ÁNGULOS, CRUCES, MOVIMIENTO, YUXTAPOSICIÓN: LA 36ª BIENAL DE SÃO PAULO
Por María Galarza
La Bienal de São Paulo inauguró su edición número 36 con una amalgama de propuestas que plantean una vuelta a los sentidos: se exaltan las texturas, los sonidos, por momentos los olores. Con una gran cantidad de obras comisionadas, la propuesta curatorial –liderada por Bonaventure de Soh Bejen Ndikung– estuvo atravesada por varias directrices, que tuvieron como centro a “la humanidad como práctica”.
“We like books” (Nos gustan los libros), explica Alya Sebti, parte del equipo curatorial en el lanzamiento de la edición número 36 de la Bienal de São Paulo. Porque el concepto y tema empieza con el poema de la afrobrasileña Conceição Evaristo – Da calma e do silencio– y termina con una propuesta curatorial dividida a partir de capítulos, pensando la exhibición como un libro. En el medio, hay otros ejes: las rutas de las aves migratorias que se entrecruzan, el estuario como lugar de encuentro, pensar a la humanidad como un verbo que se conjuga, el silencio.
Los conceptos y los temas parecen, a primera vista, abstractos, pero se desdoblan en propuestas que invitan al público a tocar, caminar, escuchar, dar vueltas por las instalaciones. Por momentos se sienten olores. La experiencia es, sobre todo, sensorial.
El icónico Pabellón Ciccillo Matarazzo –proyectado en 1957 por Oscar Niemeyer en el Parque Ibirapuera– aloja una propuesta de cruce: imagen, sonido, palabras, cuerpos, texturas. El recorrido es horizontal y también vertical. El montaje de las obras forma ángulos perpendiculares, a veces más suaves, a veces más filosos.
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Installation view of Tanka Fonta during the 36th Bienal de São Paulo © Levi Fanan / Fundação Bienal
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Installation view of the 36th Bienal de São Paulo – “Not All Travellers Walk Roads – Of Humanity as Practice” © Levi Fanan / Fundação Bienal de São Paulo. Courtesy of the Bienal de São Paulo.
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Márcia Falcão, installation view of the 36th Bienal de São Paulo – “Not All Travellers Walk Roads – Of Humanity as Practice” © Levi Fanan / Fundação Bienal de São Paulo. Courtesy of the Bienal de São Paulo.
“Queríamos trabajar con artistas que usaran diferentes formas de expresión. Palabras, música, videos. Era importante reunir diferentes prácticas y olvidar la jerarquía y la separación de distintas categorías”, dice Anna Roberta Goetz en diálogo con Arte al Día.
Muchas de las piezas fueron comisionadas para esta edición en un gesto de seguir dialogando con las características que ofrece el espacio. Siempre es un desafío para los curadores pensar las obras en relación al particular pabellón brasileño y, por eso, Bonaventure Soh Bejeng Ndikung y su equipo optó por el movimiento y por el cruce: obras que no permanecen estáticas, sino que se deslizan, vibran, se enfrentan entre sí o fluyen. Una decisión que refuerza la idea de habitar la exposición, que está en permanente tránsito.
La instalación de Precious Okoyomon, ubicada en la planta baja y una de las primeras que se ve al ingresar, convierte el espacio en un ecosistema. La artista trabaja con plantas vivas, materiales orgánicos y esculturas que se transforman con el tiempo. La naturaleza no es un telón de fondo sino un cuerpo activo que dialoga con la palabra escrita y con la memoria. Sun Consciuousness. Gof Blow Thru Me – Love Break Me (2025) es para caminar, atravesar, oler, tocar: adentrarse en un bosque.
Separadas por el flujo de telas colgadas en patrones que ondulan –creados por los arquitectos Gisele de Paula y Tiago Guimarães– las obras se conectan en un recorrido flexible, dinámico, escapándole a la linealidad. Se sigue el curso de un río.
El agua y el sonido se encuentran en la instalación de Leonel Vásquez, con frascos de vidrio sumergidos que generan una especie de partitura líquida, un burbujeo constante. La pieza de Juliana dos Santos, que trabaja con grandes telas pinturas en tela suspendidas –y que también se pueden ver en la Pinacoteca de São Paulo, donde realizó una residencia–, se expande a partir de una investigación en torno a lo textil y lo etéreo.
La corporalidad irrumpe en las pinturas de la brasileña Márcia Falcão, con cuerpos desnudos que se presentan sin concesiones. No son figuras estáticas, sino figuras que tensan movimiento, laxitud y peso.
A su vez, hay obras entrecruzan paredes, pisos, escaleras. Otobong Nkanga tiende superficies vibrantes que juegan con la arquitectura del pabellón. Los troncos recubiertos de textiles de Ana Raylander Mártis dos Anjos se ven en cada capítulo de la exposición: un corte trasversal en la estructura del pabellón. La artista francesa Laure Prouvost suma una instalación de tela rosa que se abre y se cierra. Late. Contracción y expansión, un flujo de movimiento dentro de las pocas voces europeas de la exhibición. La obra más imponente de toda la Bienal es el tótem monumental de Tanka Fonta, que domina las escaleras con una fuerza escultórica y espiritual.
La Bienal de São Paulo, en su 36ª edición, se despliega en movimiento. Y como todo lo que se mueve, nunca es la misma: cada persona la ve distinta, porque las obras se transforman al ritmo de quienes las transitan.

