Klappenbach". Cortesía: Galería Nora Fisch, Buenos Aires.

