ANTONIO BRICEÑO REFLEXIONA SOBRE LA VULNERABILIDAD Y EL ESPLENDOR DE LAS CULTURAS INDÍGENAS
Nacido en Venezuela, Antonio Briceño es fotógrafo y biólogo. Su serie Dioses de América. Panteón natural participa en el Special Project Amazonia de Pinta Miami 2023. Lleva más de 20 años trabajando en esta serie, cuyo propósito es visibilizar las mitologías indígenas que han sobrevivido al cristianismo y el colonialismo, pero que aún se encuentran en peligro de extinción.
El trabajo de campo lo ha llevado a Briceño a conocer más de treinta y cinco culturas originarias de los cinco continentes, guiado por textos antropológicos y asesorado por sabios, maestros y chamanes. La serie Dioses de América representó a Venezuela en la 52 Bienal de Venecia (2007) y también se ha exhibido en Finlandia, Francia, Hungría, Suecia, Alemania, Inglaterra, España, Estados Unidos, México, Colombia, Nueva Zelanda, Panamá y Venezuela. Recibió el Green Leaf Award for Artistic Excellence 2008, otorgado por el Natural World Museum y la ONU.
Además de tu formación en Artes Digitales, sos Licenciado en Biología, ¿qué aportan esos conocimientos científicos en el proceso de tus obras?
Mi formación como biólogo se manifiesta de varias formas. Primero, la manera de formular y desarrollar mis proyectos tiene una estructura científica. Parte de una inquietud que da lugar a una investigación bibliográfica y la proposición de hipótesis en forma de bocetos y esquemas preliminares. Luego viene el trabajo de campo, en el que desarrollo la etapa fotográfica o videográfica básica, que posteriormente edito en mi taller. También la manera de organizar y presentar mis series tiene una estructura heredada de la ciencia.
Por otra parte, los elementos, fenómenos y procesos naturales, los ecosistemas, los seres vivos (incluidos los humanos, claro está), su situación de vulnerabilidad y sus relaciones son la base de mis inquietudes y, por tanto, de mi trabajo. Podemos decir que la ciencia es la base de mi inspiración y la que proporciona la materia prima y los métodos que configuran el desarrollo de mi obra.
Participás en el Special Project Amazonia de Pinta Miami 2023 con obras de la serie Dioses de América. Panteón natural. En ella realizás una tarea iconográfica sobre culturas y cosmogonías indígenas. ¿De qué manera tu lenguaje visual evita la victimización, por un lado, y el exotismo, por el otro?
A lo largo del desarrollo de mi trabajo he ido percibiendo que cualquier rasgo identitario que no corresponda a la cultura hegemónica occidental termina siendo etiquetado de "exótico". Esa es una herramienta retórica para ejecutar el racismo y el complejo de superioridad de la cultura dominante de una manera que se pretende sutil y disimulada. De modo que un personaje de la cultura occidental, en un contexto occidental y haciendo gala de todas las modas y costumbres occidentales en su esplendor es percibido como "normal" y aceptable. Pero un personaje perteneciente a otra cultura (a cualquiera de las otras miles de posibilidades de ver el mundo desde ojos humanos), si es mostrado en su esplendor, en su contexto, pasa inmediatamente a ser excluido por "exótico". Todo debe girar en torno a Occidente. De modo que solo se permite la entrada en escena de personas y culturas diferentes si son mostradas con sarcasmo, ironía y mostradas como inferiores: víctimas, desadaptados, parias en extinción.
La intención de mi serie Dioses de América es, por una parte, proponer imágenes gráficas para personajes mitológicos de culturas indígenas, ancestrales, como soporte para los maestros de las escuelas de las comunidades en las que trabajo. Pero, sobre todo, para mostrarlas al resto de la población latinoamericana -y mundial- que conoce mucho más de mitologías griega y romana -extintas milenios atrás- y desconoce completamente las grandiosas mitologías de los pueblos del continente que, no solo preceden a la cultura que se impuso, sino que aún conviven a nuestro alrededor, muchas de ellas manteniendo sus tradiciones y mitos cosmogónicos. Y para proponer estas imágenes debo recurrir a la estética y modos de estas culturas, aunque esta estética resulte exotista ante los ojos racistas y excluyentes, que no soportan la belleza ni el esplendor en lo que no se centre en la estética colonialista. He preferido ser leal a los pueblos con los que trabajo, para ser coherente y reflejar lo que para ellos es un ideal de belleza y majestuosidad, ya que, al fin y al cabo, son sus dioses y seres míticos los que estoy representando, precisamente como alternativa ante una cultura ciega sobre sí misma, que solo muestra y valora una supuesta superioridad basada en el consumo, la conquista y la imposición de sus valores.
