EL BESTIARIO URGENTE DE ROBERT NAVA
Plantarse ante la contundencia expresiva del mexicano-estadounidense Robert Nava (Chicago Este, EE.UU., 1985) puede llegar a resultar arriesgado. De primeras, el primitivismo en la técnica empleada en sus lienzos estremece en la conversión de la fuerza del trazo y lo básico del gesto en un lenguaje que aglutina una fortaleza bruta. Quizá por ese motivo, la tendencia habitual de quien se enfrenta a su obra es encasillarla rápidamente fuera de lo académico, de ese refinamiento que se le presupone —aunque cada vez menos— a quien copa la sala de un museo, de dejarse llevar por los derroteros de la urgencia de la expresión frente a ese pretendido buen gusto.
Para su primera exposición monográfica en un museo, la que nos atañe en el madrileño Thyssen Bornemisza, el veterano comisario Guillermo Solana ha dispuesto 17 obras de gran formato que resumen en parte esa incesante actividad que ha llevado al indianés a posicionar esa inmediatez dentro, por fin, de las instituciones. Y lo es no solo por lo analizado anteriormente, sino también por la propia temática de la propuesta, un amplio bestiario contemporáneo e infernal que aboga por inclinarse ante el pensamiento sobre la violencia y el contraste del bien y el mal, de la mitología y sus agentes, que bien pueden ser trasliterados a la denuncia del colonialismo o al poder y terror generado. Animales mutilados, representantes de los poderes fácticos quizá más terrenales que imaginarios, se encuentran entre ese absolutismo del sometimiento y la eliminación del equilibrio.
Nava comenta que su influencia hispánica es evidente, tanto por raíz como por exposición histórica a la misma, a la que se le suma una devoción latinoamericana por ese revisionismo colonial y por las expresiones precolombinas. No obstante, sería un error evocar constantemente esa vertiente académica que pueda subyacer en su subconsciente y eludir las referencias de las vivencias y de la calle, de ese arte urbano y de cultura popular, expuesto en sus obras a través de las claras referencias zoomórficas cercanas a la animación, el uso de materiales de pobre cualidad como el acrílico en aerosol o la urgencia del brochazo en favor de la expresión. Terror y juego, colores chillones y referencias evidentes a ese amplio catálogo de seres creados y recreados que consiguen canalizar la angustia o el terror en favor de la crítica y de la evolución de una percepción de la realidad individual que, como tal, amplia los límites de la influencia de la trayectoria vital en la subjetividad y, por ende, en el rebose de la expresión.
La exposición de Robert Nava dentro del programa Pequeño Formato puede verse hasta el 22 de septiembre de 2024 en el Museo Nacional Thyssen-Bornemisza, Paseo del Prado, 8, Madrid, España.