EL CAMINO DE LOS RECUERDOS – MÉXICO EN LA BIENAL

Por María Galarza | septiembre 09, 2024

El Pabellón de México en la Bienal de Venecia 2024 propone una experiencia inmersiva que invita al espectador a reflexionar sobre el acto de migrar y su impacto en la identidad y el sentido de pertenencia. Nos marchábamos, regresábamos siempre es el proyecto de Erick Meyenberg que cuenta con la curaduría de Tania Ragasol. Incluye elementos creados en México, Italia y Albania.

EL CAMINO DE LOS RECUERDOS – MÉXICO EN LA BIENAL

Entrar al pabellón mexicano es entrar a una cena. Una mesa larga y arreglada, lista para recibir a sus invitados. Una reunión familiar. Algo tan particular y a la vez tan universal que las maneras de narrarlas parecen inagotables.

 

Centrada en las vivencias de la familia Doda –migrantes albaneses que se establecieron en Italia–, el artista apunta con una mirada nostálgica y sutil a aquellos momentos que permanecen a pesar del movimiento.

 

Nos marchábamos, regresábamos siempre sugiere que, en medio del cambio, del paso del tiempo, del desarraigo, existen espacios simbólicos como esta mesa, para anclar la memoria, hacer pie en la historia personal. A través de una instalación que juega con el espacio y el tiempo, el pabellón abre un diálogo entre múltiples soportes, entrelazando imágenes y objetos escultóricos. Se conecta imagen y sonido en un solo movimiento envolvente.

Alrededor de la mesa hay imágenes que cambian: caballos, flores, árboles. Una naturaleza pujante que marca momentos. Los que se dejan atrás y los que se arman de cero al emigrar. Las formas viejas y las formas nuevas de crear intimidad. Se conjuga el presente y el pasado: esa tensión entre lo que se pierde y lo que se adquiere. También se revalorizan las formas que trascienden fronteras: el encuentro.

 

La atmósfera inmersiva del pabellón captura la complejidad del desplazamiento y la transformación. Es en torno a la mesa donde las relaciones familiares y culturales se renuevan y se reconfiguran, representando una metáfora poderosa de arraigo. Nos marchábamos, regresábamos siempre es una oda a lo que permanece sin estancarse, a esas memorias que duran frescas, que jamás se pudrirán.

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