Nunca me ha interesado esa posición de mostrar a la otredad como víctima, porque he aprendido y visto cosas magníficas que han cambiado mi vida al convivir con estas culturas marginadas y expoliadas, sin que el expolio y la ruina sean la razón por la que trabajo con ellas, sino, más bien, su sabiduría, su relación con la naturaleza y el resto del Cosmos y sus riquísimas representaciones de lo que llamamos el "inconsciente colectivo".
En tus escritos describís que haber descubierto que tu bisabuela era indígena despertó en vos la urgencia por investigar culturas indígenas e impedir su desaparición. ¿Cómo se pueden despertar esa curiosidad y apreciación en un público que no tiene dichos lazos familiares o directos? En una región marcada por el imperialismo y la inmigración, ¿cuánto compartimos con las culturas que nos rodearon y aún lo hacen?
Desde mi punto de vista, ese conocimiento de mis ancestros lo que hizo fue despertar en mí la sensación de tener un deber, una misión. Pero la curiosidad por la otredad, por otras visiones y sueños, no depende de la pertenencia a un grupo u otro. No depende de nuestros genes, ni siquiera de nuestra cultura. El interés por la humanidad entera, por la herencia infinita que tenemos como especie, debería ser una vocación universal, que nos permitiera a todos sentir una gran fascinación por ver las cosas desde los incontables puntos de vista que hemos generado como especie (¡somos 8.000.000.000 de personas!). Lamentablemente, también como especie, tenemos la vocación de vernos solo el ombligo y pretender que la razón es patrimonio exclusivo del grupo al que pertenecemos y que todo lo demás está equivocado. Esa limitación no solo ha dado lugar a la persecución y destrucción de las culturas indígenas, a la obsesión por ver exótico todo lo diferente, sino que es la base de nuestro permanente estado de guerra y destrucción, y posiblemente constituya también nuestro final y el de otras miles de especies...
Tu trabajo en Dioses de América. Panteón natural presenta una característica casi taxonómica de elementos culturales, ¿cómo se relacionan la razón y la emoción en el proceso y los resultados?
Para la construcción de este panteón de la naturaleza debo realizar una investigación sobre los mitos que es, efectivamente, taxonómica. Todas las cosmogonías indígenas se basan en un conocimiento milenario de la naturaleza, sus componentes, relaciones y flujos. Hay una lógica que parte de este conocimiento cabal y lo transforma en metáforas que hablan de nosotros mismos. En esto se basan los "arquetipos" como posibilidad de proyectar afuera lo que hay adentro, dando orden y sentido al mundo y a la existencia. Así, la Tierra suele ser la Madre, porque de ella salen todos los recursos, porque sostiene a todos. O el Cielo suele ser el Padre, porque genera y fertiliza la Tierra, y porque se asocia más al tiempo que al espacio. El fuego, como símbolo de la cultura, suele ser robado en las mitologías, como signo de la gran dificultad que encara el hombre para sobrevivir en una naturaleza tan imponente y para resaltar el costo que tiene la cultura al separarnos del resto de los seres que, en realidad, son hermanos. Toda mitología tiene una base racional que parte del conocimiento de la naturaleza y sus relaciones.
Pero los seres humanos no somos solo razón, somos también emoción. Y es ahí donde entra la belleza, que concierne al cuerpo y no a la mente. Es ahí donde entra la poesía, la posibilidad de trascender la lógica basal y convertirla en la fuente del espíritu. El paso siguiente de conocer la grandeza y complejidad del Cosmos es el asombro, y este asombro da lugar a lo que llamamos La Belleza, que no tiene palabras ("La rosa es sin por qué"). La belleza, la emoción, es una emancipación del espíritu, que logra liberarse de los límites que le plantea la razón. Por eso en mi trabajo es tan importante que, al hablar de estos personajes tan grandiosos, luego de transmitir el mito en que se basan, sea la belleza y la magnificencia la que permita al espectador volar o postrarse ante lo insólito. Una epifanía.
En los casi 25 años que llevás trabajando en esta serie, ¿hay algún hecho o descubrimiento que hayan dejado en vos una marca especial? ¿De qué manera impactó esta misión en tu forma de percibir la vida?
Han sido tantos los descubrimientos que es imposible enumerarlos o mencionarlos por separado. Cada grupo con el que he trabajado ha generado un cambio en mí. Cada nueva visión, cada nueva perspectiva, me deslumbra, no solo por lo maravillosa que es la diversidad en sí misma, sino porque a través del otro es que uno puede conocerse y tener consciencia de sí mismo. El contraste es un espejo que resalta lo que siempre se dio por sentado. Recorta lo que, por obvio, era invisible. Nos confronta, nos hace dudar de nuestras certezas. De modo que, si bien es cierto que he aprendido muchísimas cosas fascinantes y nuevas para mí, me he deslumbrado con conocimientos y técnicas ancestrales, he cambiado muchas veces mi forma de percibir la naturaleza, lo que más valoro es que, gracias a estos encuentros de alma, he aprendido un poco más a conocerme a mí mismo. A descubrir y recrear mi propio mito.